La economía es una ciencia compleja que tiene diferentes derivaciones. Para entenderla en su amplitud, se requiere un estudio continuo porque evoluciona al mismo tiempo que la sociedad y los ciudadanos, y las teorías históricas que valían hace siglos van quedando obsoletas.
Lo hemos comprobado recientemente con la irrupción de la economía colaborativa, que surgió a raíz de la crisis y de la necesidad de los ciudadanos de ahorrar y sacar partido a sus propiedades: ahora es normal compartir coche para ir de viaje o alojarse en la casa de la persona que vive en ella.
La economía conductual (behavioural economics en inglés) es un término que a muchas personas ni les suena, pero que tiene mucho que ver con las decisiones económicas que tomamos día a día. Porque está relacionada con la psicología y a partir de ella trata de explicar muchos aspectos económicos.
En concreto, la economía conductual aplica investigación científica a los conocimientos, la percepción y las emociones del ser humano, para elaborar modelos que justifiquen las decisiones económicas de la sociedad y su repercusión en el precio de mercado. Se centra en la racionalidad y la ausencia de ella, integrando visiones de la psicología a la teoría económica neoclásica. En los últimos años además, también se complementa con la neurociencia para descifrar la toma de decisiones a partir de conexiones neuronales.
¿De dónde viene y a dónde va?
Desde sus inicios, la economía estuvo conectada con la psicología. Así se aprecia en los tratados de los famosos economistas Adam Smith y Jeremy Bentham, aunque luego el neoclasicismo se distanciase de ella para buscar explicaciones en la naturaleza. Y fue a partir de la década de 1990 cuando volvieron a encontrarse, ante la aparición de conceptos como la utilidad esperada y la utilidad descontada.
Así, en 1979 se publicó el que se considera el texto más relevante de economía conductual: Prospect theory: Decision Making Under Risk, de Kahneman y Tversky. Este libro muestra cómo la psicología puede explicar una serie de anomalías ocurridas en la llamada economía racional.
De este modo, se estableció una teoría conductual que tiene su peso, sobre todo, en el consumo, que establece que la demanda de los consumidores se basa en tres supuestos:
- Los consumidores tienen preferencia por ciertos bienes frente a otros.
- Los consumidores tienen un presupuesto limitado (restricción presupuestaria).
- Con precios dados, en base a su preferencia y a su presupuesto, compran los bienes que les reportan una mayor satisfacción.
A esa satisfacción se le denominó utilidad. La macroeconomía tradicional establece que las personas toman decisiones económicas para maximizar la utilidad, usando para ello la información disponible. Pues bien, según la teoría conductual, los individuos ni tienen preferencias estándar, ni creencias estándar y sus decisiones tampoco están estandarizadas.
De ahí que se haya observado que las personas no siguen una pauta económica establecida, sino que muestran diferentes facetas en función de las circunstancias que les rodean. Por ello, los principios ortodoxos de la economía se han tenido que replantear, pues muchas veces la psicología es la que explica las decisiones económicas, no la racionalidad.
Esta rama de la economía también estudia las áreas de mayor actividad cerebral durante la toma de una decisión de carácter económico. En este sentido, la bolsa de valores es uno de los principales objetos de estudio de los conductualistas, por cómo se toman decisiones en un ambiente cambiante en el que hay que tomar decisiones rápidas.
Esta teoría no ha estado exenta de críticas, pues muchos no consideran que la psicología intervenga en las decisiones económicas. Los escépticos insisten en la racionalidad de los agentes económicos y creen que la teoría conductual no se puede aplicar a situaciones de mercado como el aprendizaje. Además, creen que no permiten generalizar, que las conclusiones solo son aplicables en los modelos sencillos utilizados en las encuestas, no en toma de decisiones con implicaciones reales.
No obstante, otros muchos estudiosos consideran que la teoría conductual no pretende romper con la racional, sino que su objetivo es complementarla. El comportamiento de los consumidores, que es la principal preocupación de las empresas y de la economía, no puede explicarse solo desde un punto de vista. Ambas corrientes juntas pueden explicar la mejor la toma de decisiones, que a veces pueden ser racionales y otras terriblemente irracionales.
La economía no puede desligarse de la psicología humana, ni de la sociología. Se trata de una ciencia social que está totalmente influenciada por las personas, y éstas no se rigen siempre por la razón.