El tiempo pasa volando. Un día tus hijos son pequeños y al siguiente están a punto de empezar la universidad. Y es en ese momento cuando quizá echemos la vista atrás y, con cierta nostalgia, pensemos que deberíamos haber contemplado esta situación mucho antes. Porque quizá no disponemos de tanto dinero como el que necesita un universitario para cubrir sus estudios.
La universidad en España, aunque sea pública, exige el pago de unas tasas que en los últimos años han subido de forma considerable. Además, el material que necesita un joven en la universidad es mucho más caro que el del colegio, con manuales, en muchos casos, que no bajan de los 100 euros. Pero no solo eso. Porque la mayoría de las veces los jóvenes se marchan a otras ciudades a estudiar.
La época universitaria es decisiva, por ello los jóvenes eligen las universidades mejores para sus respectivas especialidades. A veces implica que sean privadas o que tengan que cambiar de ciudad o de país. Lo raro es tener la universidad que uno necesita al lado de casa. Hablamos de unos gastos considerables que no todas las familias pueden cubrir sin la adecuada planificación.
Para que esto no te suceda y no te encuentres en una tesitura complicada cuando tus hijos vayan a la universidad, deberías empezar a pensar en ello ya. Cuanto antes pongas en marcha un plan de ahorro destinado a la época universitaria de tus hijos, mejores opciones podrán tener para estudiar y más tranquilos estaréis todos en casa. Puede que parezca muy difícil, pero si te pones a ello pronto no te costará tomarlo como un hábito.
Plan de ahorro universitario
Acostumbrarnos a ahorrar todos los meses es algo que deberíamos hacer sin excepción, tengamos gastos previstos a futuro o no, porque nunca sabemos lo que puede pasar y cuando nos podríamos ver en una situación complicada en que necesites dinero extra. Ya debería ser un mantra; pero si no lo es, pensar en el futuro de tus hijos puede ser el aliciente definitivo, pues ¿quién no quiere lo mejor para ellos? Manos a la obra.
¿Cómo? A través de pequeños gestos que en el futuro tendrán un gran significado. Lo primero que podrías hacer es abrir una cuenta de ahorro específica para ello. Esa cuenta debe estar a nombre de tu hijo y no deberías tocarla nada más que para ingresar dinero. Y lo más importante es tomar el hábito de hacerlo, pues no tiene sentido abrir la cuenta, meter dinero un par de veces y olvidarse para siempre. Se trata de ser constante.
Esa cuenta puede ir creciendo de varias formas. En primer lugar, con todo el dinero que le regalen familiares, amigos, etc. Muchas personas cercanas cuando los niños van quemando etapas —nacimiento, bautizo, comunión, graduación— les dan dinero como obsequio, sobre todo los abuelos o padrinos. Todo ese dinero, a no ser que necesite algo muy urgentemente, debería ir a esa cuenta y no tocarlo. Así no serás el único que aporte para sus estudios.
Aunque, por otro lado, también puedes ‘regalar’ a tu hijo dinero para su futuro. Si en lugar de comprarle juguetes y ropa por doquier —muchas veces nos pasamos y lo sabemos— haces ingresos recurrentes a su cuenta de ahorro, después lo agradecerás y él también. Porque no necesitan tantas cosas y es mejor destinar ese dinero a algo que luego sí va a ser muy necesario.
Por otra parte, cuando ya vaya siendo más mayor y pida una paga, puedes pactar con él darle una cantidad más modesta en mano y otra en la cuenta para sus estudios futuros. Igualmente, un chico en la preadolescencia no necesita grandes cantidades de dinero, mejor ir ahorrando para cuando sí que lo necesite.
Otra opción es, si tus ingresos mensuales te lo permiten, ir separando una pequeña parte cada mes para la cuenta universitaria. Esta opción te va a requerir mucha constancia y fuerza de voluntad, pero si puedes permitirtelo, no lo dudes, porque ganarás en tranquilidad ya que no será necesario aportar grandes cantidades de una sola vez de forma precipitada.
Así, puedes ir confeccionando esa hucha prácticamente desde que nacen, para que el día de mañana no te veas apurado. Al final, el ahorro solo requiere de paciencia y constancia, y también fuerza de voluntad, porque la sociedad empuja al gasto recurrente. Pero con el objetivo de dar lo mejor a tus hijos en mente, no habrá nada que pueda detenerte.