En 2020 no solo necesitamos un Día Mundial de la Salud (7 de abril), sino más bien el año entero. Ha sido comenzar -o acabar, según otros- la década y encontrarnos con una de las mayores crisis sanitarias que se recuerdan, la del COVID-19, el coronavirus llegado de China que ha hecho estragos en todo el mundo.
Esta enfermedad está cruzando el mundo llevándose por delante no solamente vidas humanas, sino también el tejido económico y social de muchos países. Lo estamos viendo en España. En los primeros días de alerta sanitaria numerosas empresas han anunciado ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) y se prevé el cierre de muchos negocios. Hay quien habla de que en dos semanas se ha perdido una década de recuperación económica.
De este modo, especialmente los colectivos más vulnerables recuerdan ahora algunas de esas situaciones difíciles que vivimos durante la crisis. Tanto es así que las medidas del Gobierno incluyen una moratoria en el pago de las hipotecas, para las familias con menos ingresos; y los alquileres también podrían ir por el mismo camino, por ejemplo, en Madrid, donde las viviendas de protección social no tendrán que pagarlos.
A pesar del clima sombrío que el COVID-19 nos ha dejado, tenemos algo de lo que alegrarnos y felicitarnos: del sistema sanitario español. Ha demostrado estar a la altura (y más) de una crisis de alto voltaje, con profesionales entregados a salvar vidas y curar este mal, trabajando a destajo exponiendo su propia salud.
Por ello, en este Día Mundial de la Salud el homenaje es para ellos. Una jornada de reflexión en la que nos damos cuenta de muchos otros aspectos que nos está enseñando esta crisis.
¿Qué nos está enseñando la crisis del coronavirus?
El coronavirus ya se ha extendido por todo el mundo, ningún lugar resiste a su embestida y es capaz de poner en jaque el sistema sanitario de cualquier país. La saturación de los servicios es el principal problema, ya que imposibilita que se pueda atender a todo el mundo.
El colapso se produce en las ucis debido a la escasez de material de protección y el limitado personal disponible, lo que trágicamente se traduce en un mayor número de fallecidos y más contagios entre los sanitarios, por su permanente contacto con los infectados.
No obstante, de todo este drama también debemos extraer buenas conclusiones, noticias positivas que nos alienten en medio del caos que vivimos.
Quizá la principal es que está sirviendo para que veamos el gran sistema de salud pública que tenemos y la implicación del personal sanitario: se están dejando, literalmente, la vida para salvarnos del COVID-19; exponen su propia salud, atendiendo día tras día a miles de enfermos, y no solo la suya, también la de sus familias.
Estos profesionales se han convertido en los héroes de esta crisis y han demostrado que tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios gratuitos del mundo. Y precisamente los hospitales públicos se están haciendo cargo de la mayoría de casos graves por coronavirus. No olvidemos los aplausos que cada tarde, a las 20.00, les mandamos desde todos los hogares de España
Ahora que viene la Declaración de la Renta y a muchos ya les tiemblan las piernas de pensarlo, es momento de ser conscientes de que es a través de nuestros impuestos cómo se mantiene este sistema y a sus magníficos profesionales.
Otra lección destacable en este contexto es la importancia de dotar a la Sanidad de suficientes recursos. Lo vemos con claridad ahora, cuando la Salud está primando sobre la economía, con el país prácticamente parado, volcado en la lucha contra el coronavirus.
Todos los esfuerzos económicos de los últimos tiempos se han puesto en jaque por la pandemia. Habría que ser consciente de ello en el futuro, pues podrían acontecer nuevas crisis sanitarias tan complicadas como la de 2020. Como referencia, en España, en 2019, se destinaron 4.292 millones de euros a la Sanidad Pública, un crecimiento de apenas el 1% respecto a 2018.
En este escenario, con vistas al futuro, cabría plantearse propuestas que garanticen recursos para retener a los jóvenes médicos y enfermeros, para que no necesiten buscar su estabilidad laboral en otros países y para que los mejores doctores prefieran quedarse; para que haya ucis y material suficiente en casos de emergencia sanitaria, para que los profesionales trabajen seguros; y para que todos los pacientes puedan ser bien atendidos, en momentos de estabilidad y en situaciones límites como la acontecida en 2020.
El COVID-19 ha supuesto un verdadero reto para la Sanidad. Un reto que, entre todos, vamos a superar. Y cuando así sea, habrá que extraer y aprender de sus enseñanzas, para que no caigan en saco roto y para que la siguiente epidemia sepamos afrontarla bien preparados. Nuestra salud y nuestra economía dependen de ello.