La historia del mercado de valores es toda una peripecia vital: está llena de acontecimientos desastrosos que pusieron contra las cuerdas hasta a los inversores más avezados. Pero por cada una de esas caídas hay un alza igualmente pronunciada que da paso a una nueva etapa en las finanzas, con aprendizaje o sin él. Hoy abordaremos los mayores rebotes de la bolsa, por qué se producen y, lo que es más importante, qué significan.
¿Qué es la bolsa de valores?
Lo que conocemos como ‘bolsas de valores’ o simplemente ‘bolsas’ son organizaciones privadas que ofrecen un espacio donde lo que se comercializa es el dinero mismo. A través de ellas, las compañías que necesitan fondos se ponen en contacto con inversores dispuestos a proporcionar financiación a cambio de una rentabilidad.
Los restos arqueológicos de los primeros antepasados del mercado de valores pueden rastrearse en las uniones de comerciantes de la antigüedad mediterránea, las lonjas de mercaderes de la Edad Media. Ya en el siglo XVI, recibe su nombre de las bolsas esculpidas en la fachada del mesón Van der Bourse, en Brujas, Bélgica, que fuera lugar de encuentro de mercaderes y prestamistas. Del siglo XVIII en adelante, los parqués como los conocemos en la actualidad se generalizan en todo el mundo occidental.
¿Por qué rebota la bolsa?
La respuesta a esta pregunta es muy sencilla: la bolsa, es decir, los activos que en ella se mueven, sólo pueden levantarse después de haber caído.
La bolsa de valores es la representación misma del capitalismo, y como tal, tiene las mismas costuras que afectan a las economías de mercado, no planificadas. La más importante tiene que ver con el concepto de volatilidad: los valores que se intercambian en los parqués fluctúan, alterando su precio en base a la ley básica de la oferta y la demanda.
Las fuerzas que mueven estos engranajes son muchas y frecuentemente se amalgaman en un cóctel financiero, productivo, industrial, social, político y legislativo cuyo caudal desemboca en el coste de adquisición de las acciones.
Ha sido, y es frecuente, que este coste caiga en picado debido a una demanda que, por infinidad de motivos, puede desaparecer. Los acontecimientos de la actualidad influyen en el ánimo de los inversores, quienes, si dejan de comprar e intentan vender en masa, hunden la capitalización.
Naturalmente, cuando se toca fondo sólo se puede subir; aquí se esclarece la idea del rebote, que sucede al desplome y réplica o supera en apreciación lo que su reverso dejó en depreciación.
Rebotes que se han vivido en la bolsa
Citaremos como ejemplo uno reciente. El 16 de junio de 2022, el índice S&P 1500, que representa casi el 90% de la capitalización de acciones en Estados Unidos, contabilizaba un desplome superior al 23% con respecto al pico registrado el 3 de enero. Desde entonces, el índice ha ganado casi un 18%, acercándose a máximos anuales.
Las causas de la caída son extensamente conocidas: inflación galopante, colapso de la cadena de suministros, incertidumbre política en EE.UU., problemas económicos en Europa, conflictos bélicos a las puertas del viejo continente…
Los motivos del repunte posterior son, según el análisis de Bespoke Investment Group, las resistencias desarrolladas por el mercado frente a todos esos problemas: son los propios inversores, con sus operaciones, quienes determinan el precio de las participaciones a la venta en el parqué. Dicho de otro modo, si tienden a deshacerse de los valores que tienen en cartera, los precios bajarán y la bolsa cae; y si compran, ocurre lo contrario.
¿Cuándo fue el mayor rebote de la bolsa de valores?
Las alzas más espectaculares en la prolongada trayectoria de los mercados de titulizaciones se han producido, como es lógico, inmediatamente después de las peores catástrofes. Y la catástrofe número uno que ilustra todos los libros de Historia es la que se produjo a fines de octubre de 1929.
Consumadas las terribles consecuencias del ‘lunes negro’, el mercado se reconstruyo con cifras positivas tan vertiginosas como las negativas. Durante la corrección posterior, Wall Street vivió un período de subidas continuadas que se prolongó durante 58 meses, superando el 300% de subida.
Destaca también el ‘rally’ bursátil iniciado en junio de 1949, que durante el decenio siguiente resultó en un aumento superior al 400%; así como el que tuvo lugar siete años antes, en abril de 1942, cuando encadenó 50 meses de avances que llevaron al S&P 500 a una revalorización que, pocos meses después de que las bombas de Hiroshima y Nagasaki dieran la puntilla al Japón imperial, alcanzó el 158%.
Para un estudio más pormenorizado, la serie histórica completa del índice Dow Jones puede consultarse aquí.
Consecuencias de los rebotes de la bolsa
Como ya se ha explicado, los rebotes bursátiles no son sino las alzas valorativas que siguen a las bajadas. Aquellas pueden o no compensar las pérdidas de estas, por lo que será el balance general del ejercicio el que determine el comportamiento global de los mercados. Para curarse en salud antes de ese momento, es fundamental manejar información veraz que nos permita diferenciar entre un aumento de valor legítimo y los rebotes ficticios o ‘de cartón’.
Los rebotes, aunque resulten un alivio en momentos de tensión económica, no garantizan en modo alguno una recuperación ‘real’.
Expectativas: cuando se produce una caída en picado, lo natural es que los inversores oportunistas que crean que la espiral bajista está cercana a su fin compren los valores que se han desinflado, con la intención de tenerlos en sus carteras cuando repunten. Tenemos así unos títulos que deben su resurrección al interés especulativo, no a una mejora en la situación de la compañía emisora o en la coyuntura general.