El capital natural está formado por los activos de la naturaleza. En cifras, más de la mitad del PIB global —unos 44 billones de dólares— dependen de los recursos naturales, según estimaciones de diversas fuentes como el Foro Económico Mundial.
Estos activos pueden ser renovables, como las cosas vivas que pueden regenerarse y nunca agotarse, o las no renovables, del tipo combustibles fósiles o minerales, que existen en cantidades finitas.
Naturaleza, capital natural
Los servicios a los ecosistemas o beneficios de la naturaleza incluyen comida y agua, captura de CO2, polinización, hábitats para la vida salvaje o la protección del suelo contra la erosión o las inundaciones. Y la combinación de suelos, especies, comunidades, hábitats y paisajes que proporcionan estos servicios a los ecosistemas se denominan activos de la naturaleza.
Así, la idea de entender la naturaleza como un capital natural, reconociendo el verdadero valor de sus activos, ha crecido en popularidad desde que se empezó a utilizar el término en los años 70. Naciones Unidas anima a los gobiernos a que miren más allá del PIB.
La actividad humana ha provocado cambios en el clima que ponen en peligro nuestra propia existencia. Pero el cambio climático no es el único problema. Los perjuicios al medio ambiente y la destrucción de la biodiversidad suponen también un riesgo comparable.
Estos activos que proporciona la naturaleza son el principal recurso de la economía a nivel mundial. Tanto si se trata del agua, de la biodiversidad o de la polinización, la naturaleza proporciona la mayoría del capital que precisan las organizaciones para producir los bienes y servicios que utilizamos.
¿Qué diferencia al capital natural de otros tipos de capitales?
Capital natural
“El capital natural es diferente de otras fuentes de capital porque no se puede producir”, señala Dieter Helm, profesor de política económica de la Universidad de Oxford.
Capital producido
La maquinaría, vehículos, inmuebles y otros bienes manufacturados son capital producido. Los humanos hemos transformado las materias de nuestro alrededor en capital que utilizamos en las manufacturas.
De esa manera, aunque las materias primas como los hidrocarburos ya están en la naturaleza, nos valemos de máquinas para obtenerlos y transformarlos en otros productos diarios como los combustibles o los plásticos.
Capital humano
Por último, existe el denominado como capital humano, que se refiere al conocimiento, juicio y experiencia que son la parte en la que contribuimos las personas.
Estas tres fuentes son los pilares de toda la actividad económica.
Tipos de capital natural
El capital natural se divide en renovable y no renovable, como pueden ser los hidrocarburos, que solo pueden usarse una vez. La preocupación no es que se estén utilizando estos activos naturales sin limitación, sino que, si una generación los agota, no estarán disponibles para generaciones posteriores.
Sin embargo, los capitales renovables, frente a los otros capitales, proporcionan beneficios eternamente, siempre que puedan regenerarse tras su uso. Por ejemplo, las reservas piscícolas. Si capturamos esos peces sin caer en la sobrepesca, nuestros hijos y nietos podrán también disfrutar de esos pescados.
En cierto sentido, el capital natural es muy parecido a la biodiversidad solo que además de a los organismos vivos, incluye el trasvase de servicios a los ecosistemas desde esta misma biodiversidad.
¿Se puede medir el capital natural en términos económicos?
El capital natural es clave para la existencia, pero no se lo reconoce como un bien financiero. Esto implica que la verdadera importancia de la naturaleza no se está valorando cuando se mide el crecimiento económico.
Y esto es precisamente lo que se pretende cambiar. Porque deberíamos percibir la naturaleza como un activo financiero más y valorarla igual que hacemos con los demás recursos de una compañía para así poder considerarla en su justa medida.
Como adelantábamos, más de la mitad del PIB global, unos 44 billones de dólares dependen de los recursos naturales. Por este motivo, la degradación del capital natural (la destrucción de la biodiversidad o el agotamiento de los recursos renovables) también supone un peligro cierto para las compañías, sus ganancias y para los inversores.
No en vano, si se valorase el factor capital natural en las empresas de ciertos sectores como la agricultura o la pesca que dependen de él, probablemente sus valoraciones se actualizarían.
Por ejemplo, el World Wildlife Fund estima un coste de 10 billones de dólares globalmente por culpa del cambio climático entre los años 2011 y 2050.
¿Qué medidas han tomado los inversores?
Según la gestora británica Schroders, los riesgos económicos que tienen relación directa con la (pérdida de la) biodiversidad no han sido valorados hasta ahora por la mayoría de los inversores.
Sin embargo, sí pueden decidir poner su dinero en empresas que cuidan el entorno y entender la dependencia de las mismas en el buen uso del capital natural. Dicho de otro modo, ser partícipes de las inversiones que hagan las empresas cuyas acciones compran e impulsar las buenas prácticas empresariales.
Un ejemplo de todo ello es la fuerte demanda que recibió en septiembre de 2021 la primera emisión de bonos verdes del Tesoro español y con la que se pretendía financiar inversiones en el transporte ferroviario eléctrico, así como otros proyectos medioambientales.
La operativa con productos cotizados está dirigida a inversores que deben tener experiencia y conocimientos financieros suficientes para invertir en ellos. La inversión en estos productos requiere una vigilancia constante de la posición ya que comportan un alto riesgo y se puede perder el 100% del capital invertido.
Antes de efectuar cualquier contratación, es recomendable informarse legal, regulatoria y fiscalmente sobre las consecuencias de una inversión.
Las decisiones que cada inversor adopte, tanto de inversión como de nivel de delegación y asesoramiento, son su responsabilidad.
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