El progreso de la economía china en las últimas décadas ha llevado al país asiático a situarse como la segunda economía mundial, sólo por detrás de Estados Unidos y por encima de la Eurozona.
Esta transformación ha traído grandes cambios internos, pasando de ser un país eminentemente rural a otro con un importante desarrollo urbano y social, con una importancia cada vez mayor de factores como el consumo o la tecnología.
El «made in China» (que a veces podemos ver como «made in PRC», por el acrónimo en inglés de su denominación República Popular de China) ha inundado nuestras vidas. Pero algo ha empezado a cambiar y factores como el COVID-19 o las transformaciones geopolíticas derivadas de la guerra de Ucrania podrían acelerar todavía más este cambio de tendencia.
Origen e historia de China como la fábrica del mundo
Al margen de la famosa Ruta de la Seda, los países occidentales no tuvieron nivel relevante de comercio con China hasta mediados del siglo XX. A finales del XIX se iniciaron algunos contactos, pero las revoluciones y batallas internas en el país, así como las dos guerras mundiales que se produjeron en ese período, dificultaron su desarrollo.
Mao
Cuando Mao Zedong (a veces transliterado como Mao Tse-Tung) llegó al poder en 1949, el país asiático tenía un pobre nivel de desarrollo, con una sociedad fundamentalmente agrícola y una tasa de alfabetización de aproximadamente el 15%.
Mao inició la industrialización de la economía china y elevó los índices de alfabetización, que en 1982 tan solo rondaban el 65%. Es considerado como uno de los artífices principales del destacado papel que tiene actualmente este país, que luego reforzaría su sucesor.
Xiaoping
Deng Xiaoping dirigió la república china entre 1978 y 1989, el período en el que se consolidó como fábrica del mundo, lanzando reformas económicas y políticas que transformaron al país en una «economía socialista de mercado».
Las reformas realizadas en los años ochenta y noventa abrieron el camino a la inversión extranjera, levantando algunas regulaciones y políticas proteccionistas; los sucesores de Xiaoping —Zemin, Jintao y Jinping—reforzaron dichas políticas privatizando empresas y reduciendo aranceles, lo que aumentó la preponderancia de la economía china dentro del contexto mundial.
Éxodo rural
La gran emigración del campo a las ciudades propició la creación de mega urbes como Shenzhen, conocida como el Silicon Valley chino por ser la sede de una gran cantidad de empresas tecnológicas, que en 1980 apenas era un pequeño pueblo pesquero de 30.000 habitantes, y actualmente supera los 13 millones.
La transformación de China en fábrica mundial se produjo gracias a una combinación de todos estos factores, incluyendo las reformas económicas propiciadas por sus gobiernos, su incorporación a la OMC, las mejoras en la logística y una gran cantidad de mano de obra mucho más asequible que la las economías avanzadas
Por qué puede dejar de serlo
El crecimiento de la economía china ha ido transformando también su sociedad. Aunque su Gobierno impone ciertas restricciones que serían impensables en otros países y su impresionante PIB es consecuencia entre otros factores de ser el país más poblado del mundo, también hay que reseñar que en las dos últimas décadas, la renta per cápita se ha multiplicado por 10 (1.032 euros en el año 2000, y 10.450 en 2021). Así, el país asiático concentra ya la mitad de la clase media mundial, según los datos del informe The Global wealth report, elaborado por Credit Suisse Research Institute.
Pilares económicos más allá de la exportación
Bajo estos parámetros, el propio Gobierno chino está impulsando un nuevo modelo económico, basado en tres pilares básicos: prosperidad común, autosuficiencia tecnológica y neutralidad de carbono, fomentando más el consumo interno, y no tanto el ámbito exportador, que ha sido su motor en las últimas décadas.
La propia mejora económica experimentada por la sociedad china implica que importar desde allí ya no resulte tan rentable para otros países; sus salarios ya son similares o superiores a otros países emergentes o incluso a los de economías medias, por lo que parte de la producción ya se está trasladando a otros lugares.
Covid-19: catalizador del cambio de rumbo
Al margen de la propia transformación interna, la crisis del COVID-19 y la guerra de Ucrania pueden representar catalizadores de este proceso de desglobalización, por diversos aspectos interrelacionados, como pueden ser la crisis de desabastecimiento provocada por los confinamientos o la sensación de excesiva dependencia que se ha producido en muchos países occidentales desde que se inició la pandemia.
Conflictos internacionales
Las guerras comerciales y políticas son otro factor importante en este posible cambio. Estados Unidos ha visto que el peso económico y estratégico del eje Asia-Pacífico se ha incrementado notablemente en los últimos años, y no quiere perder su hegemonía como primera potencia mundial, la guerra comercial que mantuvo el presidente Trump con el país asiático.
Asimismo, su posicionamiento equidistante en la guerra de Ucrania puede contribuir a que muchos países se replanteen sus políticas de importación desde China, incrementando las precauciones o cautelas, o simplemente buscando otros socios comerciales.
¿Cuándo podría ocurrir?
De acuerdo con los factores anteriormente comentados, China está dejando de ser poco a poco la fábrica del mundo, es algo que ya está ocurriendo. Al igual que su transformación en factoría mundial, no es algo que suceda de la noche para la mañana, pero sucederá previsiblemente de manera paulatina.
La transformación de China como productora de bienes para otros países se producirá más rápidamente para determinados tipos de producto, y no tanto para otros, dependiendo de la dificultad para encontrar proveedores equivalentes, de las barreras de salida que pueda haber, o incluso de la consideración de dicho país como el mercado de consumo más grande del mundo (ya que muchas multinacionales deberán mantener allí al menos parte de su producción para poder acceder a los consumidores chinos).
Quién la sustituiría
Así, por ejemplo, el sector tecnológico es hoy en día uno de los más activos en el país asiático, y no solo grandes compañías multinacionales como Apple, Microsoft, Samsung, Sony o Dell fabrican allí, sino que cuenta también con sus propios campeones, como Huawei, Xiaomi, Lenovo o Tencent. Las empresas de electrónica de consumo suponen una importante inversión en medios técnicos y humanos —en la potencia asiática se gradúan cinco veces más estudiantes de ciencias que en Estados Unidos—, por lo que China todavía podrá ser durante cierto tiempo uno de los principales fabricantes para el resto del mundo.
Su sustitución pasaría entonces por encontrar países con una buena base tecnológica y con costes más competitivos, y ahí podrían entrar en juego otros países asiáticos, como Vietnam o India.
La industria textil española, por ejemplo, ha optado por relocalizar parte de su producción en España y Portugal, así como en otros países más cercanos a nuestra área económica, como Turquía o Marruecos.
En algunos sectores estratégicos, como la producción farmacéutica o sanitaria, productos químicos o componentes para automóviles, por ejemplo, Estados Unidos y algunos países europeos están abogando por la producción propia. La guerra por conseguir las mascarillas, geles y otros componentes en el mercado chino hizo ver a muchos gobiernos la excesiva dependencia existente hasta ahora, por lo que en los próximos años se prevén cambios en este sentido.
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