Hoy en día estamos acostumbrados a que comprar y vender acciones es cuestión de pulsar un par de botones en nuestro teléfono u ordenador. Pero no olvidemos de dónde venimos, no siempre ha sido así de fácil. La tecnología nos proporciona herramientas de inversión que antes sólo estaban en manos de grandes fortunas y a un coste cada vez más económico.
Que el proceso de inversión sea cada vez más fácil y económico ha permitido que muchos inversores tomen las riendas de sus inversiones y puedan implementar sus propias estrategias de inversión adaptadas a sus preferencias de volatilidad y riesgo.
Los orígenes de la inversión en bolsa
Las grandes bolsas mundiales, como Wall Street, tienen una larga historia con la tecnología. Ya en los años 70 los ordenadores empezaron a jugar un rol cada vez más importante. Aunque el primer sistema digital de negociación electrónica de acciones apareció en 1969. Se trataba del ECN (Electronic Communication Network). Permitía consultar información en tiempo real de los precios de oferta y demanda de las acciones. A raíz de este sistema, varias empresas empezaron a trabajar para automatizar cada vez más la negociación y depender menos de brokers humanos. Ya que, hasta ese momento, la contratación se realizaba por agentes de forma presencial en las bolsas, a gritos y con sofisticados signos de manos. Sí, nos referimos a esas imágenes caóticas de las negociaciones en la bolsa que todos conocemos de las películas.
Una de las compañías que se dedicó a intentar automatizar el proceso fue la National Association of Securities Dealers (NASD), que pronto desarrolló el primer software para un mercado electrónico, llamándolo NASDAQ. Poco a poco la compra no presencial de acciones fue ganando terreno, y en los años 80 cada vez más se impuso la compra telefónica. Finalmente en la década de los 90 apareció internet, revolucionando las bolsas mundiales.
No obstante, los mercados bursátiles en España tardaron mucho más en desarrollarse. No fue hasta la década de los ochenta cuando la inversión en bolsa se extendió más allá de los inversores profesionales. La aparición en 1989 de la Comisión Nacional del Mercado de Valores fue uno de los factores más importantes del crecimiento del sector de las finanzas e inversión, junto con la aparición de los sistemas de contratación electrónicos.
Un negocio en manos de los bancos
Históricamente el ahorro y la inversión han estado estrechamente vinculados con el sector bancario en España. Y precisamente han sido las grandes instituciones bancarias nacionales las que han dado acceso a los inversores particulares a los mercados financieros y a los productos de inversión.
Si una persona quería comprar acciones de una empresa, se dirigía a su sucursal bancaria, donde podía firmar la orden de compra y el banco se encargaría de realizar la inversión. De la misma forma, hasta el desarrollo y la extensión de la banca online en la sociedad española, la mayor parte de la contratación de fondos de inversión, depósitos, planes de pensiones, etc. se seguía realizando presencialmente en la sucursal bancaria y con el asesoramiento y consejo del empleado del banco. Ahora todo es muy diferente. Parece que ha pasado un siglo desde entonces, pero tan solo habría que retroceder unas décadas.
La gran revolución de internet
En la operativa de los inversores claramente hay un antes y un después de la llegada de internet. Con internet se hizo realidad la posibilidad de realizar operaciones financieras desde el ordenador de forma rápida y remota.
Probablemente la mayor parte de españoles empezó a tener un contacto frecuente y familiaridad con internet a partir del cambio de siglo. Así, en el año 2000 desembarcó SelfBank en España.
Comisiones cada vez más competitivas
Uno de los aspectos más positivos para los inversores de la llegada de las plataformas digitales de inversión fue la bajada notable de las comisiones. La digitalización logró bajar los costes y transmitir parte de ese ahorro a los consumidores. Al no tener que mantener una red presencial de oficinas, la banca electrónica fue, desde su inicio, altamente competitiva con sus precios, permitiendo invertir cada vez en más productos y hacerlo de una forma mucho más económica.
El paso a las plataformas portátiles
Otro de los fenómenos que más ha cambiado la forma en que invertimos y compramos activos financieros ha sido la llegada de los smartphones. Al igual que en su momento muchos pasamos de comprar acciones en el banco a comprarlas en el ordenador, ahora es posible comprar casi cualquier activo financiero desde la aplicación de nuestro teléfono móvil.
Las normativas europeas, como la PSD2, han facilitado que los usuarios estemos tranquilos sabiendo que todas las operaciones financieras que realizamos desde nuestro smartphone son completamente seguras.
El uso de las aplicaciones financieras no ha dejado de aumentar. De hecho, más del 60% de la población española utilizó aplicaciones financieras a lo largo de 2019. Parece probable que la cuota de mercado de las aplicaciones financieras continúe aumentando en los próximos años.
La operativa con productos cotizados está dirigida a inversores que deben tener experiencia y conocimientos financieros suficientes para invertir en ellos. La inversión en estos productos requiere una vigilancia constante de la posición ya que comportan un alto riesgo y se puede perder el 100% del capital invertido.
Antes de efectuar cualquier contratación, es recomendable informarse legal, regulatoria y fiscalmente sobre las consecuencias de una inversión.
Las decisiones que cada inversor adopte, tanto de inversión como de nivel de delegación y asesoramiento, son su responsabilidad.
Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.
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