El tercer rescate griego mantiene de actualidad un asunto que genera cierta controversia debido a los costes que tiene y a las duras condiciones que se exigen a los países rescatados. Mientras unos se preguntan por qué hay que ayudar otra vez a la economía helena, otros argumentan que, como miembro de la Unión Europea y de la Eurozona, es algo que se tiene que hacer y que se debería avanzar más en los mecanismos de integración fiscal y de Gobierno de la Unión para que estas situaciones no vuelvan a ocurrir.
¿Cuáles son los costes de un rescate?
● Para los países acreedores supone asumir un riesgo, aun en los casos en los que la contribución del país se hace a través de avales y no de dinero, ya que no se puede asegurar que no haya quitas en el futuro. Por ejemplo, España tiene una exposición a la deuda griega de aproximadamente 30.000 millones de euros, a falta de concretar los detalles del tercer rescate.
Además tiene un coste, ya que el dinero que prestan, a su vez, lo obtienen de los mercados, con el consiguiente tipo de interés. Paradójicamente, la mayoría de los países de la Eurozona tienen un coste medio de la deuda superior al de Grecia.
● Para los países que reciben la ayuda implica la aceptación de una serie de condiciones. Además de poner el servicio de la deuda por delante de otras cuestiones (en España, por ejemplo, se reformó la Constitución para establecer la prioridad absoluta del pago de la deuda), se imponen cláusulas en forma de recortes de gasto público, aumentos de ingresos y otras reformas que suponen un empeoramiento de las condiciones de vida de la población (al menos en el corto plazo), ya que se recortan algunos servicios públicos y se suben los impuestos.
¿Por qué se hacen?
En condiciones normales, los Estados no pagan en su totalidad la Deuda Pública que les vence cada año, sino que la van refinanciando. Por ejemplo, España tiene vencimientos por más de 150.000 millones de euros en 2015, y los abona a través de la emisión de nueva deuda este año (si tuviera que hacer frente a ese importe le resultaría imposible).
Cuando un país encuentra dificultades para financiarse en los mercados, como en el caso griego (no les financian o lo hacen a tipos de interés prohibitivos), se rompe este mecanismo. El país no puede pagar sus vencimientos emitiendo nueva deuda, y llega a una situación de impago que puede colapsar su economía.
En este escenario es donde entra en juego la solidaridad europea. A pesar de los enormes costes que puede suponer el rescate para ambas partes, es probablemente mejor que la otra alternativa. Los préstamos que se otorgan, las bajadas de los tipos de interés aplicadas y los alargamientos en los plazos de vencimiento pueden suplir al sistema de refinanciación que se utiliza habitualmente, mientras el país mejora su competitividad.