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Megatendencias: El agua, ¿el petróleo del siglo XXI?

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En muchas ocasiones oímos hablar de los mercados de materias primas. En los mercados no solo se negocian acciones, divisas o incluso oro o petróleo, sino también elementos más del día a día, como cereales (soja, trigo, maíz, cebada…), commodities denominados soft como el café, el azúcar, el cacao o el algodón, y productos relacionados con la ganadería (ganado bovino y porcino, leche, etcétera).

Asimismo, desde el 7 de diciembre de 2020 también podemos encontrar el agua en el mercado de futuros. La Tierra es también conocida como «planeta azul» debido a que más de un 70% de su superficie está ocupada por océanos y mares, pero esto no parece significar que haya excedente del líquido elemento, o al menos, no en todos los países o áreas geográficas.

El nuevo índice, el Nasdaq Veles California Water Index (NQH2O), está basado en un indicador de los precios futuros del agua en California, un lugar en el que el coste del agua se ha duplicado en un año, hay una densidad de población relativamente elevada y en los últimos años ha sufrido grandes incendios.

El índice comenzó el 2021 situado en 492 dólares/por acre-pie (un acre-pie son 1.233 metros cúbicos) y a 7 de junio se situaba en 856, una subida del 74% en solo cuatro meses.

¿Por qué en muchos lugares hay escasez de agua? ¿Puede ser un problema a medio plazo?

Solo una pequeña parte del agua del mundo es dulce

Aunque la superficie terrestre está mayoritariamente cubierta por agua, solo el 2,5% es dulce y la mayor parte de ésta no es accesible: entre el 70% y el 80% de toda el agua dulce del planeta se localiza en la Antártida.

Esto significa que el agua fácilmente utilizable para el consumo sería solo un 0,5% del total, una cifra que todavía es inmensa, pero que hay que repartir entre muchas personas y en multitud de usos.

Cómo se reparte el agua en el planeta

En el agua posiblemente nació la vida, y el líquido elemento es fundamental en nuestras vidas. En los países desarrollados tenemos un acceso sencillo y asequible al agua, pero en el conjunto del planeta la situación dista mucho de ser idónea.

Según un estudio del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), alrededor del 25% de la población mundial vive con estrés hídrico, especialmente en zonas como Oriente Medio, el norte de África y en ciertas zonas de China e India, los dos países más poblados del mundo.

El estrés hídrico es una situación en la que la demanda de agua es mayor que la disponibilidad, lo que obliga a hacer restricciones, que pueden afectar a actividades accesorias, como regar el jardín, llenar la piscina o lavar el coche o incluso a limitar el acceso al agua corriente para ducharse o para beber.

Sin embargo, lo que en los países desarrollados damos por hecho, en otros están lejos de conseguirlo; en muchas ocasiones, el problema es el simple acceso al agua, o la posibilidad de obtener agua potable.

Cuáles son las causas del estrés hídrico

Catorce países de los treinta y tres con más estrés hídrico se encuentran en Oriente Medio, una zona con elevadas temperaturas, escasez de lluvias y ausencia de grandes ríos. Pero en una o dos décadas, la situación también podría ser complicada en algunas zonas de China y Estados Unidos, así como en la anteriormente mencionada India, donde se observa un agotamiento de los recursos subterráneos.

Ismail Serageldin, exvicepresidente del Banco Mundial, en 1995 declaró que las guerras del siglo XXI serían por el agua. En zonas fronterizas de diversos países el conflicto está latente y es una de las principales causas de disputa entre israelíes y palestinos.

Las propias guerras —por otras causas— pueden originar también graves problemas de desabastecimiento al destruir las redes de suministro, como ocurre por ejemplo en Siria o sucedió en Irak.

El cambio climático puede traer como consecuencia un agravamiento de la situación. Si las diversas políticas puestas en marcha —lideradas en buena medida por la Unión Europea— no lo remedian, en dos o tres décadas el escenario puede ser crítico.

Las Naciones Unidas han establecido entre los 17 objetivos de desarrollo sostenible el acceso al agua para satisfacer las necesidades humanas y para limpiarse. Según los datos de Unicef, a diario mueren cerca de 1.000 niños a causa de enfermedades diarreicas asociadas a la falta de agua potable o a un saneamiento deficiente. En algunas zonas de África, muchas personas realizan largos recorridos (en los que corren un notable riesgo) para obtener un poco del preciado elemento.

El aumento de la población mundial es otra de las explicaciones del incremento de la tensión hídrica. En los últimos 50 años, la población se ha duplicado, pasando de los 3.700 millones de 1970 a más de 7.700 en 2020, con una previsión de rozar los 10.000 millones en 2050.

Consumo de agua por usos

A priori podríamos pensar que el agua que utilizan las personas (al beber, lavarse, etcétera) es la que ocasiona el mayor consumo, pero sin embargo, el uso doméstico del agua apenas supone un 10% del total.

La agricultura es la mayor consumidora de agua con gran diferencia, ya que supone, aproximadamente, el 70%, y es una tendencia que parece ir a más. La agricultura se enfrenta al reto de alimentar a una población cada vez mayor, por lo que su consumo de recursos hídricos tiende a aumentar.

Posibles soluciones a la escasez global de agua

Dado que la agricultura es la mayor consumidora de agua con diferencia, una posibilidad para reducir sustancialmente el gasto en agua sería mejorar la eficiencia en los cultivos.

De los 14 millones de kilómetros cuadrados dedicados a la agricultura, solo un 0,83% dispone de tecnología de riego más o menos avanzada, según las estimaciones del Banco Mundial.

La introducción de sistemas de riego por goteo, programadores de riego y la reducción de pérdidas en la canalización del agua (por evaporación, fugas, etcétera) supondría un enorme ahorro en el consumo de agua.

En un planeta cubierto por agua en más de un 70%, otra solución sería el aprovechamiento del agua del mar. La desalinización del agua del mar es un proceso muy conocido y se utiliza desde hace décadas (la primera planta, en California, es de la década de 1950). No en vano, en países como Israel o Dubái, la inmensa mayoría del agua consumida procede de plantas desaladoras y Arabia Saudita es el mayor productor de agua desalada.

El problema que presenta es que hay que tener mar (por lo tanto, no es una solución para países interiores) y que tiene un elevado coste, tanto de construcción, como de funcionamiento, por el gran consumo de energía que requiere el proceso.

Para la segunda de estas cuestiones está la posibilidad de combinar la planta desaladora con la producción de electricidad a través de fuentes renovables; en muchos de estos países, la escasez de agua coincide con un gran número de horas de sol, por lo que una central fotovoltaica podría encajar. La energía eólica marina también está avanzando a pasos agigantados y sería también una buena asociación.

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MD: El crecimiento de la población ha incrementado la necesidad de agua, tanto que ya cotiza como otras materias primas. ¿Será el petróleo del siglo XXI?

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