La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha vivido su enésimo capítulo, con el establecimiento de nuevos aranceles entre ambos países, por importes de decenas de miles de millones de dólares.
Donald Trump y Xi Jinping siguen librando una batalla que supone no solo un pulso comercial entre las dos mayores potencias económicas del planeta, sino también un combate por la supremacía a nivel global, por la capacidad de influencia a lo largo del mundo.
Como es lógico, esta lucha entre las dos superpotencias, que aglutinan el 40% del PIB mundial (otro 20% corresponde a la Unión Europea), afecta no solo a ambos contendientes, sino que tiene múltiples y muy variados efectos sobre otras economías. Y más si tenemos en cuenta que a los efectos arancelarios se suma una guerra de divisas, más o menos soterrada.
Vuelta al proteccionismo
La guerra comercial es uno de los pilares con los que Trump está tratando de blindar su economía, muy relacionado con sus clásicos eslóganes, America First y Make America Great Again, todo ello, identificando a América con Estados Unidos.
La balanza comercial entre Estados Unidos y China está muy desequilibrada. La diferencia entre lo que el país norteamericano le vende al asiático y lo que le compra supera los 400.000 millones de dólares (se ha multiplicado por cuatro en los últimos 20 años), y esta guerra comercial pretende reducir esa brecha.
Detrás de los lemas de Trump, subyace el proteccionismo con el que el presidente de EE.UU. pretende proteger a su economía. Pongamos un ejemplo:
Imaginemos que una empresa estadounidense fabrica una tonelada de acero por 500 dólares, incluyendo todos los costes laborales, de seguridad, impuestos, etcétera. La misma tonelada, fabricada en China, con salarios más bajos, una seguridad no tan exhaustiva y menos impuestos cuesta 300; aun incluyendo el transporte a Estados Unidos, supongamos que sale por 400.
Con unos aranceles del 10%, la materia comprada en China saldría por 440, por lo que algunos productores estadounidenses preferirían comprar el acero chino. Como consecuencia, el productor de acero norteamericano podría empezar a tener problemas, que le llevarán al despido de trabajadores o incluso al cierre.
¿Cómo evitarlo? Aparentemente es muy sencillo. Se suben los aranceles al 30%, por lo que ahora el acero chino pasa a costar 520. Las empresas estadounidenses compran a los proveedores de su propio país, y asunto arreglado. ¿O no?
Los problemas del proteccionismo
No es tan sencillo. En una situación como la anteriormente comentada, la industria del acero se ha salvado y se han protegido los empleos —al menos, inicialmente— pero, ¿qué otros efectos se producen?
Las empresas que adquieren el acero (por ejemplo, las del sector del automóvil), ahora deben afrontar unos costes más elevados. Por lo tanto, serán menos competitivas en el exterior, por lo que pueden empezar a sufrir sus propios problemas.
Internamente, sus productos también serán más caros, por lo que la competencia externa les come terreno. En este caso, ¿se subirían también los aranceles en ese sector? Como vemos, la elevación de aranceles puede generar una subida en cadena de otros sectores relacionados.
Los consumidores del propio país también se verán enormemente afectados. Ya no dispondrán de alternativas competitivas que vengan de otros países, por lo que el nivel de precios global será más alto. Como consecuencia de los aranceles, se generará inflación, con lo cual, el dinero valdrá menos.
Además, se limita la innovación y la competitividad: si una industria no es competitiva y se ponen aranceles para protegerla, seguirá sin ser competitiva, no tiene ninguna motivación adicional para mejorar.
La guerra de divisas
La guerra comercial tiene una hermana que se le parece bastante, la guerra de divisas. A veces se dan por separado y otras veces se producen conjuntamente, y de ser así, sus efectos se multiplican.
La guerra de divisas tiene un funcionamiento similar al de los aranceles, pero con una ventaja adicional: sus efectos también se aplican inmediatamente al conjunto de los productos que se exportan.
Pongamos un ejemplo. En el caso que citábamos anteriormente, decíamos que el acero fabricado en China costaba 300 dólares. Pero en China la moneda es el Renminbi (conocido habitualmente como Yuan), de manera que el coste,en realidad, se mide en esta moneda. Si 1 dólar = 7,18 yuanes, quiere decir que el coste era, en realidad, de 300×7,18 = 2.154 yuanes.
Con la guerra de divisas, se trata de alterar de forma artificial este cambio de moneda. Supongamos que ahora, en lugar de valer 7,18 yuanes, cada dólar equivale a 9 unidades de la moneda china. ¿Cuál sería el coste en dólares de cada tonelada de acero? 2.154/9 = 239,33$.
En los últimos tiempos, el yuan ha ido reduciendo su valor, para favorecer las exportaciones chinas. En marzo de 2018, un dólar se cambiaba por 6,30 yuanes, mientras que un año después estaba ya en 6,70, y a finales de agosto de 2019 en 7,20. Así, todos los productos que Estados Unidos importa de China han reducido su coste en un 14%.
Cómo afecta a otras economías
El conflicto entre las dos potencias también afecta a otros países. En medio de la vorágine de esta guerra comercial, otras potencias como Canadá, Japón, Corea del Sur, la Unión Europea en su conjunto o, particularmente, Alemania, han visto cómo se complicaba la exportación de multitud de productos a Estados Unidos.
Lo malo de las guerras comerciales es que tienen un final incierto, y no existen ganadores. El proteccionismo de unos provoca el proteccionismo de los otros, y así sucesivamente, en una espiral que no parece tener fin. Como consecuencia, todos salen perdiendo.
En nuestro país, un caso famoso lo han protagonizado las aceitunas negras. Desde que Estados Unidos comenzó a aplicar aranceles a la importación de aceituna negra española, las ventas se han reducido enormemente; en 2016, antes del comienzo de su aplicación, las ventas fueron de 32 millones de kilos. Dos años más tarde, se habían reducido a la mitad.
Si tomamos como ejemplo Alemania, al ser un país netamente exportador, el efecto de la guerra de los aranceles es importante; muchos de los bienes que exporta a Estados Unidos son bienes de equipo, maquinaria, automóviles y, en general, aparatos con un importante valor añadido.
Si continúan o aumentan las restricciones en un mercado como el estadounidense, la situación podría derivar a problemas mayores en una economía que no solo vive de su aparato exportador, y que además, ya está cercana a la recesión.
¿Cómo afecta a las inversiones?
Como hemos visto, además de afectarnos como consumidores, la masiva aplicación de aranceles tiene efectos en prácticamente todos los sectores. Cualquier empresa que realice importaciones o exportaciones puede verse afectada por este movimiento global.
En el caso de nuestro país, se verían especialmente afectadas las empresas relacionadas con el acero y con el sector del automóvil. Pero también el sector agrícola y el de la alimentación (aceite de oliva, aceitunas, vino, queso, jamón…) pueden sufrir las consecuencias de esta guerra que, como decíamos, no tiene ganadores.
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