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Sesgos cognitivos en la economía: la importancia de predecir lo irracional en tus decisiones económicas

sesgos cognitivos

 El ser humano no es una máquina de decisión perfecta, porque los algoritmos procesados dentro del cerebro para tomar decisiones están influenciados por sesgos cognitivos, errores debidos a emociones o situaciones vividas, que llevan a elegir de forma irracional. Ocurre en todos los ámbitos, desde qué artículo echar al carrito de la compra hasta qué producto financiero contratar. Nos centraremos en los que afectan más a las finanzas.

Los sesgos cognitivos y la economía conductual.

La economía conductual o Behavioural Economics investiga desde un punto científico las emociones y percepción de las personas, para justificar en sus modelos la toma de decisiones económicas de la sociedad. Mediante la inclusión de técnicas utilizadas en psicología, trata de complementar el modelo neoclásico. Además, gracias a la neurociencia, observa el comportamiento de las conexiones neuronales en el proceso de elección y toma de decisiones.

Aunque la economía conductual haya pasado desapercibida, o estudiada en segundo plano, es fundamental para todos porque, como comprobaremos en los siguientes párrafos, los nuevos parámetros que contempla nos afectan cada día al tomar decisiones económicas. Porque la decisión que a priori es más racional, puede no serlo, sino haberse visto afectada por algún error de percepción o sesgo cognitivo.

Teoría prospectiva: un análisis de la decisión bajo riesgo, es el primer texto donde se trata ampliamente la teoría conductual, demostrando cómo la psicología puede justificar las desviaciones ocurridas en la economía racional. Fue escrito en 1979 por los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky. Posteriormente Kahneman y Richard Thaler se centraron y profundizaron en la economía conductual y los sesgos cognitivos. Ambos obtuvieron el Premio Nobel de Economía, Kahneman en 2002 y Thaler en 2017.

Contabilidad mental.

El dinero vale igual independientemente de dónde proceda: 1.000 euros son 1.000 euros, y valen 1.000 euros si los has cobrado como nómina, si te han tocado en la lotería, si te los han regalado o si te los has encontrado en un sobre en la calle.

Sin embargo, este sesgo, desarrollado por Thaler, indica que en realidad no nos gastamos el dinero igual, sino que depende de dónde proceda lo valoramos más o menos y, en consecuencia, lo gastamos con mayor o menor esfuerzo. Concretamente, si nos ha costado dedicación o esfuerzo, nuestro cerebro le dará mayor valor y seremos más conservadores a la hora de invertirlo o de gastarlo; y el en caso contrario, seremos más propensos a invertirlo o gastarlo, sin mayor preocupación.

Aversión a la pérdida.

Kahneman y Tversky expusieron que, debido a este sesgo, las personas tienen aversión al riesgo para las ganancias (no quieren asumir riesgo para obtener ganancias) y, sin embargo, aceptan riesgo para las pérdidas. Es decir, que ante dos posibilidades de pérdida, por ejemplo:

La mayoría de las personas prefiere la segunda opción, arriesgar más solo porque existe esa pequeña probabilidad (20%) de no perder nada. Aunque implique la posibilidad de perder más dinero (20 euros más).

En resumen, bajo este sesgo, nos afectan mucho más las pérdidas que las ganancias.

Efecto reflejo y efecto dotación.

Relacionados con el sesgo de la aversión a pérdidas, el efecto reflejo se refiere a que una vez que hemos obtenido pérdidas, debido a que han sido muy dolorosas y difíciles de aceptar, ahora incluso asumimos más riesgo para tratar de recuperar esa cantidad perdida, del que asumiríamos para ganar esa misma cantidad. Por ejemplo: aceptamos un 25% de riesgo para recuperar unas pérdidas de 100 euros, pero nunca llegaríamos a aceptar ese 25% de riesgo para una posible ganancia de 100 euros.

Por su parte, debido al efecto dotación valoramos en exceso lo que consideramos ya nuestro.

Anclaje.

Este sesgo cognitivo implica tirar el ancla, tomar como referencia, o establecer como base la primera información recibida. Este error nos lleva a considerar un dato, o una cifra numérica, como punto de partida ante cualquier razonamiento posterior, aunque no estuviese en absoluto relacionado, o sea dado sin ningún criterio.

Los experimentos de Kahneman y Tversky ya apuntaron a este error de percepción, al comprobar que la respuesta a una pregunta se veía afectada por el resultado de hacer girar una ruleta: el número obtenido no tenía nada que ver, pero servía como base para aproximar una respuesta.

Cada uno de estos sesgos y otros muchos que se contemplan en la economía conductual requieren un profundo estudio para ser completamente asimilados. En cualquier caso, como ahorradores y como inversores, sería suficiente con tenerlos presentes antes de tomar decisiones financieras. Porque son necesarios para predecir lo irracional, ya que esa decisión, que a priori te parecía aceptable bajo el efecto de algún sesgo cognitivo, puede no ser la más acertada.

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