Las pensiones son una de las grandes incógnitas de la economía española. Las garantizadas por el Estado penden de un hilo, ya que cada vez hay menos cotizantes a la Seguridad Social y la esperanza de vida es más larga. La baja tasa de natalidad de 8,4 nacimientos por cada 1.000 habitantes, según el INE, ha puesto en duda el sistema de pensiones, pues no habrá trabajadores suficientes en un futuro próximo para cubrir las pensiones de tantos jubilados.
Por ello, se están buscando alternativas que permitan volver a llenar esa hucha de las pensiones, que ha bajado hasta los 8.000 millones, cuando antes de la crisis había más de 60.000, ya sea vía impuestos, u otro tipo de contribución pública. No obstante, el Gobierno ya ha aconsejado a los ciudadanos es que tengan un plan B.
Aunque no se prevé que las pensiones se vayan a agotar de forma radical, es posible que baje su cuantía, rebajando notablemente el nivel de vida de los jubilados. Por ello, ese plan B pasa necesariamente por una alternativa privada. Justo aquí entran en escena los planes de pensiones: permiten ir haciendo una ‘hucha’ de cara al final de la vida laboral. De modo que, cuando nos jubilemos, dispongamos de una cuantía ahorrada suficiente para vivir sin pasar estrecheces porque no nos alcance con la paga del Estado. Pero ya sabemos que en España el ahorro no es uno de los puntos fuertes.
A día de hoy, cerca de 10 millones de españoles tienen abierto un plan de pensiones privado. Sin embargo, el informe anual de las Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones (Inverco) de 2017 revela que cerca del 70% de esos partícipes no había hecho ninguna aportación durante ese año: clara evidencia de que a los españoles nos cuesta guardar para la jubilación.
Si queremos tener la jubilación que merecemos, hay que empezar cuanto antes. Porque así nos costará menos ahorrar, ya que podremos hacerlo en cantidades menores que si lo empezamos más tarde, cuando apure el tiempo. El objetivo es tener un plan de pensiones a los 30 años, sin quedarnos con la cuenta a cero cada mes.
Trucos para hacer tu plan de pensiones sin sufrir
Considerando la debilidad del sistema público de pensiones, la intención es ir metiendo dinero en un plan de pensiones poco a poco cuando alcanzamos la treintena. Todavía tenemos una larga vida laboral por delante y tiempo de ahorrar lo suficiente. Y todo ello sin grandes sacrificios.
El truco es ser precavido, metódico y práctico. Con esas tres premisas, se puede conseguir llegar a todo y ahorrar de cara a la jubilación en una edad en la que los gastos son mayores por la cantidad de planes de ocio y compromisos sociales que se suele tener.
Para empezar, algo que repetimos mucho en el blog de Self Bank, lo fundamental es hacer un presupuesto. Con nuestros ingresos y gastos fijos de cada mes por delante, es más fácil conocer cuánto destinar al plan de pensiones sin que nos cause estrecheces. Este presupuesto hay que hacerlo de forma honesta y es mejor pasarse que quedarse corto. Es decir, es preferible hacer una estimación de gastos elevada para tener el suficiente dinero disponible para cubrirla.
En esa previsión hay que incluir los gastos fijos (alquiler/hipoteca, facturas, abono transporte/gasolina, comida, etc-) más los accesorios, como puede ser ropa nueva, salidas, la cuota del gimnasio y demás. Cuando hayamos cubierto esos gastos, podremos ver qué cantidad destinamos al plan de pensiones y qué parte dejamos en la cuenta, para los imprevistos. No te preocupes si la cantidad sobrante para la jubilación es baja, porque si te sobra más de la cuenta puedes ajustarlo a medida te vayas adaptando a la nueva situación.
En segundo lugar, con ese presupuesto hecho, nos planteamos cómo reducir gastos. Porque seguro que todos los meses hay alguno que no es estrictamente necesario. Pensemos en alguna suscripción, un capricho, o esos pequeños gastos del día a día que no llevan a nada y que solo dejan un vacío en nuestro bolsillo (cafés, comer fuera de casa por la pereza de no llevar comida de casa al lugar de trabajo, etc.). Recortando en esos gastos superfluos, podremos destinar más para nuestra futura pensión.
Por otro lado, como las aportaciones a estos planes no tienen por qué ser mensuales, es conveniente empezar probando con trimestrales o bimensuales, de ese modo costará menos quitarse parte del sueldo para guardarlo ‘sine die’. Lo bueno de los planes actuales es que son más flexibles y permiten ajustar las aportaciones a nuestro estado económico.
Otra forma práctica para arrancar nuestro plan a los 30 es hacer una hucha física con la calderilla que nos queda en el bolsillo cada día. Por ejemplo, poniendo un euro o dos en esa hucha durante un año y con lo ahorrado empezar el plan de pensiones. Así nos acostumbraremos a una nueva rutina de ahorro que nos permita guardar para la jubilación.
El objetivo, en resumidas cuentas, es abrir un plan sin sacrificios enormes cuando somos jóvenes, para adaptarnos pronto a esa nueva rutina de ahorro. Tenemos que pensar que, de esa forma, podremos disfrutar de una jubilación mejor, en la que tendremos nuestra recompensa por toda una vida trabajando y ahorrando.