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La política económica keynesiana o keynesianismo para el crecimiento

Keynes

Periódicamente resurge la figura de Keynes y del keynesianismo como una alternativa contra las crisis, pero, ¿en qué consiste la política keynesiana? ¿Cuáles son las bases de la economía keynesiana?

Definición y concepto de la economía keynesiana

Comenzaremos explicando brevemente qué decía Keynes sobre la economía y qué es el keynesianismo. Hay que tener en cuenta que sus tesis se plasman en el libro Teoría General del empleo, el interés y el dinero, publicado en 1936, una etapa todavía marcada por la Gran Depresión que asolaba la economía desde 1929.

En este contexto, Keynes se preguntó cómo se podía estimular la demanda para reactivar la economía, descubriendo el papel que podía jugar el Estado a través de la política económica. El modelo keynesiano se plasma en una «teoría general» que engloba diversos aspectos de la economía como el consumo, el ahorro, la inversión y el empleo, dando lugar al keynesianismo o escuela keynesiana, con muchos seguidores —y detractores—.

Quién fue John Maynard Keynes: biografía

John Maynard Keynes fue un economista inglés nacido en Cambridge (1883-1946). Estudió en esa prestigiosa universidad, de la cual sería también profesor, en el reconocido King’s College.

Keynes fue una persona muy polifacética. Fue un notable inversor; suya es la conocida frase «Los mercados pueden mantener su irracionalidad más tiempo del que usted puede mantener su solvencia».

Alto funcionario de la administración británica participó, por ejemplo, en la delegación británica en la Conferencia de Paz de París, celebrada tras la I Guerra Mundial; trabajó en el sector privado y manejó, en buena medida, la política económica de su país como asesor del director del Banco de Inglaterra y del ministro de Tesoro.

Además, también formó parte de la delegación inglesa en la Conferencia de Bretton Woods (1944), que sentó las bases de la economía moderna y supuso el nacimiento de organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Propensión a consumir

Dentro de su teoría general, John M. Keynes estudió la propensión al consumo y cómo afecta ésta a la economía en general. Esta variable mide cuánto aumenta el consumo de una persona cuando su renta disponible se incrementa en una unidad: una propensión a consumir elevada está más dispuesto a gastar una cuantía elevada de su renta disponible renta adicional, mientras que si es baja indica que tiene una mayor propensión a  ahorrar.

Aunque depende también de la manera de ser de cada individuo, en general, la propensión a consumir será más elevada cuando las expectativas de futuro son buenas (la economía va bien o se prevé que va a hacerlo en el futuro) que cuando la recesión o la crisis acechan o se instalan en nuestras vidas.

Ahorro

Como se ha reseñado en el punto anterior, el ahorro sería en cierta manera lo opuesto al consumo; al ahorrar, estamos acumulando un capital que podemos utilizar en el futuro para consumir o para invertir (además de servir como colchón de tranquilidad).

Inversión

Otra pata fundamental de la teoría keynesiana es la inversión. El ahorro se destina a inversión, una variable que promueve la producción de bienes, la creación de empleo… Si la propensión al ahorro es exagerada y nadie consume, la economía se paraliza, lo cual conlleva destrucción de empleo que, a su vez, genera una mayor incertidumbre y todavía menos consumo y menos inversión (ya que no sería rentable invertir), y así sucesivamente, entrando en una espiral negativa que llevaría directamente a una crisis económica.

Tasa de interés y rentabilidad

La teoría económica clásica suponía que el tipo de interés se mueve en función de la economía, haciendo a las inversiones más o menos atractivas; es decir que si el tipo de interés es suficientemente bajo, los inversores lo aprovecharán para obtener una rentabilidad (por ejemplo, montando una fábrica), lo cual hará que la economía «se mueva».

El modelo keynesiano introduce, sin embargo, matices a esta teoría. Tal y como se ha descrito en puntos anteriores, Keynes argumenta que si las expectativas económicas son malas la inversión se reducirá, aunque los tipos de interés bajen.

Empleo

La tasa de empleo es uno de los puntos centrales del keynesianismo, en el que también difiere de los autores clásicos. Estos pensaban que el mercado de trabajo, al igual que otros mercados, siempre tiende al equilibrio, y cualquier desajuste que pueda haber entre oferta y demanda es sólo temporal.

Sin embargo, al introducir el concepto de demanda agregada, Keynes niega que este equilibrio tenga que producirse siempre en una situación de pleno empleo o cercana a esta. Si la demanda es insuficiente, puede haber un mercado de trabajo en equilibrio, pero con millones de personas desempleadas (Así sucedía, de hecho, durante la Gran Depresión, iniciada en 1929).

Por ello, Keynes abogó por que en determinadas situaciones es necesario que el Estado actúe como agente económico para estimular esa demanda agregada.

Ejemplos de políticas keynesianas

Las teorías de Keynes se han integrado desde hace años en el acervo económico utilizado por las distintas instituciones en su lucha contra las crisis. Hemos podido ver cómo tanto Estados Unidos como la Unión Europea han utilizado billones de dólares y euros para estimular sus economías.

De esta manera, hemos visto cómo en los últimos tiempos, la UE ha suspendido la aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), o ha desarrollado el Fondo de Recuperación Next Generation, que movilizará nada más y nada menos que 1,8 billones de euros para conseguir una economía más competitiva, eficiente y «verde».

Keynesianismo y política económica

El modelo económico de Keynes trata de explicar de manera global el funcionamiento de la economía y cómo sus distintas variables se interrelacionan y se influyen. Realiza interesantes aportaciones sobre aspectos que la economía clásica no había resuelto, por lo que se considera al economista británico uno de los más grandes de todos los tiempos.

La teoría keynesiana se elaboró en el período entre las dos guerras mundiales y en plena Gran Depresión, por lo que destaca su aporte sobre la importancia de la actuación del Estado a la hora de reactivar la economía.

Como anécdota recordaremos la famosa carta que le escribió en 1933 al entonces presidente de los Estados Unidos, Roosevelt, para apuntarle que, si el consumo se había reducido mucho y nadie quería invertir, el papel del gasto público podría ser fundamental para reactivar la economía. Así, el New Deal fue puesto en marcha por Roosevelt, con una gran inversión pública, entre 1933 y 1938.

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