Vivimos en una sociedad consumista o de consumo, como cada uno quiera llamarlo, una sociedad donde todo está enfocado al gasto. Aunque cada paso que damos, sobre todo en las grandes ciudades, vaya acompañado de un gasto, cada uno debería ser consciente de dónde invierte o a qué destina su dinero. ¿Qué dicen tus gastos de ti?
El consumo tiene muchos rasgos psicológicos. Las empresas y los negocios lo saben y por eso intentan llamar nuestra atención con múltiples técnicas que apelan a nuestra consciencia, o mejor dicho, inconsciencia. De hecho, en los últimos años se está imponiendo una disciplina llamada neuromarketing, por la que se estudia el comportamiento del cerebro humano para convertir los productos en más apetecibles para el consumidor.
El consumo mezcla la economía pura y dura con muchos aspectos de la psicología. Al igual que la mayoría de nuestros gestos, el gasto también dice mucho de cómo somos, de qué nos gusta, de a qué cosas damos prioridad… Todo un conjunto de rasgos que vamos a sintetizar a continuación.
Dime en qué gastas y te diré cómo eres
Lo primero y básico que dicen nuestros gastos de nosotros es si somos personas ahorrativas y cuidadosas con el dinero, o todo lo contrario. Partamos de la base de que no todos contamos con el mismo capital disponible y centrémonos en el ciudadano medio, porque evidentemente, las grandes fortunas no miran tanto los precios -aunque muchos de los grandes patrimonios se han logrado gracias a su capacidad para no derrochar-.
Si eres de los que aprovecha las rebajas, que mira bien los precios antes de comprar algo, que intenta pillar las mejores ofertas, que compara el coste de los productos en diferentes comercios y, sobre todo, que compra según sus necesidades, y no sus impulsos, entonces eres cuidadoso con tu dinero y muy cauto y pocas veces caes en el derroche.
Sin embargo, si compras sin fijarte mucho en el precio, si no te dejas un capricho en el tintero y ni tan siquiera sabes la cantidad de cosas que acumulas, entonces no tienes muy en cuenta la salud de tu economía. De hecho, las personas que son así no suelen llevar mucho control de sus cuentas, algo que no es nada recomendable.
Como en todo, en el punto medio está la virtud, por lo que no se trata de ser un huraño ni tampoco de tirar el dinero, simplemente hay que ser consciente de qué se compra, cuánto cuesta y por qué se compra. Si reutilizamos ropa y productos, si consumimos en comercios locales, si nos hacemos un presupuesto mensual y distribuimos nuestros gastos, no será complicado ahorrar un poco cada mes y, además, permitirse algún capricho.
Por otro lado, como es evidente, nuestros gastos dicen mucho de cuáles son nuestros gustos. Unos destinan más dinero a comprarse ropa, otros a comprar las últimas novedades de tecnología y electrónica, otros a planes de ocio y a salidas, otros a viajes…
Igualmente, delata si somos personas solteras o estamos casadas y tenemos familia. Es especialmente curioso examinar los diferentes desembolsos de personas con y sin hijos. Las primeras, personas con hijos, dedican buena parte de su salario a sus hijos, sobre todo si son pequeños. No es solo la comida, es también ropa, medicinas, juguetes y material escolar en el caso de que ya vayan a clase. Además, las actividades escolares a las que acuden también cuestan un dinero considerable.
Por el contrario, como es lógico, las personas sin hijos se dedican más ellas mismas y la mayor parte de sus gastos personales son hacia su propia persona. Y aquí entra en juego la edad: porque si de jóvenes solemos ser más caprichosos, cuando vamos cumpliendo años empezamos a ser conscientes de que hay que invertir en cosas duraderas, como una casa, un coche e incluso en productos de ahorro de cara a la jubilación.
Aunque en el caso de España, por desgracia, todavía estamos a la cola de Europa en lo que respecta a inversión en planes de pensiones y otros productos de ahorro, como los fondos de inversión. Vivimos mucho más el día a día y todavía somos reticentes a pensar dentro de poco van a ser casi vitales, pues las pensiones públicas tienen el futuro muy comprometido.
¿Eres ‘eco’?
Ante el voraz cambio climático, los ciudadanos han alzado la voz para exigir a gobiernos y empresas que cesen de perjudicar el medio ambiente y empujen hacia un verdadero cambio a través de políticas respetuosas con el entorno.
Este sentimiento ecológico se ha trasladado a la esfera del consumo, y ya hoy encontramos productos eco en todas partes. Empezando por la alimentación. Las tiendas de proximidad cada vez tienen más adeptos y los consumidores buscan productos frescos y de producción local cada vez más naturales.
Los grandes supermercados también se han puesto las pilas y ya ofrecen variedades ‘eco’ para los amantes de una alimentación más respetuosa con el medio y con el propio organismo, desterrando ultraprocesados y químicos.
Quien más quien y quien menos, se ha sumado a este tipo de alimentación. Hay quienes solo consumen estos productos y quienes los toman de vez en cuando o solo compran algunos, pues son más caros que los tradicionales.
Según la Secretaría General de Agricultura y Alimentación, estos productos han crecido su cifra de ventas un 10% a lo largo de 2018. Aunque, de media, cada español solo gasta 46 euros anuales en productos ecológicos, España es líder en producción eco, superando ya las dos millones de hectáreas cultivadas
Igual pasa en el textil. Cada vez más marcas apuestan por tejidos sostenibles y orgánicos. La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo y muchos la culpan de los problemas actuales. No en vano, muchas personas han dado de lado a este tipo de firmas y apuestan por vestir de segunda mano, reutilizar ropa o intercambiarla. Otra tendencia es comprar menos y de más calidad, aunque gasten más, así se aseguran que las prendas duren más tiempo. Igualmente, han aparecido diseñadores y marcas que solo diseñan con materiales reciclados y veganos que cada día ganan popularidad.
Y es que el consumo desaforado de ropa es algo que empieza a estar muy mal visto y ahora casi todos somos más cautelosos. Por ello, también las grandes firmas y el ‘fast fashion’ han tomado nota y han comenzado su particular ‘reciclaje’.
La preocupación por el planeta también está reflejada en nuestros gastos y, en este aspecto, en casi todos los ámbitos de consumo. Nuestra ideología y forma de ver el mundo también está impresa en cómo gastamos el dinero. Con estas pinceladas podemos comprobar cómo nuestra forma de distribuir el dinero dice mucho de nuestra personalidad y de la manera que tenemos de ver la vida y el entorno. Porque muchas veces, para cambiar de actitud en la vida, hay que prestar atención a cómo gastamos e introducir pequeños cambios que nuestra cartera y el planeta agradecerán.