A final de mes, los asalariados la cobramos, y pocos días después, desde el departamento de recursos humanos nos la hacen llegar. La tercera acepción de la RAE se refiere a nómina como los «haberes que ha de percibir el trabajador que figura en nómina«. Y coloquialmente hablamos de «cobrar la nómina«.
Luego, en casa, nos ponemos a revisar la base de cotización, deducciones, retenciones y, sin mucho más que mirar, la doblamos de nuevo y la guardamos con las anteriores en la carpeta «Nóminas». Al fin y al cabo, de esa liquidación mensual, la cantidad que realmente nos importa es el salario neto o líquido a percibir:
Salario neto (líquido a percibir) = Salario bruto (total devengado) – Deducciones
Sin embargo, para saber lo que realmente ganamos tendríamos que descontar los gastos que no aparecen en la nómina y que están directamente asociados al hecho de trabajar: los costes ocultos del trabajo.
No son fijos, sino completamente variables, dependen del tipo de trabajo, del puesto de trabajo, de las particularidades de cada trabajador, etc. Pero todos tienen algo en común: reducen el salario disponible para las actividades ajenas al trabajo.
No es fácil encontrar un término para referirnos al salario que nos queda tras descontar este coste oculto asociado al trabajo. La mayoría ya han sido utilizados en alguna definición, para no pisar ningún concepto, llamémosle salario ajustado.
Dress code, la ropa para ir al trabajo
En ciertos puestos de trabajo estamos obligados a seguir una determinada forma de vestir. El dress code, o las normas sobre el vestuario en el entorno laboral, habitualmente no está escrito, pero se sigue a rajatabla e implica un desembolso para el trabajador que forma parte de los costes ocultos del trabajo.
Según el informe del sector textil y gasto en prendas de vestir en España, elaborado por EAE Business School, el gasto medio por habitante es de 509 euros anuales. Por géneros, 577 euros gastan las mujeres y 351 euros, los hombres.
De ese importe total, habría que determinar qué parte se destina a ropa exclusivamente para el trabajo. A modo de ejemplo, supongamos un trabajador de oficina que debe vestir traje de chaqueta y cada año decide añadir o renovar en su armario:
- Un par de zapatos nuevos, 90 euros.
- Un traje, 250 euros.
- Tres camisas, 100 euros.
- Tres corbatas, 100 euros.
Los conceptos anteriores, excluyendo el gasto en tintorerías, suponen 540 euros anuales o 45 euros al mes.
A esta cifra habría que añadir el gasto en complementos como cinturón, cartera, reloj, bolso, perfume, joyas, etc.
De tupper o menú, la comida en el trabajo
¿En la oficina, en un restaurante o en casa? Comer, hay que comer cada día, ¿pero cuál es el sobrecoste de hacerlo en el trabajo? ¿Cuánto más nos cuesta comer en la oficina que en casa?
Los que desayunan en casa antes de salir al trabajo y se llevan un tupper con la comida, no tendrían que considerar ningún sobrecoste. Sin embargo, los horarios tan ajustados, las costumbres y las relaciones sociales se vuelven a imponer en la jornada laboral, y algunos trabajadores se ven casi obligados a acudir a algún restaurante próximo al lugar de trabajo. Sin olvidar repostar cafeína en la máquina de café dos veces al día que, a una media de 0,60 euros, supone 24 euros mensuales.
Para cuantificar cuánto cuesta el menú promedio en el trabajo en España, hacemos referencia a la encuesta de PAPEL, que lo sitúa en 11,64 euros. Por otra parte, según el informe de FUCI (Federación de Usuarios Consumidores Independientes), seis de cada diez españoles comen fuera de casa por no tener tiempo suficiente para regresar al hogar, con un coste medio mensual de 217 euros.
Daily commute, de casa al trabajo y del trabajo a casa
Según los documentos de Economía de La Caixa, los españoles invertimos de media 57 minutos en el daily commute, es decir, en ir y volver al trabajo.
Se podría traducir esa hora en euros, si se considera que ese tiempo podríamos estar siendo remunerados al mismo salario por hora que percibimos en nuestro trabajo. De ese modo, para un salario de 1.500 euros netos mensuales, dividiéndolo entre 40 horas semanales y 4 semanas por mes, resultan unos 9,50 euros. Así planteado, el coste de oportunidad de invertir 57 minutos en ir a trabajar es de casi diez euros diarios y 200 mensuales. Y eso sin tener en cuenta todavía el coste del transporte en sí.
Si vamos en vehículo propio, el combustible, su mantenimiento, parking y posibles peajes; si vamos en bus, tren, metro o taxi, el precio del billete. Es imposible dar un valor medio pues dependerá de cada trabajador, así que lo más recomendable como ahorradores sería obtener nuestros propios resultados. A modo de ejemplo simple:
Un trabajador en Madrid, que utiliza el abono mensual de la Tarjeta Transporte Público de la CRTM, paga 54,60 euros si se mueve dentro de la zona A. En Barcelona, con la tarjeta T-Mes de la TMB, dentro de la misma zona paga 52,75 euros.
Supongamos otro trabajador, de cualquiera de estas dos ciudades, que en vez de ir en bus o metro, decide ir en su propio coche. Si conduce 20 kilómetros cada día para ir y volver al trabajo, su coche consume 6 litros por cada 100 kilómetros y el litro de gasolina está a 1,15 euros. Entonces, estaría gastando 27,60 euros mensuales, solamente en combustible, sin tener en cuenta los gastos de mantenimiento periódicos que requiere cualquier automóvil.
No solo el transporte terrestre es usado a diario por los trabajadores, en Estados Unidos el aerial commuter, o volar hasta el trabajo a diario es un término cada vez más usado. Claro que siempre podemos ir en la bici o caminando. En tales casos, el único coste es nuestro esfuerzo físico, pero no podríamos relacionarlo directamente con una cifra en euros.
Pagar por trabajar: el coste oculto y personal de cada ahorrador
No olvidemos el coste de oportunidad de dedicar tiempo al trabajo: reducción del tiempo destinado a otras tareas, tener que contratar un servicio de limpieza doméstico, guardería o una persona que cuide de los hijos, etc.
Los ejemplos antes mencionados son generalizaciones para reflejar de forma aproximada el coste oculto de ir a trabajar. Pero para calcular nuestro salario ajustado, deduciendo los costes ocultos del trabajo, tendríamos que realizar una tarea de investigación personal y registrar cada concepto atribuible directamente al trabajo.