A principios de 2020 nadie podía vaticinar que en las siguientes semanas se gestaría una crisis mundial de tal magnitud. Aquella epidemia que crecía en Wuhan todavía quedaba demasiado lejos y tardamos en comprender que en un mundo globalizado se transformaría en una pandemia que dejaría a gran parte de la humanidad en confinamiento, en espera de que los laboratorios encuentren una vacuna o un tratamiento. Por ello en el siguiente post explicaremos ¿cómo afecta el coronavirus a mi bolsillo?
Luchar contra el virus requiere el bloqueo del país
El discurso del presidente del Gobierno la noche del 13 de marzo anunciando la adopción del estado de alarma y el inicio del confinamiento obligatorio será recordado por las siguientes generaciones. Esta crisis mundial a todos los niveles será, sin duda, parte de la historia de la humanidad. Y nos ha tocado vivirla.
Sin cura y sin vacuna, la única forma de luchar contra la enfermedad del coronavirus COVID-19, que amenaza especialmente a ancianos y personas con otras patologías, es evitar los contagios, para no saturar la capacidad limitada de las ucis. Esa explicación tan simple es la única fórmula efectiva. Y su aplicación conlleva que millones de personas, en la mayoría de países del planeta, se encierren en casa.
El cierre de los negocios con atención al público, excepto farmacias, estancos y tiendas de alimentación fue el primer palo para la economía. Vivimos las dos primeras semanas de cuarentena donde se prohibió salir a la calle, salvo para ir a trabajar o a por compras esenciales. De golpe y porrazo nos topamos con un cambio radical en nuestro estilo de vida. Nunca habíamos vivido algo parecido. Sin libertad de movimiento, la vida social, tan característica de nuestra sociedad, quedó anulada, y sin fecha de retorno conocida.
La primera prórroga del estado de alarma endureció sus medidas, suponiendo la hibernación de la economía española durante dos semanas donde se suspendía cualquier trabajo no esencial.
Con la declaración del estado de alarma se establece una duración determinada. Pero su extensión total es incierta, pues solo la derrota de la enfermedad impedirá sucesivas prórrogas y otras medidas adicionales, más o menos restrictivas.
Tiempos difíciles para la economía familiar
Nadie esperaba que en pleno siglo XXI, mirando ya de lejos la crisis financiera, con una situación económica relativamente cómoda, un virus venido de Oriente pudiese cambiar nuestro estilo de vida.
Vivíamos una sociedad hiperconectada donde el capitalismo lucía músculo. La capacidad económica y el tiempo disponible eran la única limitación a los sueños. No había fronteras y volar al otro lado del planeta era perfectamente posible. La tecnología y el desarrollo científico no parecían tener límite. La humanidad cada vez ganaba más batallas a las enfermedades. Justo en este momento de la obra, cuando más estábamos disfrutando, llega el coronavirus y, sin preguntar, cierra el telón.
Los hogares han cambiado ya, en el sentido más amplio, con todos los miembros en casa, salvo que algún adulto desempeñe una labor esencial y diez millones de alumnos sin ir al colegio. Familias sin planes fuera, ni un futuro próximo donde planificarlos. Y todo el ocio fuera del hogar suspendido: comidas, eventos, vuelos, reservas de hotel, espectáculos, etc.
Lógicamente el consumo se ha visto frenado y el ahorro es obligado, por la reducción de las actividades de ocio fuera de casa y, sobre todo, porque gran parte de los españoles han visto, o próximamente verán mermado, su volumen de ingresos.
El dato del paro de marzo de 2020 es muy preocupante. Tras solo dos semanas de confinamiento y considerando el efecto de las medidas paliativas establecidas por el Gobierno, casi 900.000 personas dejaron de cotizar en la Seguridad Social y el número de parados aumentó en más de 300.000 hasta alcanzar un total de 3,54 millones de desempleados.
No hay que obviar que dentro de esas cifras tan abultadas no se incluyen los afectados por un ERTE (expediente de regulación temporal de empleo), que al cierre del mes de marzo ya eran 620.000, sin contar los que quedaron pendientes de tramitar (su registro requiere unos días). Porque, aunque mantienen su puesto de trabajo, es evidente que implica una menor capacidad económica para el trabajador.
Las previsiones no son nada halagüeñas. Se estima que la crisis del COVID-19 llevará al paro al 30% de los españoles (partiendo del 13,78% de 2019) y podría desplomar el PIB un 10%.
A nivel global, las cifras también asustan. La Organización Internacional del Trabajo alerta de que se trata de la crisis más grave desde la II Guerra Mundial, con un 81% de los trabajadores afectados por las restricciones económicas derivadas del coronavirus y un resultado catastrófico de 230 millones de parados en solo tres meses.
La sartén por el mango en tiempos de coronavirus
No hay duda de que las implicaciones económicas a causa del confinamiento y bloqueo de la actividad productiva son irremediables. Mientras los líderes de la Unión Europea no terminan de ponerse de acuerdo en los planes de actuación conjunta, el Gobierno ha implementado una serie de medidas, y seguirá haciéndolo previsiblemente conforme evolucione la crisis, para amortiguar sus efectos en la economía de los españoles. Por citar algunas: exonera del pago de seguros sociales a pequeñas empresas con ERTE, moratoria de la cuota de autónomos, hipotecas, ayudas y moratorias al alquiler de vivienda, moratoria fiscal (no incluye IRPF) y una ventana de liquidez extraordinaria para planes de pensiones, entre otras.
No obstante, la tarea prioritaria de todo ahorrador es ponerse las pilas con sus finanzas personales y con las de su familia en estos días tan difíciles.
En repetidas ocasiones se ha mencionado la importancia de contar con un colchón para imprevistos, como uno de los motivos para ahorrar. Pues bien, es ahora el momento de recurrir a él, aunque también es cierto que esta nueva crisis nos pilla con una de las menores tasas de ahorro de la Eurozona.
En cuanto a las inversiones, es fundamental no apresurarse. En un mercado bajista como el actual, la volatilidad no nos deja pensar con claridad. En vez de caer en la trampa y asumir pérdidas inmediatas, habrá que recordar qué nos llevó a invertir en ese fondo, o en esas acciones, y si nuestra proyección a largo plazo contemplaba un escenario adverso, como el actual.
En tiempos de crisis, mejor que recurrir al crédito rápido y al endeudamiento descontrolado, es primordial controlar nuestro nivel de recursos, reducir el volumen de gasto al máximo gastando solamente en cosas necesarias, elaborando un presupuesto especial para que nuestra economía aguante hasta que el país en su conjunto derrote al coronavirus. Y solo en caso necesario acudir a esos ahorros que teníamos para imprevistos.