En los últimos meses todos hemos estado preocupados por la situación griega. Las noticias y los rumores acerca de las negociaciones han copado los informativos un día tras otro, y las opiniones de los analistas no han conseguido en muchos casos aclarar por qué se llega a esta situación o cuáles podrían ser los efectos del denominado Grexit, tanto para los griegos como para el resto de los integrantes de la Eurozona.
Un poco de historia
El euro se introdujo en los mercados financieros mundiales el 1 de enero de 1999, sustituyendo a la Unidad Monetaria Europea (ECU). Tres años después, en 2002, comenzaron a circular las primeras monedas y billetes en los once estados que lo adoptaron en su inicio (entre los cuales estaba España), y posteriormente otra naciones se han ido agregando a la moneda común, hasta alcanzar los 19 países que actualmente forman la Eurozona.
La creación de la zona euro favoreció el intercambio de bienes y servicios entre sus países integrantes, al eliminar los riesgos y los costes asociados al cambio de divisas. De esta manera se incrementó el comercio intracomunitario y se contribuyó al crecimiento. Además, se fomentaba la competitividad y la especialización de las economías, ya que, al estar expresados en la misma moneda, resulta más fácil comparar los precios de los productos en los distintos países.
La Eurozona, vista en su conjunto, es la segunda potencia económica mundial, por detrás de Estados Unidos, con un PIB que ronda los 10 billones de euros. El euro se ha convertido en una alternativa al dólar, que hasta hace poco era la divisa internacional por excelencia (si bien es cierto que éste mantiene todavía su posición de liderazgo).
Todos estos puntos a favor ocultaron de alguna manera las desventajas, los inconvenientes y las debilidades en el diseño de la moneda única que ahora, con la crisis que vivimos desde 2007, han surgido con gran fuerza, especialmente en algunos países.
Los griegos ya están por el tercer rescate, tras los de 2010 y 2012, pero también han padecido muchos problemas y recibido ayuda países como Irlanda, Portugal, Chipre y España. Sin tener en cuenta las cantidades que reciba Grecia en 2015, la suma de todos estos rescates supera el medio billón de euros.
Los problemas en el diseño de la zona euro
La unión monetaria no ha llevado aparejada una unión fiscal. Compartimos una moneda, pero no existe una verdadera armonización en el ámbito de los impuestos. Es decir, hay una política monetaria común pero no una política fiscal conjunta. Además, el presupuesto de las instituciones públicas europeas es muy pequeño en relación a su PIB (la mayor parte del dinero público la siguen manejando los Estados de manera independiente).
Asimismo, la deuda pública se sigue emitiendo por parte de cada país, y aunque durante cierto tiempo se habló de la posibilidad de lanzar los eurobonos, lo cual permitiría un mercado de deuda más potente y una financiación conjunta más barata, dicha posibilidad ha sido pospuesta sin haber sido estudiada en profundidad.
Además, no ha existido hasta ahora una unión bancaria, aunque en los últimos tiempos se ha avanzado en esta dirección, para que el Banco Central Europeo supervise directamente al menos a los grandes bancos. Por otra parte, los estatutos del BCE establecen como objetivo primario la estabilidad de los precios, mientras que la Reserva Federal estadounidense tiene, además del anterior, el objetivo del pleno empleo.
Cómo nos puede afectar la salida de un país del euro
Para el país que sale, significaría quedarse sin asistencia financiera del Eurogrupo y sin posibilidad de financiarse en euros en los mercados, por lo que tendrían que emitir deuda en una divisa local, de la cual los inversores internacionales serían muy recelosos. Aunque cabría la posibilidad de que siguiesen utilizando el euro como moneda (como hacen, por ejemplo, Montenegro y Kosovo), probablemente crearían otra, que devaluarían para favorecer sus exportaciones, pero a costa de que las importaciones se encareciesen para ellos (en el caso griego, actualmente importan más de la mitad de los alimentos que consumen).
¿Cuáles serían las consecuencias para el resto de socios?
En los últimos meses se ha reavivado el temor a que la salida de un país de la eurozona pueda significar un cataclismo en los mercados o incluso el fin de la moneda común. Ya el corralito de Chipre ocasionó incertidumbres y grandes movimientos de capitales, a pesar de ser una economía mucho más pequeña. El propio presidente del BCE, Mario Draghi, ha dicho acerca de la posible salida de Grecia que sería “entrar en aguas desconocidas”, a pesar de que su economía sólo supone el 2% de la Eurozona.
A corto plazo, esta situación probablemente conllevaría una caída significativa de las Bolsas, especialmente las de los países periféricos. Además, veríamos una subida significativa de las primas de riesgo de estos países, si bien el Banco Central limitaría este efecto a través de todos los mecanismos que tiene ya activados (recordemos que tiene en marcha un QE o programa de expansión cuantitativa, a través de la cual va a comprar más de un billón de euros de deuda en un año y medio).
Posiblemente, asistiésemos a movimientos de capitales similares a los ocurridos en la crisis chipriota, en búsqueda de una mayor seguridad (hacia los países considerados más seguros dentro del Euro, como Alemania, o al exterior: Suiza, Estados Unidos…).
Además, hay que recordar que hoy en día la mayor parte de la deuda griega es con otros Estados de la Eurozona, siendo sus mayores acreedores Alemania, Francia, Italia y España. La salida del euro iría acompañada de un impago de su deuda, lo cual podría acarrear problemas adicionales a algunos países a la hora de financiarse en los mercados.
Todos estos aspectos, además de detener el incipiente crecimiento de la Unión, podrían llegar a ocasionar un efecto contagio en alguna de las economías periféricas. Si economías como la portuguesa, la irlandesa, o sobre todo, la española y la italiana, volviesen a tener problemas de confianza como hace tres años, el efecto dominó sobre toda la Eurozona podría llegar a materializarse, volviendo a la recesión y al aumento del desempleo, incluso a nivel mundial.
Hace tres años Draghi dijo que haría todo lo que fuera necesario para salvar el euro. El Banco Central Europeo dispone de una gran capacidad de actuación en defensa de la moneda única y de la estabilidad de las economías, pero nadie puede asegurar qué consecuencias podría tener a medio y largo plazo la salida de un país de la Eurozona, ya que es una situación que nunca se ha producido y ni siquiera estaba contemplada.