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¿Planifica tus activos o planifica tu volatilidad?

Los inversores dedicamos mucho tiempo a pensar y escoger activos que creemos nos van a aportar la máxima rentabilidad. A todos nos gusta la idea de escoger una acción que poco después de comprar se dispara y multiplica nuestro dinero. Hay muchas formas de analizar una empresa candidata a entrar en nuestra cartera. ¿Planificas tus activos o tu volatilidad?

¿Fundamental o técnico?

Algunos inversores centran su análisis en los fundamentales. Esto consiste en comprender el negocio de la empresa, estudiar los números de sus estados financieros y comprender cómo gana dinero el negocio de la empresa. La idea que está detrás de esta forma de comprender el mercado y las acciones es que ser accionista supone ser dueño de una parte del negocio y de sus beneficios futuros. Esto quiere decir que si el negocio de la empresa prospera, sus acciones a largo plazo reflejarán esa realidad económica y se revalorizarán. 

Otros prefieren el análisis técnico: se centra en el estudio del precio de la acción y su evolución a lo largo del tiempo. Observando otros parámetros como el volumen de contratación, los analistas técnicos intentan encontrar patrones que se repiten en el tiempo. Herramientas como la psicología de los inversores y su comportamiento cíclico también ayudan en este tipo de análisis.

Nos damos cuenta que ambos tipos de análisis están centrados en localizar activos en los que invertir. Pero como cualquier inversor con experiencia sabe, esto es sólo parte del proceso de construir una buena cartera de inversión. Cómo combinar todos los activos en nuestra cartera, y qué ponderación darles es igual o más importante, ya que será un ingrediente fundamental en obtener un buen resultado final.

Entender las características de los activos en los que invertimos

Cada activo tiene unas características y una naturaleza. Esto quiere decir que se comporta de forma diferente, según el contexto. Por ejemplo, hay empresas en crecimiento que presentan un aumento muy fuerte en sus ventas cada año, pero tienen un apalancamiento operativo grande; si se entra en una recesión económica y sus ventas se resienten, los beneficios pueden esfumarse rápidamente.

La volatilidad de esta clase de acciones no será la misma que la volatilidad de una empresa con un negocio estable, maduro y recurrente. Cuando hay turbulencias en los mercados, cada activo se comporta de una forma diferente y su precio puede fluctuar más intensamente o menos. Hay diferentes formas de medir la volatilidad de las acciones. Una de las preferidas en el mundo académico es la beta de una acción: cada acción tiene una beta, es decir, unas características de volatilidad, diferentes.

No es lo mismo el destino que el camino

El grado de volatilidad de un activo importa. Y no siempre va ligado a nuestra rentabilidad esperada. Pongamos que hemos realizado un análisis de una empresa que cotiza a 100 euros y llegamos a la conclusión de que debería cotizar un 20% por encima, es decir, le asignamos un valor intrínseco de 120 euros. Siendo nuestro análisis correcto, y llegando a valer 120 euros en el plazo de un año, no es lo mismo que a los seis meses cotice a 50 y luego suba a 120, que vaya subiendo progresivamente, valiendo 110 a los seis meses y finalmente 120 euros transcurrido un año.

Aunque el resultado final sea el mismo, el camino seguido importa y tiene muchas implicaciones en la gestión de nuestra cartera.

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¿Por qué importa tanto la volatilidad?

Algunos podrían decir que puesto que el resultado final ha sido el mismo, realmente el camino es indiferente. La realidad es que la mejor estrategia de inversión es aquella que se puede mantener en el tiempo. Muchos inversores tirarían la toalla al ver su cartera caer un 50%. El miedo y la incertidumbre son emociones muy potentes, y nos pueden llevar a actuar equivocadamente a largo plazo para aliviar nuestra ansiedad en el corto plazo.

El conjunto no sólo es la suma de las partes

Como hemos visto, la volatilidad de los activos en los que invertimos importa, pero más importante todavía es comprender cómo interactúan el conjunto de esos activos en nuestra cartera. Si logramos una buena combinación de activos, incluyendo algunos que tiendan a ir descorrelacionados con el mercado de renta variable general, podemos conseguir que la volatilidad total de nuestra cartera no sea tan fuerte cuando la bolsa sufra fuertes correcciones.

Uno de los activos más frecuentemente utilizados para este fin es el oro. Históricamente se ha visto como valor refugio y, por tanto, ha tendido a revalorizarse en momentos de pánico bursátil. Pero independientemente del activo en concreto, lo importante es analizar nuestra cartera desde el punto de vista de su posible volatilidad. Este análisis nos ayudará a comprender cómo puede evolucionar en el tiempo y hacer una buena gestión del riesgo. 

La operativa con productos cotizados está dirigida a inversores que deben tener experiencia y conocimientos financieros suficientes para invertir en ellos. La inversión en estos productos requiere una vigilancia constante de la posición ya que comportan un alto riesgo y se puede perder el 100% del capital invertido.

Antes de efectuar cualquier contratación, es recomendable informarse legal, regulatoria y fiscalmente sobre las consecuencias de una inversión.

Las decisiones que cada inversor adopte, tanto de inversión como de nivel de delegación y asesoramiento, son su responsabilidad.

Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.

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