La economía española es una de las que más está creciendo en Europa. Algunos atribuyen este éxito a la política económica seguida en estos años, mientras que otros subrayan que también habíamos caído más que otros, y hemos tardado más en recuperarnos. De hecho, todavía será en este 2017 cuando sobrepasaremos los niveles previos a esta crisis, mientras que en los países de nuestro entorno ya lo hicieron hace varios años.
En cualquier caso, una de las consecuencias derivadas de las diversas leyes y normativas que se han promulgado en los últimos años es la nombrada hasta la saciedad “devaluación interna”. En este artículo te contamos en qué consiste.
La devaluación externa
Antiguamente, los gobiernos podían recurrir a la devaluación externa. Este mecanismo consistía, básicamente, en realizar una devaluación de la moneda (en nuestro caso, la peseta).
De esta manera, los trabajadores podían seguir cobrando lo mismo, en pesetas, aunque ese sueldo no les cundiera exactamente igual. Por ejemplo, si viajaban al extranjero, verían que sus pesetas valían menos, o si compraban productos que vinieran de fuera, notarían que eran más caros.
El encarecimiento de la cesta de la compra también podía notarse en otros productos, ya que, entre otras cosas, al ser el petróleo más caro (hay que tener en cuenta que se compra en dólares), los costes de transporte también subirían.
El objetivo de esta devaluación era aumentar la competitividad externa de nuestra economía, porque así los productos españoles serían más baratos en el exterior. Otro de los objetivos era facilitar el pago de la Deuda Pública, que estaba denominada en pesetas.
La devaluación interna
Al entrar en el euro, España, al igual que los otros países de la Eurozona, perdieron esta posibilidad. Ya no podían devaluar su moneda para aumentar la competitividad, así que se buscó otra manera de conseguir el mismo efecto: había que contener los sueldos para reducir los costes laborales en comparación con otros países. De esta manera, se conseguía un efecto similar.
Para ello, se realizaron una serie de reformas laborales, en las cuales los trabajadores perdieron cierto poder de negociación. Como consecuencia de ello, los salarios se contuvieron o incluso se redujeron, aumentaron el número de personas con trabajos a tiempo parcial o minijobs, y se consiguió el efecto buscado: los productos españoles eran más competitivos, con lo cual aumentaron las exportaciones (y se redujeron las importaciones).
¿Cuál es la diferencia entre la devaluación externa y la interna?
Las consecuencias de ambos procesos son similares: se aumenta la competitividad exterior, nuestros productos son más baratos para los otros países, y al mismo tiempo, se reduce el poder adquisitivo de los españoles, la cesta de la compra nos sale más cara (los artículos importados son más caros, y el coste del transporte sube).
Sin embargo, la devaluación interna parece menos aceptable de lo que lo era la externa. ¿Por qué?
En primer lugar, por un efecto de ilusión monetaria. Psicológicamente, preferimos que nos suban el sueldo de 1.000 a 1.100 euros, cuando hay una inflación del 10%, que nos lo bajen de 1.000 a 950, con una deflación (bajada de precios) del 5%, aunque el poder adquisitivo se mantenga en ambos casos.
De esta manera, la devaluación externa no era tan mal vista, porque los salarios se mantenían, mientras que la devaluación interna ha traído consigo una bajada de los salarios, de modo que ser mileurista en España ha pasado a ser algo deseado por muchos.
Además, mientras que el proceso de devaluación externa es automático y para todos (una vez que el gobierno decide devaluar la moneda, su efecto se propaga a toda la economía), la devaluación interna implica interferir en el mercado laboral, en las relaciones entre empresas y trabajadores, lo cual supone una fuente de conflictos