Prevenir los gastos imprevistos

Resulta un tanto paradójico el concepto de prevenir lo imprevisto, pero es sin lugar a dudas una práctica muy saludable para tus finanzas personales. En efecto, a todos nos ha pasado alguna vez que cuando parece que tienes bajo control tus números y estás cumpliendo tu presupuesto de gastos sin desvíos significativos, aparece ese gasto que no figuraba en ninguna de tus previsiones y te desbarajusta todo.

Llámalo avería en el coche, una multa inesperada, ese regalo de boda con el que no contabas, un incidente en casa que te suponga hacer obras… Tiene mil caras diferentes, pero detrás se esconde siempre el mismo concepto: un gasto imprevisto que no estaba presupuestado y que puede ponernos en un verdadero aprieto.

Ante esa situación, pueden suceder dos cosas: que dispongas de un dinero ahorrado para afrontar este tipo de imprevistos, o que tu presupuesto de gastos sea tan ajustado a tus ingresos que te veas en la necesidad de hacer malabarismos financieros para cubrir ese gasto repentino.

Si estás en el primer escenario, ¡enhorabuena! Has ido haciendo tus deberes mensualmente y dispones de ese colchón de tranquilidad que te permite afrontar gastos fuera de presupuesto sin alterar tu vida económica normal. Si estás en el segundo, deja las lamentaciones de lado y adopta una actitud resolutiva que te permita salir de la situación en la que te encuentras. ¿Cómo? Aquí van algunas posibles ideas.

Ideas de corto plazo para afrontar gastos imprevistos

A continuación os listamos una serie de ideas prácticas, ordenadas de más convenientes a menos por un criterio de facilidad y de coste asociado:

  • Si disponemos de un presupuesto detallado y liquidez suficiente para afrontar el gasto en ese momento, deberíamos ser capaces de ajustar aquellas partidas de gastos en las que vamos más holgados para acabar compensando la cifra que necesitamos. Por ejemplo, si nos ha llegado una multa de 200 euros que no esperábamos, podríamos reducir en 40 euros mensuales durante tres meses nuestra partida de gastos en restaurantes y quitarnos este mes de hacer esa excursión de domingo para la que tenemos destinada 80 euros. Con esos ajustes en nuestro presupuesto de gastos podremos afrontar los 200 euros sin tener que recurrir a terceros en ningún momento.
  • En el caso en el que vayamos algo más justos de liquidez y necesitemos ya una inyección económica para afrontar el pago, siempre podemos optar por la posibilidad de anticipar nuestros ingresos. Puede ser en forma de anticipo de la nómina (bien solicitándoselo a nuestra empresa según contempla el Estatuto de los Trabajadores o bien usando la posibilidad de anticipo de nómina que dan algunos bancos) o, en el caso que trabajemos por cuenta propia, emitiendo algunas facturas anticipadamente o descontando pagarés pendientes de liquidar. La idea es, en función de tu manera de obtener ingresos, buscar la forma de poder adelantarlos en el tiempo puntualmente.
  • Si disponemos de liquidez para afrontar ese gasto en ese momento pero no tenemos un presupuesto personal que nos informe de qué pasará más adelante, siempre podemos recurrir a la opción de retrasar al máximo posible todos los pagos para poder disponer puntualmente de liquidez suficiente para por lo menos afrontar el pago del imprevisto. Un buen ejemplo de retrasar los pagos sería usar la posibilidad que ofrecen muchos bancos de fraccionar a plazos cortos los pagos de la tarjeta de crédito, teniendo que valorar siempre los intereses asociados para cada situación. O incluso si no usamos habitualmente la tarjeta de crédito y el importe del imprevisto no es demasiado grande, hacer uso normal de ella en este escenario.
  • Finalmente, existe la opción de pedir un préstamo en una entidad de crédito, que normalmente debería ser nuestra última alternativa, pues es la que conlleva unos costes financieros superiores.

Idea de largo plazo para afrontar gastos imprevistos

Sin embargo, como ya se ha comentado al inicio de esta entrada, lo óptimo sería poder prevenir esos gastos imprevistos que llegarán en algún momento queramos o no. Para ello, lo más sensato es hacer lo que comúnmente se conoce por “colchón de seguridad”: disponer de una cantidad de dinero ahorrada y con liquidez total para poder recuperarla en estas situaciones.

Si la cantidad que se ahorra mensualmente tiene un objetivo determinado, debería considerarse la posibilidad de ampliar ligeramente esos ahorros mensuales para ir provisionando esos imprevistos. Sin embargo, si el ahorro no es finalista, puede usarse también como ese colchón de seguridad por si lo necesitamos en algún momento.

En este último caso, es importante recordar que el porcentaje del ahorro que consideremos oportuno debería estar depositado en productos con total liquidez, para así poder rescatar el importe necesario cuando acontezca el imprevisto. Si ese dinero estuviera invertido en algún producto con liquidez limitada, puede conllevar unos gastos de recuperación significativos, cosa no recomendada. Así pues, disponer de entre un 10% y un 20% de los ahorros en productos líquidos parece una opción sensata.