El presidente norteamericano, Donald Trump, ha cumplido un año en el poder, y su mandato no está pasando desapercibido. Durante este tiempo, ha tomado algunas medidas bastante polémicas, mientras que algunas de sus promesas electorales todavía permanecen en el alero.
No obstante, ha puesto ya en marcha una de las medidas más esperadas, su reforma fiscal. Trump, haciendo gala de sus lemas “America First” (América primero) y “Make America Great Again” (hacer América grande de nuevo), intenta consolidar la posición de Estados Unidos como primera potencia mundial.
Y uno de los apartados con los que pretende reforzar esta posición es con su reforma fiscal, que puede tener un gran impacto en la economía y las bolsas, no sólo de su país, sino de todo el mundo.
Además, esta reforma fiscal se produce en un momento en que existe cierta complacencia —o incluso euforia— con relación a la marcha de la economía mundial. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado al alza el crecimiento de las principales economías, y diversos líderes políticos y empresariales han afirmado, en la reciente cumbre de Davos, su confianza en la evolución de la economía.
En qué consiste la reforma fiscal de Donald Trump
Las reformas propuestas por Trump tienen cierto paralelismo con las promovidas por el también republicano Ronald Reagan en los años ochenta. De hecho, éste usaba un lema muy parecido para su campaña: Let’s Make America Great Again (hagamos América grande de nuevo).
En la práctica, en ambos casos la reforma fiscal se basa en una bajada masiva de impuestos. Las bajadas afectan prácticamente a la mayoría de los contribuyentes, aunque a unos en mayor medida que a otros, motivo por el cual ha sido criticada, entendiendo que favorece más a los que más ganan.
El recorte impositivo es sustancial para las empresas, que pasarán de un tipo impositivo del 35% al 20% (en campaña había prometido incluso una bajada mayor, al 15%).
En el impuesto de la renta personal se reducen los tramos impositivos, de siete a tres: el 12%, el 25% y el 37%. De esta manera, se reduce el tipo máximo, que actualmente estaba en el 39,6%, aunque se eleva el mínimo, que se situaba en el 10%.
No obstante, esta elevación del tipo mínimo se compensa con la elevación del mínimo exento, que pasa de 6.500 a 12.000 dólares por persona, y el aumento en determinadas ayudas por hijos, estudios y gastos médicos.
También se duplica la exención del impuesto de sucesiones, pasando a ser de 11 millones de dólares de herencia por persona, y se incrementan las deducciones por impuestos estatales y locales hasta 10.000 euros.
Qué se pretende con esta reforma
Todas estas medidas persiguen que los ciudadanos y las empresas tengan más dinero disponible para gastar o para invertir. Cabe recordar que el consumo de los hogares supone el 68% del PIB estadounidense, por lo cual es una variable que contribuye decisivamente a la evolución de la economía.
Además, las rebajas impositivas para las empresas hacen que éstas dispongan de más dinero para invertir y que sean más competitivas en el ámbito internacional, además de promover el retorno de dinero de las grandes multinacionales, o la inversión de nuevas compañías.
En este ámbito se enmarca la bajada del impuesto de repatriación, del 35% al 15,5%, que permitirá a las grandes multinacionales llevar a Estados Unidos el dinero que acumulan en otras partes del mundo. Así, por ejemplo, Apple podría repatriar 200.000 millones de dólares pagando solamente 31.000 millones, en lugar de 70.000.
Qué inconvenientes tienen estas medidas
La reforma fiscal de Trump ha suscitado diversas críticas con relación al reparto de la misma, ya que se benefician más de ella los que más tienen. Esto, unido a la previsible derogación del llamado Obamacare (la ley promovida por el anterior presidente para intentar generalizar la atención sanitaria asequible para aquellos sectores de la población que no podían acceder a ella), provoca un aumento de la desigualdad, en un país en el que existen alrededor de 40 millones de pobres (el 13% de la población).
Pero, además, hay otro gran problema: el coste de la rebaja fiscal. Y es que se calcula que la reducción de impuestos supondrá una merma de 1,5 billones de dólares en la recaudación de los próximos 10 años. En un país cuya deuda pública es la más elevada del mundo (supera los 18 billones de euros, el 107% de su PIB), puede llegar a representar un problema en el futuro.
Cabe señalar que la deuda pública por estadounidense superó los 55.000 euros en 2016, cuando en 2006 rondaba los 23.000.
Además, al elevado nivel de deuda pública se une el de la deuda privada. Los bajísimos tipos de interés han propiciado el endeudamiento de empresas y particulares y, ante un escenario de futuras subidas de los tipos de interés, podría desencadenarse otra crisis.
Qué efectos tendrá en la economía
Si funciona como se prevé, la economía del país norteamericano reforzará su dinamismo. Después de una rápida salida de la Gran Recesión, Estados Unidos lleva años creciendo a ritmos entre el 2% y el 3%, y con la reforma fiscal se pretende pisar el acelerador.
Estos efectos, además, se trasladarían al resto del mundo, al ser la economía estadounidense uno de sus motores, ya que supone aproximadamente el 25% del PIB mundial.
Qué efectos tendrá en las Bolsas
Desde que se empezó a especular con su aprobación, las bolsas aceleraron el avance que llevaban desde 2009. Al fin y al cabo, si las empresas pagan menos impuestos y al haber más consumo, venden más, a priori los beneficios deberían mejorar.
Sin embargo, esta reforma puede tener aspectos negativos para las bolsas. Si aumenta el consumo, también podría hacerlo la inflación. ¿Y como se puede moderar la inflación? Subiendo tipos de interés para enfriar la economía.
Es precisamente esta circunstancia la que ha provocado el crash de las bolsas en febrero de 2018. La subida de los salarios y el mayor consumo hacen pensar que la Reserva Federal subirá tipos a un mayor ritmo del que se esperaba. Si esto se produce, también subirá la rentabilidad que ofrece la Deuda Pública americana, de manera que muchos inversores moverán su dinero desde la renta variable (más arriesgada) a la renta fija, que con mucho menos riesgo empieza a ofrecer retornos interesantes.
Otra segunda derivada de una intensificación de la subida de tipos sería la revalorización del dólar, algo que perjudicaría a las multinacionales americanas con presencia en el exterior.