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Bonos catástrofe, una alternativa para diversificar nuestra cartera de renta fija

Dentro de la amplia familia de los fondos de renta fija nos encontramos con una curiosa variedad de bonos cuya rentabilidad no depende de la evolución de los tipos de interés ni de la solvencia de las compañías, sino de algo bien distinto como es que no se produzcan catástrofes naturales. Estos bonos de catástrofes o bonos CAT son instrumentos emitidos por las aseguradoras y que pagan a los inversores un cupón con la condición de que un fenómeno natural (huracán, terremoto, inundación, etc…) no se llegue a producir. Por el contrario, si finalmente dicho suceso se produce antes del vencimiento del bono, en ese caso la aseguradora podrá quedarse con el principal de los bonos, empleando dichos recursos en el pago a los asegurados.

¿Cuál es el origen de los bonos CAT?

Estos bonos se comenzaron a emitir a medidos de los años 90 después de que el huracán Andrew, considerado uno de los fenómenos naturales más desastrosos de la historia de EE.UU. El paso de este temporal dejó tras de sí pérdidas económicas de más de 26.000 Mn$ y provocó la bancarrota de algunas aseguradoras.

El huracán Andrew afectó en agosto de 1992 a varias islas de las Bahamas, al área de Miami (Florida) y al sur de Luisiana. El ‘Big One’, como se le denominó en su época, está considerado como uno de los tres huracanes que mayores pérdidas económicas han generado junto con el Katrina (2005) y el Sandy (2012).

¿Qué ventajas tiene este tipo de instrumento?

Para el inversor las ventajas se podrían resumir en cuatro:

Para la compañía aseguradora también son importantes, ya que es una manera de trasladar al mercado una parte del riesgo de que se produzcan catástrofes naturales. Por contra de lo que pudiera parecer, ya que cuando ocurren son noticias muy mediáticas, las catástrofes naturales son eventos que tienen una baja probabilidad de darse; pero cuando aparecen, todos sabemos el gran impacto económico que tienen: en los ciudadanos, en la economía, en las empresas aseguradoras….

¿E inconvenientes?

Por supuesto, el principal riesgo que asumimos con un bono CAT es la posibilidad de que el fenómeno natural que cubre esa emisión finalmente se produzca. Un buen ejemplo lo hemos tenido en septiembre de 2017, cuando el huracán Harvey, el Irma y el terremoto de México nos han recordado que nunca debemos bajar la guardia.

Como no podía ser de otra manera, estos eventos perjudicaron a los tenedores de los bonos CAT incluso antes de que el fenómeno en sí se produjese. Las noticias sobre la inminente llegada de los huracanes ya provocó un aumento del volumen de negociación de estos instrumentos en el mercado, lo que dio lugar a que muchos traders tratasen de especular sobre el impacto final que tendrían estos fenómenos naturales.

En este gráfico vemos la evolución del Swiss Re Cat Bond Index, que mide la variación de precios de una cesta de bonos CAT:

 

El segundo de los inconvenientes es lo que podríamos denominar ‘la letra pequeña’ de cada bono en particular.

Para determinar si el bono deja de recibir el cupón y si directamente se pierde el principal invertido, se establecen medidas objetivas. Por ejemplo, en el caso de un terremoto esta cláusula se activaría o no dependiendo de la magnitud del seísmo o incluso de si se supera un montante económico a la hora de hacer frente a las indemnizaciones. En el caso de los huracanes se establecen como unidad de medida los km/h alcanzados o la categoría del mismo.

¿Quiénes compran este tipo de bonos?

Los principales compradores han sido inversores institucionales como Fondos de Pensiones y Hedge Funds, pero lo cierto es que ya hay varios fondos de inversión a los que tiene acceso cualquier pequeño inversor que centran en los bonos CAT su política de inversión.

Según datos de S&P Global Ratings, en 2017 había emisiones de este tipo de bonos por valor de 86.000 Mn$, por lo que ya podríamos hablar de una categoría de fondos de inversión en sí misma.

 

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