La crisis económica que hemos vivido en los últimos años, bautizada como Gran Recesión —con grandes parecidos a la otra gran crisis, la de la Gran Depresión iniciada en 1929— todavía está presente entre nosotros.
Aunque las economías se han recuperado en buena medida, por lo menos, en las grandes cifras macroeconómicas, todavía se sufren en buena medida los efectos de esta crisis. En España: paro elevado, desigualdades, incertidumbre, etc. Aunque algunos aspectos se van suavizando poco a poco, aún queda mucho para que la situación se normalice totalmente.
Sin embargo, aunque nuestro país es uno de los que más ha sufrido en estos años, muchos analistas argumentan que podría haber sido peor si se hubiese materializado un rescate completo de nuestra economía.
¿Qué países fueron rescatados?
El pasado 2 de mayo se cumplieron 9 años del rescate a Grecia. Un momento que marcó un hito en el devenir de la Unión Europea. Unos años antes, parecía impensable que un país perteneciente a la Unión Europea tuviese que ser rescatado, con todo lo que eso significaba. Posteriormente también serían rescatados Irlanda y Portugal. España, tras una fase en la que su prima de riesgo superó los 600 puntos, aceptó un rescate parcial en 2012, materializado en algunas instituciones financieras, que también tuvo sus contrapartidas, en forma de recortes. En 2016 y afectado en gran medida por la crisis de sus vecinos griegos, se uniría Chipre a los países rescatados.
¿Cuál era la situación en los países afectados?
Grecia: la economía griega padecía ciertos desequilibrios, estaba anticuada, tenía un gasto militar elevado y no era competitiva. Esta situación, prolongada durante años, no permitía unas perspectivas demasiado halagüeñas. Además, fue acumulando una importante deuda pública en la época de bonanza, hasta superar el 120% de su PIB. Sin embargo, el desencadenante fue el descubrimiento de que el gobierno griego había proporcionado datos inexactos sobre la deuda y el déficit, al menos desde el año 2000 (además, hay que reseñar que su ingreso en el euro se produjo en 2001). Esto generó una crisis de confianza (que, ya se sabe, es fundamental en la economía), provocando el desplome de la Bolsa de Atenas, y el incremento de la prima de riesgo. En abril de 2010, una agencia de calificación valoró la deuda griega al nivel especulativo (popularmente denominado “bono basura”), lo que provocó que, en mayo de 2010, el gobierno heleno aceptara un plan de ayuda internacional y fuese rescatado por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, que proporcionarían 110.000 millones de euros (aproximadamente el 50% del PIB heleno en esas fechas).
Irlanda: la economía irlandesa era uno de los clásicos ejemplos de economía abierta, con bajos impuestos, que aprovechaba las ventajas de pertenecer a la Unión Europea. Merced también a su propia burbuja inmobiliaria, Irlanda había conseguido superar ampliamente la media del PIB per cápita europeo, llegando a ser conocido como el “tigre celta”, por sus tasas de crecimiento. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria, con caídas de precios de hasta el 50-60% provocó elevadas tasas de morosidad en la banca, y el estado irlandés acudió en su rescate. Sin embargo, esta intervención produjo que el déficit público sobrepasase el 30%, lo cual, unido al aumento del paro y el parón económico provocado por la crisis internacional, obligó a Irlanda a pedir el rescate, en noviembre de 2010, al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), formado por la Unión Europea y el FMI, por importe de 85.000 millones de euros (aproximadamente el 50% del PIB irlandés en esas fechas).
Portugal: antes de que comenzaran a caer los otros países, Portugal parecía una economía sólida, con una de las mejores tasas de recuperación de la Unión Europea y con buenas cifras en cuanto a pedidos industriales, exportaciones, innovación, etcétera. Sin embargo, el rescate a Grecia e Irlanda provocó un gran seísmo en el seno de la Unión Europea, de manera que los mercados comenzaron a fijarse en su próxima víctima, que sería la economía lusa, que sufrió diversos ataques especulativos. Tras resistir durante meses, finalmente, en abril de 2011, Portugal solicitó el rescate, por importe de 78.000 millones de euros (un 45% de su PIB entonces).
Chipre: el pequeño país tenía una economía que aparentemente funcionaba bien, con una tasa de paro del 4% (equivalente al pleno empleo), pero a partir del año 2008, la crisis internacional cambió las tornas. El paro aumentó al 12% en cuatro años, el país entró en recesión, y su deuda pública aumentó de manera preocupante. Al mismo tiempo, sus bancos comenzaron a amasar deuda griega (en paralelo con la crisis de este país, y del aumento de la rentabilidad de sus bonos), llegando a tener importes superiores al propio PIB chipriota. El 22 de noviembre de 2012, el país, envuelto en una situación de posible contagio por parte de la economía griega, acordó un rescate con el FMI y la UE, por valor de 17.500 millones de euros (aproximadamente, un 90% del PIB del país en aquel momento). Sin embargo, posteriores negociaciones dejaban el rescate en unos 10.000 millones (50% del PIB), lo que provocó que los bancos chipriotas hicieran una especie de corralito, limitando el dinero que los ciudadanos podían sacar diariamente de sus cuentas.
España: se ha discutido mucho sobre si España fue rescatada o no. La opinión más general es que en nuestro caso, no se llegó a rescatar al país, sino a parte del sistema financiero. España vivió una burbuja inmobiliaria, que provocó importantes desequilibrios en nuestra economía: gran endeudamiento privado, enorme dependencia financiera del exterior, poca competitividad… Con el cierre de los mercados financieros, algunas entidades comenzaron a padecer estrecheces. Inicialmente, algunas entidades pequeñas fueron rescatadas por España, mediante el FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria). Sin embargo, la persistencia de la crisis y los ataques especulativos, unidos a la enorme desconfianza que existía, llevaron la situación al límite. El 9 de junio de 2012, el ministro de economía, Luis de Guindos, anunció que había solicitado y obtenido un rescate bancario de hasta 100.000 millones de euros (aproximadamente, el 10% del PIB), cifra que, en porcentaje, es claramente inferior a la de los otros rescates “de país” (de los cuales, además, únicamente se utilizaron unos 77.000). Aunque también es cierto que a España se le impusieron diversas condiciones por parte de la troika encargada de controlar su cumplimiento, que iban más allá de aspectos bancarios, como, por ejemplo, la estricta vigilancia de los objetivos de déficit.