El 20 de abril de 2010 explotó y se hundió la plataforma marina DeepWater Horizon en el Golfo de México, a unos 80 kilómetros al sureste del delta del Mississippi. Tras una serie de esfuerzos para frenar el derrame de petróleo, el 15 de julio (86 días después) la petrolera británica British Petroleum (BP) anunció que había conseguido taponarlo. El 19 de septiembre de 2010 se declaró como finalmente sellado.
Las cifras del vertido eran el equivalente a unos 4,2 millones de barriles de petróleo, lo que suponía el mayor desastre natural en la historia de los Estados Unidos. La superficie marina contaminada por el crudo se estimó en unas 68.000 millas cuadradas (alrededor de 176.120 kilómetros cuadrados). Once personas fallecieron en la explosión inicial.
Dificultades para valorar el desastre
Tras el vertido, las aseguradoras y las instituciones se vieron incapaces de valorar el impacto. Según contaban los diarios, la escala de las demandas era tan elevada que se trataba de una situación nueva para todos. Hay que recordar que el proceso legal por el derrame del buque Exxon Valdez (24 de marzo de 1989) duró veinte años.
Las tres empresas implicadas en el derrame de 2010, Transocean, Halliburton y BP, fueron recibiendo multas de distinto importe. En 2013, Transocean aceptó pagar 1.400 millones de dólares por violaciones al US Clean Water Act y en 2014 Halliburton aceptó pagar daños por 1.100 millones.
Ese mismo año, BP fue encontrada culpable de grave negligencia y se le cargó el 67% de la culpa por el derrame frente al 30% de Transocean y el 3% a Halliburton. La petrolera británica apeló, pero en diciembre de 2014 la Corte Suprema confirmó la sentencia de 7.800 millones de dólares para compensar a las víctimas.
BP no ha vuelto a levantar cabeza
Hasta julio de 2016, la petrolera BP había destinado 61.600 millones de dólares a gastos procedentes del derrame. Y todavía en 2018 reconoció pagos por 3.000 millones de dólares. Los costes para la limpieza se situaron en torno a los 37.000 millones, lo que suponía tres años de cash flow para la petrolera.
Su cotización desde la catástrofe bajó un 34% y su capitalización bursátil se redujo en 96.000 millones. BP cotizaba el 20 de abril de 2010 en 655 peniques y hoy sigue por debajo de ese nivel, en unos 560 peniques, después de haber llegado a caer por debajo de los 310 peniques.
Dado que fue un suceso inesperado, el impacto de la noticia sobre la cotización fue brutal y se llevó por delante a todos aquellos inversores que tenían acciones de BP y no las vendieron a toda prisa. En situaciones como ésta, queda bien patente la importancia de diversificar las inversiones: poner demasiado capital en una sola empresa supone un riesgo innecesario.
Otros ejemplos más actuales
Como hemos explicado, BP todavía está pagando por los daños ocasionados, nueve años más tarde. Pero no es la única empresa que afronta actualmente problemas judiciales por motivos medioambientales. El ejemplo más claro es el ‘dieselgate’ de la automovilística Volkswagen, aunque también podríamos mencionar el glifosato de Monsanto (Bayer):
En 2015 se hizo público que Volkswagen había instalado ilegalmente un software que permitía a sus vehículos diésel superar los controles de emisiones en EE.UU. En 2016, se vio obligada a pactar con las autoridades y pagar 17.500 millones de dólares para compensar a los propietarios de los coches y a los concesionarios que los vendieron, además de una multa de 4.300 millones de dólares.
En cuanto a Bayer, la alemana adquirió la estadounidense, Monsanto, sin conocer las repercusiones que tendrían los juicios por muertes de cáncer atribuidas al herbicida glifosato en el país norteamericano. En marzo de 2019 se ha conocido una segunda sentencia condenatoria. Y, en un solo día, sus acciones bajaron un 11%.
La importancia de diversificar se pone de manifiesto tras este tipo de noticias inesperadas. Ninguna empresa está libre de sufrir algún tipo de desastre o investigación por presuntas malas prácticas y que tenga consecuencias jurídicas. Además, su impacto suele ser de larga duración y afecta a todo un sector industrial. Así sucedió, por ejemplo, en el automovilístico, tras el caso de Volkswagen, que ha visto aumentar los requisitos y los controles sobre las emisiones.
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