Los tipos de interés son de esos conceptos económicos que escuchamos repetidamente en las noticias y leemos en la prensa pero que asociamos al universo financiero más complejo, sin pensar que, en mayor o menor medida, a todos nos afectan.
Porque lo que realmente significan los tipos de interés es el precio del dinero. Es decir, lo que nos cuesta que nos presten dinero. Por lo tanto, como bien saben muchos españoles, de estos dependen las hipotecas, que se encarecen o se abaratan en función de las fluctuaciones de los tipos.
En los últimos tiempos, después de que estallara la burbuja financiera, los tipos han bajado con fuerza, incluso hasta ponerse en negativo, lo que ha supuesto un respiro para muchos tenedores de préstamos hipotecarios, que han visto descender su letra mensual notablemente. Pero, ¿de qué otra forma afectan los tipos a los ciudadanos de a pie?
Créditos, el impacto principal
Como decíamos, los movimientos de los tipos se notan especialmente en las hipotecas. Pero, al ser en esencia el precio del dinero, afectan a cualquier tipo de préstamo, bien sea para comprar un coche, una moto, montar un negocio, hacerse una operación estética o una reforma del hogar.
Por ello, es importante tenerlos en cuenta a la hora de solicitar uno, ya que cuanto más bajos estén, mejor saldrá la operación. Sobre todo si se cierran a un interés variable.
Pero hay más productos financieros en los que los tipos impactan. Por ejemplo, los depósitos bancarios. Estos instrumentos precisamente se han visto perjudicados por la bajada de los tipos de interés, ya que cada vez arrojan menos rentabilidad. Precisamente, los depósitos eran los productos de inversión predilectos antes de la recesión por las tasas de rentabilidad que arrojaban, cercanas al 4%.
Ahora, con la bajada de los tipos, la situación se ha revertido, y es complicado que pasen del 1%. Por ello, muchos inversores han virado su estrategia y han puesto el foco en productos como los fondos de inversión, cuyos réditos son ahora superiores.
El consumo, la víctima colateral
Por otra parte, y a nivel más terrenal, el principal afectado es el consumo. Porque cuanto más altos están los tipos, menos dinero disponible tienen los ciudadanos, por lo que su gasto se reduce. De ahí que en lo peor de la crisis el consumo de bienes en España cayese a niveles de hace décadas.
Por el contrario, cuando están bajos, la gente está más dispuesta a salir y, en definitiva, gastar, tanto en bienes de primera necesidad (que se mantienen a pesar de que los tipos estén altos) y en otros como ropa, ocio o viajes. Por ello, para reanimar el consumo, y por ende la economía, los bancos centrales bajaron los tipos de interés durante la crisis.
Pero además, los tipos de interés también tienen sus consecuencias para las empresas que venden fuera de nuestras fronteras. Porque cuanto más altos estén, más fuerte es la divisa, de modo que quienes quieran comprar nuestros productos y servicios desde fuera (con otra moneda) tendrán que pagar más, lo que evidentemente detrae ese consumo.
Por ello, cuando los tipos están bajos suelen crecer las exportaciones. Algo que también hemos visto en los últimos años en España, que ha logrado cifras de récord que también han impulsado la recuperación. Por lo tanto, para quienes tengan una compañía que opere en el extranjero, es fundamental estar al tanto de los movimientos de los tipos.
Porque, en definitiva, los tipos de interés tienen más impacto en nuestra vida de lo que pensamos. Al final, manejamos dinero diariamente y lo necesitamos prácticamente para todo, de modo que los cambios en su valor acaban teniendo repercusiones en nuestro bolsillo.