Quien no arriesga en inversiones, no gana…tanto

¿Te suena Elba de Pádua Lima? Probablemente, para nada. Si te decimos que fue un jugador y entrenador de fútbol brasileño de la primera mitad del siglo XX, seguro que acabamos de despistarte del todo. ¿Qué pinta un jugador de fútbol en una entrada sobre inversiones? Pues como podrás comprobar a continuación, mucho más de lo que te puedas imaginar.

El mencionado futbolista brasileño es el autor de una de las muchas frases célebres que nos ha dejado la historia de ese deporte: “El fútbol es una manta corta: si te tapas los pies te descubres la cabeza, y si te tapas la cabeza te descubres los pies”. Suponemos que ahora entenderás por qué hemos decidido presentarte a Elba de Pádua Lima.

En efecto, porque esa manta con la que comparó el fútbol también nos sirve para entender uno de los grandes condicionantes de las inversiones: el compromiso entre la rentabilidad y el riesgo. Si quieres tener los pies bien calentitos (no asumir riesgos en tus inversiones), la cabeza va a quedar descubierta (menor rentabilidad). Sin embargo, si lo que quieres es tener la cabeza calentita (rentabilidades más atractivas), vas a tener que pasar frío en los pies asumiendo mayores riesgos. Y es que, en esto de las inversiones, no existen mantas largas.

La rentabilidad y el riesgo no son independientes

Como te hemos explicado con el ejemplo de la manta, existe una constante en el mundo de las inversiones de la que debes ser totalmente consciente: no puedes esperar rentabilidades importantes en base a productos que tiene un riesgo reducido. Eres tú quien decide qué te interesa en cada momento.

Si el dinero que vas a invertir procede de unos ahorros que puedes necesitar para algo, quizás sea conveniente dar mayor importancia a la seguridad de la inversión, esperando unas rentabilidades más ajustadas, pero que no pondrán en peligro esa cantidad de dinero que tanto te ha costado juntar. Cuentas remuneradas, depósitos bancarios o incluso algunos productos de renta fija son una buena opción en estos casos.

Sin embargo, si el importe a invertir son unos ahorros extra que puedes asumir perder parcial o totalmente, quizás valga la pena asumir un riesgo algo superior buscando rentabilidades más altas que las que obtendríamos con los productos mencionados anteriormente. Claros ejemplos de estos productos son los fondos de inversión o la renta variable en general.

Debes tener clara una cosa: es cierto que estos productos de mayor riesgo pueden darte rentabilidades de dos dígitos. Claro que puedes ganar un 15% con ellos. Pero eso es precisamente debido a que también puedes perder un 15%, lo cual es algo de lo que debes ser muy consciente en todo momento antes de lanzarte a invertir. Si no estás dispuesto a invertir, confórmate con una rentabilidad del 2%, por ejemplo, pero con unas mayores garantías de que, en el momento de rescatar esa inversión, tendrás a tu disposición el 100% del dinero que invertiste.

Para terminar, una observación: las inversiones chollo no existen. Ninguna inversión te va a dar dos dígitos de rentabilidad con una garantía total del 100% de tu capital. Si alguien te presenta un producto así, puedes dudar de él con pleno derecho. No en vano, la rentabilidad sobre el dinero invertido es algo que se propone al inversor para atraer su inversión a pesar del riesgo asociado. Si no hay riesgo asociado, nadie te va a dar rentabilidades astronómicas. Un ejemplo extremo de esto es lo que ha ocurrido en alguna ocasión con la deuda pública alemana, que se considera uno de los activos más seguros del mundo: en momentos de máxima incertidumbre, la deuda pública alemana ha llegado a  dar rentabilidades negativas (es decir, en vez de recibir dinero por comprar esa deuda estamos pagando por estar invertidos, a cambio, eso sí, de la máxima garantía de seguridad).

El tercer factor de la ecuación: la liquidez

Tampoco debe olvidarse otro de los factores más críticos a la hora de valorar una inversión, que no es otro que la liquidez. La liquidez mide la posibilidad de volver a tener el importe invertido en nuestra cuenta corriente (líquido) rápidamente. Es decir, si yo quiero recuperar 1.000 euros que tengo invertidos en un determinado producto y debo esperarme 1 año, ese producto no será tan líquido como tenerlo en una cuenta remunerada en la que, con una simple orden, mi dinero está disponible para sacarlo de un cajero en apenas unas horas.

Como sabrás, tener ese dinero disponible cuando nosotros queramos supone necesariamente optar a rentabilidades inferiores. No se puede “remunerar” igual un dinero con el que se puede contar en un plazo determinado, que un dinero que hoy está y mañana puede no estar.

Como en los casos anteriores, sería recomendable optar por productos más líquidos en el caso de dinero ahorrado que puedas necesitar en cualquier momento.