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Sesgos financieros: errores de percepción que afectan a su economía 

Sesgos financieros

Suena el despertador, ¿lo retrasamos o nos levantamos ya? ¿Se me hará tarde o iré sobrado de tiempo? Cada día tomamos decisiones racionales constantemente, desde el primer segundo de conciencia de la mañana. ¿Pero cuánta racionalidad cabe en una decisión si el cerebro no es un ordenador que procesa datos, sino más bien una máquina de interpretar emociones?

¿Qué es un sesgo en la toma de decisiones?

Cualquier decisión que tomamos está sesgada y su objetividad en entredicho. Porque los sesgos cognitivos o errores de percepción influyen en la respuesta de nuestro cerebro ante un estímulo. Se trata de sentimientos y acontecimientos pasados y elementos del entorno que nos llevan a elegir de forma irracional.

En las siguientes líneas nos centramos en los sesgos más habituales a la hora de elegir en el interesante mundo de las finanzas.

¿Qué son los sesgos financieros?

Behavioural Economics o economía conductual es la rama de la psicología que estudia la toma de decisiones económicas de la sociedad; añade técnicas de psicología y neurociencia a las teorías puramente económicas.

Los sesgos financieros son errores de percepción que nos llevan a tomar decisiones relacionadas con nuestra economía de forma desacertada, pues no se estudia, analiza y prevén escenarios, sino que nos llevan a tomar atajos influenciados por emociones, recuerdos o experiencias pasadas. En otras palabras, en vez de reflexionar sobre cómo actuar con nuestras finanzas (comprar acciones de una empresa, salir de un fondo, qué proporción de renta variable, etc.), nos lanzan al vacío con una idea equivocada como paracaídas.

¿Cuáles son los tipos de sesgos?

Existe consenso sobre que Daniel Kahneman y Amos Tversky son los padres de esta rama reciente de la Economía, que parte de su obra Teoría prospectiva, análisis de la decisión bajo riesgo, publicado en 1979. Luego Richard Thaler y el propio Kahneman —ambos Premio Nobel de Economía— extendieron el estudio y describieron los sesgos cognitivos.

A continuación, enumeramos los sesgos financieros, aquellos sesgos cognitivos que más acechan su toma de decisiones económicas:

Sesgo del presente

Estamos programados para decidir rápidamente. Probablemente haya sido clave en la supervivencia y en la evolución de la especie. Pero atención, porque en finanzas el resultado no es inmediato. Requiere estudio y análisis, y esto lleva tiempo y esfuerzo mental. El sesgo del presente nos hace buscar inconscientemente un buen resultado hoy, obviando otro mejor mañana. Nada más peligroso para el ahorro, pues sin pensar en que también habrá que gastar mañana, sería mejor gastar todo hoy.

Contabilidad mental

Relacionado con el gasto descontrolado, el sesgo de la contabilidad mental nos lleva a valorar erróneamente el dinero en función del esfuerzo con el que lo hemos conseguido. Por tanto, si hemos logrado un buen retorno de una inversión, es más probable que lo reinvirtamos sin tanto cuidado como la vez anterior: error. Otro ejemplo más sencillo es pensar en un premio de 2.000 euros de la lotería, tenderemos a gastarlo con más facilidad que si es la nómina de un duro mes de trabajo; o en la paga extra, que se gasta como si fueran euros caídos del cielo. Este sesgo también dificulta que invierta una parte del salario, porque daremos más importancia al riesgo (inherente a toda inversión) de perder parte de él.

Aversión a la pérdida

Nos afectan más las pérdidas que las ganancias. La mayoría prefiere dejar los ahorros sin rentabilidad, aun sabiendo que están perdiendo poder de compra debido a la inflación, en vez de asumir riesgo en búsqueda de rentabilidad. Dicho de otro modo, rechazamos el riesgo para obtener ganancias y aceptamos riesgo de pérdidas. El clásico ejemplo es el siguiente.

Ante estas dos alternativas, la mayoría elige la segunda, porque existe una pequeña probabilidad de no perder:

  1. 100% de probabilidad de perder 80 euros.
  2. 80% de probabilidad de perder 100 euros, y 20% de perder 0 euros.

Efecto reflejo y dotación

Relacionado con el sesgo anterior, el efecto reflejo nos lleva a asumir más riesgo una vez que hemos incurrido en pérdidas. Han sido tan dolorosas que para contrarrestar esa pérdida lo más rápido posible, a continuación, de manera inconsciente, volvemos a invertir por encima del nivel de riesgo habitual.

El efecto dotación nos hace sobrevalorar lo que consideramos nuestro por haber estado un tiempo en nuestro poder. Por ejemplo, una acción que nos ha dado beneficios, aunque sea el momento oportuno para venderla, la mantenemos porque, sin querer, pensamos que va a seguir rindiendo como hasta ahora.

Sesgo de confirmación

Pensar cansa. Para qué empezar de cero una reflexión si es más fácil confirmar la idea que ya tenemos en el cerebro. Aplicado a las finanzas, es mucho más rápido y sencillo invertir en una empresa o en un sector conocido, donde ya hemos comprado acciones previamente, que estudiar los fundamentales de otra. Y no digamos ya configurar una cartera con valores más descorrelacionados. Bueno, pues si nos puede la pereza, probablemente caigamos en este maldito sesgo, el de la confirmación. Y lo único que confirmaremos es que resultados pasados no implican resultados futuros.

Anclaje

Similar al de confirmación, el de anclaje nos hace tomar como referencia el primer dato recibido: sentamos la base en la primera información y no siempre debe ser así. Por ejemplo, el valor de un fondo de inversión cuando entramos en él puede llevar a reembolsarlo o mantenerlo, pero este no debería ser el dato a mirar, sino su evolución, su rentabilidad real (descontando la inflación), dónde reinvertirlo

Ilusión de control

Todos nos equivocamos. Pero una vez cometido el error, ya sea influenciado por alguno de los sesgos anteriores, o no, nuestra percepción vuelve a equivocarse: pensamos “el error ha debido ser por causas externas a nuestro control”. Es decir, intentamos controlar todas las variables del entorno siempre que el resultado sea positivo y tiramos balones fuera cuando el resultado es negativo.

Hay que reconocer que el cerebro humano está condicionado a su entorno y a sus recuerdos, pero ahora que conocemos perfectamente los principales sesgos financieros estamos preparados para, antes de tomar una decisión económica, hacer una pausa y tratar de identificar algún error de percepción que nos pueda estar llevando a actuar erróneamente.

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