Si Suiza es conocida por sus entidades bancarias, la ciudad de Basilea es sin duda un lugar clave. Sede del Banco de Pagos Internacionales, entidad que busca la cooperación financiera entre bancos centrales y entidades financieras de forma global, desde allí se han formulado unos acuerdos y recomendaciones que regulan aspectos clave en el funcionamiento del banco, su capital y la capacidad de expansión monetaria que tienen las entidades financieras concediendo crédito. Este punto fundamental conlleva importantes consecuencias tanto para el banco como para los clientes, ya sean directas como indirectas.
Qué son los acuerdos de Basilea: el concepto
Antes de analizar lo que se determina en los acuerdos de Basilea hay que tener en cuenta dos conceptos clave. El primero, quién lo decide. Este es el llamado Comité de Basilea de Supervisión Bancaria (BCBS por sus siglas en inglés), que actualmente está formado por representantes de los países del G20 (las economías más industrializadas) a las que se le unen otros países con peso en finanzas. Actualmente lo conforman 27 representantes de: Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, China, Corea, España, Estados Unidos, Francia, Hong Kong, India, Indonesia, Italia, Japón, Luxemburgo, México, Países Bajos, Reino Unido, Rusia, Singapur, Sudáfrica, Suecia, Suiza y Turquía.
El segundo punto esencial es que lo que realizan son recomendaciones: sus dictámenes y acuerdos no se imponen, aunque es cierto que son muy aceptados, especialmente los acuerdos sobre medidas y normas de capital. De este modo, los Acuerdos de Basilea que vamos a analizar se han ido extendiendo de forma global al sistema bancario. Para reforzar este papel, cada dos años se realiza una Conferencia Internacional de Supervisores Bancarios cuyos dictámenes se toman muy en cuenta.
De las diferentes líneas en las que trabaja el BCBS, la más importante y conocida son los Acuerdos de Basilea. En esta se intenta delimitar, buscar el equilibrio y la estabilidad bancaria en su papel de conceder préstamos y la seguridad necesaria que da el capital de la entidad financiera.
Basilea I
El primer acuerdo, llamado de Basilea I, se puede considerar más como un pacto de principios que unas reglas formales y metodología que se perfeccionó en los siguientes acuerdos. Firmado en 1988, estableció dos grandes novedades.
La primera, establecer dos niveles (o TIER) de capital, según su permanencia, capacidad de absorción de pérdidas o calidad. Esta división entre TIER 1 y TIER 2 como veremos a continuación es fundamental para el análisis de la solvencia de las entidades financieras.
La segunda es la determinación de un requisito mínimo de capital, que se fijó en un mínimo del 8% frente a los activos ponderados por riesgo.
Con ello se estableció un sistema para medir el capital en relación con el riesgo de incumplimiento en el pago de los créditos. Las entidades de crédito ganaban seguridad ante posibles insolvencias, aunque los principios eran un tanto ambiguos.
Basilea II y los tres pilares: Requisitos mínimos de capital, supervisión de la gestión de fondos y disciplina de mercado
Con la base de Basilea I, pero perfeccionándose y mejorando, en 2004 se firmó el acuerdo de Basilea II. El acuerdo de Basilea I era en muchos aspectos poco concreto. Por ejemplo, Basilea I no tenía en cuenta la capacidad de devolución –solvencia- del prestatario. Todo ello se solventa con este acuerdo que es famoso por establecer los denominados tres pilares para supervisión bancaria:
Pilar I: Requisitos mínimos de capital
Se tiene por fin en cuenta el riesgo de crédito, tanto de mercado como operacional, analizando las probabilidades de incumplimiento y exposición de riesgo de los activos.
Pilar II: Supervisión de la gestión de los fondos propios
Si es importante determinar el capital mínimo para la solvencia, también lo es que los supervisores bancarios realicen una labor de supervisión activa en la que se asegure el cumplimiento de los requisitos de capital, lo revisen y determinen el nivel de solvencia de la entidad.
Pilar III: Disciplina de mercado
Si se cumplen los requisitos de capital y hay una supervisión activa por parte de los Bancos Centrales, es importante que toda la información sobre su posición crediticia y nivel de riesgo se traslade de forma transparente a los mercados financieros para una toma de decisiones más eficiente, tanto para realizar operaciones de capital como de emisiones de deuda.
