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Economía y felicidad: cómo encontrar el balance

Economía y felicidad

En el cumpleaños de su hijo, en el aniversario, al salir del trabajo el viernes; un domingo al atardecer o un lunes a primerísima hora. Hay momentos que nos trasladan a un mundo interior en el que repasamos los objetivos de la vida y nos preguntamos: ¿somos felices?

La Real Academia define felicidad como un “Estado de grata satisfacción espiritual y física”. Definición fácil y concisa, no hay duda. La complicación viene cuando se trata de explicar ese estado de satisfacción con mayor rigurosidad, pues no deja de ser una sensación, de naturaleza puramente abstracta.

¿Qué es la felicidad?

La ciencia ha logrado identificar el cóctel de hormonas que se libera cuando una persona es feliz, la química de la felicidad, suele llamarse. Una fórmula maestra compuesta por dopamina, oxitocina, serotonina y endorfina. Sin embargo, el método para lograr que esas hormonas se sinteticen en la proporción correcta y se genere la tan deseada felicidad no es único, depende de cada persona.

Científicos, filósofos y grandes investigadores, han estudiado la felicidad a lo largo de los siglos. Porque, además de las metas biológicas (sobrevivir y reproducirse), que podríamos considerar de primer nivel, la racionalidad única en el ser humano nos permite definir otras capas de objetivos, a un nivel superior, entre los que encontramos muchos de los ya tratados en este espacio de Self Bank.

No hemos sido programados para ser siempre felices, pues una satisfacción permanente nos llevaría a sucumbir ante amenazas de nuestro entorno y a no perpetuarse como especie: no lograríamos las metas de primer nivel antes mencionadas. Sin embargo, la química de felicidad también fluye cuando alcanzamos esos otros objetivos que nos hemos propuesto en la vida: familiares, personales, económicos… que se materializan en una buena alimentación, en una vivienda cómoda para uno mismo y para su familia, una buena salud; adecuada formación para los hijos, en ocio y tiempo de descanso de calidad… por enumerar algunos los más comunes.

Nos gusta recordar la propuesta de Ortega y Gasset que teorizaba que la felicidad no es otra cosa que el punto de encuentro entre la vida que proyectamos y la vida que vivimos. En palabras del filósofo y ensayista madrileño, “una vida dedicada a las ocupaciones para las que cada uno tiene una vocación singular”.

La economía conductual

La economía conductual aplica la ciencia sobre las emociones y la percepción del ser humano para justificar las decisiones económicas de la sociedad y su afectación a los mercados. Integra en un mismo campo de estudio la psicología y la teoría económica y se esfuerza por estudiar el razonamiento económico de las personas.

En este blog hemos recurrido en varias ocasiones a la economía conductual para definir los frecuentes sesgos financieros o errores de percepción que afectan a la economía. Ahora volvemos a su campo de estudio, en esta ocasión para desvelar el eterno dilema entre economía y felicidad.

Economía y felicidad. ¿Cómo encontrar el balance?

Daniel Kahneman y Angus Deaton, ambos premios Nobel de Economía, profundizaron en la relación entre el nivel de renta y la felicidad de los trabajadores en su paperHigh income improves evaluation of life but not emotional well-being”. El estudio, publicado en septiembre de 2010, revela que la satisfacción o bienestar emocional de los trabajadores encuestados (450.000) aumenta conforme lo hacen sus ingresos, pero hasta un cierto umbral: 75.000 dólares, una cifra que en nuestros días se aproximaría a 100.000 euros. Superado ese nivel de renta, la satisfacción no se vería repercutida.

Por tanto, según Kahneman y Deaton y como conclusión, mayores ingresos aportan mayor satisfacción (hasta una determinada cantidad), pero no son suficientes para alcanzar una felicidad permanente.

Tiempo y felicidad. ¿Cuánto tiempo libre se necesita para ser feliz?

La segunda variable que suele vincularse con la felicidad es el tiempo libre: más tiempo, más felicidad; pero también en este ámbito existe un límite. Así lo ha cuantificado un reciente estudio del ‘Journal of Personality and Social Psychology’, la revista científica de referencia que publica mensualmente la Asociación Estadounidense de Psicología.

El paper, titulado “Having Too Little or Too Much Time is Linked to Lower Subjective Well-Being” (Tener muy poco o demasiado tiempo libre conlleva menor sensación de bienestar), expone que tan perjudicial es la falta de tiempo de ocio como el exceso de este para ser felices.

El estudio obtiene dos conclusiones basándose en las más de 35.000 encuestas realizadas por el Wharton School de la Universidad de Pensilvania y el Anderson School of Management de la Universidad de California:

Menos de dos horas al día de tiempo libre es insuficiente, traduciéndose en un mayor estrés e insatisfacción. Efecto similar obtiene quien disfruta de más de siete horas, que se siente improductivo y sin objetivos. De modo que, entre un extremo y otro, los que disponen de tres a cinco horas de ocio al día son los que logran una mayor sensación de felicidad.

En la segunda fase del análisis se preguntó a los participantes por su nivel de satisfacción al dedicar su tiempo libre a dos tipos de actividades:

La segunda conclusión es que los que realizaron actividades pasivas obtuvieron menor satisfacción. Por tanto, el tiempo libre permite una mayor felicidad si se dedica a un propósito: si se aprovecha el tiempo.

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