Quita, una pérdida inevitable

Con la negociación del tercer rescate para Grecia conviene recordar qué es y cuándo se plantea una quita para la deuda, así como sus efectos, tanto inmediatos como futuros.

¿Qué es una quita de deuda?

Una quita de deuda no es ni más ni menos que una reducción del nominal a devolver. Es decir, si nos han prestado 100€ y tenemos una quita de 30€, deberemos devolver 70€ más los intereses correspondientes. La quita puede establecerse a petición del deudor, del acreedor o de ambos.

¿Por qué los acreedores aceptan la condonación?

En general, una quita de una deuda es una de las alternativas finales para intentar cobrar una parte del dinero prestado y, por tanto, los prestamistas lo consideran un mal menor para recuperar al menos una parte significativa del capital prestado. Es probable que la alternativa, dada la situación, conduzca al default y a la incerteza sobre el cobro.

Conceptualmente se entiende que cuando se plantea una quita es porque el prestatario se encuentra en una situación financiera tan mala que es imposible plantear recuperar toda la deuda. Además, los intereses generados por el nominal total pueden ahogarle aún más y facilitar su quiebra.

Si no se acordase una quita, se produciría un impago total de la deuda y el proceso de liquidación sería largo y sin garantía de cobro, puesto que entrarían a jugar las prelaciones y posiciones preferentes en el cobro de todas las deudas de la empresa o país.
¿Implica un riesgo moral?

Como hemos visto en el caso de la deuda griega, hay acreedores (como Alemania), que no quieren plantearse una reducción de la deuda puesto que el mensaje para el resto de deudores es: si no cumplen sus obligaciones, al final se les facilitará una quita de forma que sería como “premiar” al peor alumno de la clase. Pero en realidad no es así, las quitas y los defaults no son gratuitos.

¿Consecuencias?

Aunque a priori pueda parecer que todo son ventajas, para al deudor a medio plazo no es ninguna buena noticia haber hecho un default parcial, puesto que de cara al futuro le va a costar encontrar financiación nuevamente, porque el dinero es muy miedoso y tiene buena memoria. Por tanto, para financiarse va a tener que pagar diferenciales más grandes, ya que los acreedores desconfiarán del deudor que anteriormente se ha “comportado mal”.