Basilea III
Si entre Basilea I y Basilea II transcurrieron 16 años, entre Basilea II y Basilea III tan sólo pasaron 6. La razón es obvia. La crisis financiera y la nacionalización de decenas de entidades financieras obligaba a una revisión de lo establecido en Basilea II y ver en qué había fallado. Aunque Basilea II había sido positivo, quedó claro que se había mostrado insuficiente. Ante ello, el acuerdo de 2010 estableció los siguientes cambios:
Aumento de la calidad del capital para asegurar su mayor capacidad para absorber pérdidas. Basilea II había mantenido la definición de Basilea I, ahora se perfeccionan esos porcentajes y se relacionan también según los distintos niveles de calidad de capital del banco.
Mejora el control de los riesgos. La crisis demostró que muchos de ellos estaban mal ponderados, especialmente en titulaciones hipotecarias y deuda subordinada.
Constitución de colchones de capital: Capital adicional que se puede acaparar en momentos buenos para que puedan ser utilizados en aquellos de crisis y den más estabilidad al banco en particular y al sistema financiero en general.
Introducción de la ratio de apalancamiento: Complementa a la ratio de solvencia con el fin de analizar una posible expansión excesiva.
Aumento del nivel de los requerimientos de capital: Para generar más estabilidad y mejorar los que establecían Basilea I y II. En este sentido, se establece una lista de bancos considerados sistémicos.
Mejora de las normas del proceso supervisor (pilar II) y de la disciplina de mercado (pilar III): en aspectos como gestión del riesgo de liquidez, valoración de instrumentos financieros, pruebas de estrés para simular situaciones de crisis y gobierno corporativo.
Ratio de cobertura de liquidez: Para analizar tanto riesgos a corto plazo como otros estructurales, pero siempre garantizado que tengan colchones de liquidez adicionales que garantice la viabilidad económica de la entidad.
Basilea III ha llevado a que se redefinan necesidades de capital, especialmente el de mejor categoría o TIER I, y con ello que se refuerce con ampliaciones de capital por encima, o en todo caso, complementando el capital con emisiones de deuda.
Cómo se configurarán los acuerdos de Basilea IV
Seis años después de Basilea III ya se está hablando del futuro Basilea IV. Todo ello se basa en la revisión que se está realizando de los ratios de capital. La urgencia para crear Basilea III, por la situación que vivían las entidades financieras, hizo que no se tomara el tiempo suficiente para dar una respuesta más detallada a los niveles y necesidades de capital de las empresas.
De hecho, a la hora de revisar e implementar Basilea III (en el que están aún trabajando las entidades financieras), ya se está llevando este punto de forma más estricta. Todo ello conllevará con mucha probabilidad en un horizonte cercano a un nuevo acuerdo de Basilea con un análisis más detallado de requerimientos tanto en la cartera de negociación de los bancos como en la cartera bancaria. Pasaríamos de un Basilea I que establecía ese 8% para todo tipo de operación y cliente a un nivel de detalle que ayudará a garantizar la estabilidad y eficiencia del sistema financiero.
Resultados y conclusiones
Como casi siempre, a la hora de analizar el éxito o fracaso de una normativa hay diversidad de opiniones. Los más críticos ven plasmado el fracaso de forma clara en la crisis financiera que llevó a la quiebra a muchas entidades. Es cierto que Basilea II se mostró insuficiente en muchas entidades financieras, pero también en otras estos requisitos de capital sí ayudaron a mantener su solvencia. Además, la propia crisis llevó a que se revisaran y perfeccionaran estos acuerdos con la creación de Basilea III, su aplicación general y que incluso muchos bancos busquen mejorar el mismo siendo más estrictos en los requisitos y ratios y apostando por colchones adicionales.
La labor del Comité de Basilea de Supervisión Bancaria está más viva que nunca y trabaja en un mejor control del sistema bancario que da más seguridad a la economía en general. Aunque nos encontremos con bancos más estrictos, con estas mejoras el cliente es quién gana más a largo plazo. Con un sistema estable y seguro no sólo tiene mayor garantía para sus fondos o la concesión de créditos, sino también la estabilidad económica necesaria.