Uno de los debates más recurrentes de los últimos años en España y en gran parte de los países desarrollados es qué hacer con el sistema de pensiones.
En los últimos tiempos, se han escuchado diversas propuestas de algunos partidos políticos, en el sentido de blindar las subidas de las pensiones, para tratar de que no pierdan poder adquisitivo. Sin embargo, el aumento de la longevidad, que en el caso de nuestro país nos ha situado como el segundo país con mayor esperanza de vida, con 83 años, solo por detrás de Japón, ha traído consigo una consecuencia no deseada, el déficit de la Seguridad Social.
Este déficit de los últimos años no solo se ha comido la (mal) llamada hucha de las pensiones (que llegó a tener en 2011 más de 66.000 millones de euros), sino que también ha generado una deuda de la Seguridad Social con el Estado que supera ya los 50.000 millones de euros. Es decir, que en solo unos años, se ha generado un déficit superior a 100.000 millones de euros.
¿Cómo se ha llegado a la situación actual?
El dinero recaudado por las cotizaciones es insuficiente para pagar las pensiones. Según los datos del último año, se ingresan unos 115.000 millones al año, mientras que los pagos superan los 140.000 millones. Hay varios factores que explican este desfase:
- El aumento de la esperanza de vida es uno de ellos; un estudio reciente del Instituto de Actuarios Españoles (IAE), estima que cada pensionista recibe, de media, un 30% más de lo cotizado durante su vida, ya que cotiza lo suficiente para unos 12-13 años, pero cobra, de media, unos 17.
- Por otra parte, hay que tener en cuenta que el sistema español de pensiones es de reparto. Quiere decir que las pensiones de los jubilados las sufragan las personas que están trabajando en ese momento con sus cotizaciones. El problema es que hoy en día, las pensiones medias son más altas, mientras que los sueldos de los trabajadores que las sostienen son en muchos casos bastante reducidos.
- Además, el número de pensiones ha crecido enormemente en los últimos años, rozando ya los 10 millones, mientras que los cotizantes, a pesar de su recuperación, están por debajo de 20 millones, lo cual es insuficiente.
La evolución del importe destinado al pago de pensiones también resulta preocupante. En los últimos 20 años, se ha multiplicado prácticamente por 3, pasando de los poco más de 50.000 millones anuales del año 2000 a los más de 150.000 que se prevén para el año que viene.
Qué sucederá en el futuro
Sin un cambio estructural, la situación probablemente será peor en los próximos años, ya que la jubilación del llamado baby boom provocará un gran incremento del número de pensiones.
Para que nos hagamos una idea de cómo ha cambiado la situación en los últimos 40 años, en el inicio de la Transición, en 1975, por cada 100 personas en edad de trabajar, solo había 20 que superaran los 65 años.
En 2015, esta cifra había subido a 30. Para el año 2050 se calcula que, de seguir la actual evolución de la población, habrá 76 personas mayores de 65 por cada 100 en edad de trabajar.
Esto es debido al incremento de la esperanza de vida y a la reducción de la natalidad. Se calcula que el índice de fecundidad para reemplazar la población se sitúa alrededor de 2 hijos por mujer, mientras que en España se sitúa actualmente en un exiguo 1,25.
Por su parte, la tasa de natalidad (número de nacimientos por cada 1.000 habitantes) se ha reducido desde 20, hasta 7-8 en la actualidad.
Tradicionalmente, se calculaba que hacían falta dos cotizantes por cada pensión, para sostener el sistema. Sin embargo, si continúa la evolución anteriormente comentada, el ratio en 2050 sería de apenas 1,3. Una situación que no sería sostenible.
¿Qué se puede hacer para que el sistema sea sostenible? Soluciones políticas
Tal y como hemos visto, el problema del sistema de pensiones es crónico, no se va a resolver por sí mismo, y no solo eso, sino que en vez de mejorar, tiende a empeorar. Vamos a descomponer el problema en partes:
Hay pocos cotizantes y/o cotizan poco:
Habría que establecer políticas de natalidad y conciliación que favorezcan el crecimiento de la tasa de nacimientos, y definir políticas migratorias claras, de manera que puedan venir a trabajar a España los millones de trabajadores que se van a necesitar. Son políticas a largo plazo, y que posiblemente requieran de grandes pactos de estado.
Incrementar los ingresos:
Otras vías para reducir el déficit sería aumentar las cotizaciones sociales o financiar parte de los pagos por medio de otros impuestos. Tanto en un caso como en otro, esta solución tiene un límite, ya que no se puede sobrecargar a los cotizantes de impuestos, y puede tener otros efectos contraproducentes (por ejemplo, sobre la creación de empleo).
Reducir los gastos:
Las pensiones cada vez son más altas; no solo se incrementa el volumen global de las pensiones, sino que cada vez, los pensionistas cobran más de media, ya que los que están entrando a cobrar la jubilación cobran más que los que fallecen.
En España, la tasa de reposición (porcentaje del último salario que se cobra como jubilación) ronda el 80%, mientras que la media de la OCDE está por debajo del 60%. Posiblemente se llegue a un punto en el que la solución sea no ya subir las pensiones con relación al IPC o menos, sino reducirlas, hasta situarse en línea con otros países.
Otras posibilidades para reducir los gastos son aumentar el número de años necesarios para obtener la pensión completa y/o incrementar la edad de jubilación. Tras el período transitorio definido en la última gran reforma de las pensiones se situará en 67 años, pero dado el incremento de la esperanza de vida, no sería descartable que se plantease otra subida hasta los 69-70 años.
¿Qué puede hacer cada uno?
Los remedios que hemos visto en el apartado anterior son soluciones políticas, que deberían adoptar los gobernantes, más pronto o más tarde. Además, en muchos casos, serán medidas que afectarán a la economía personal, bien porque aumenten los impuestos o bien porque reduzcan la cuantía de las pensiones que vamos a percibir en el futuro.
Por ello, desde un punto de vista personal, lo que hay que hacer es algo que hemos propuesto en este blog innumerables veces: ¡empieza a ahorrar!
El debate no es cuánto van a subir las pensiones públicas, ni si las va a haber o no, sino cuánto se reducirán en el futuro. Entonces, lo mejor es que comencemos a pensar en cómo complementar esa pensión pública, bien con un plan de pensiones o con cualquier otro tipo de producto alternativo a estos: planes de previsión, planes de ahorro…
Lo fundamental es mentalizarse, tener clara cuál es la realidad del sistema de pensiones actual, qué podría suceder, y que, con independencia de las propuestas políticas que haya para arreglarlo, cada uno debería tomar las medidas que están a su alcance.
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