En los últimos años, hemos tenido diversas noticias en relación a las pensiones públicas: congelación de las mismas o subidas mínimas, descenso pronunciado de la hucha de las pensiones, o incluso, alertas sobre las sostenibilidad del propio sistema, como consecuencia del progresivo envejecimiento de la población y de la elevada tasa de paro existente.
Aunque la situación ha empeorado, quizás no sea tan grave como parece. En cualquier caso, todo este bombardeo de noticias hace que muchos se planteen complementar su futura pensión a través de algún sistema. Los planes de pensiones se llevan la palma en este sentido, debido a algunas de sus características, como la flexibilidad en las aportaciones, la posibilidad de ir cambiando de plan sin coste (lo que permite adecuar la estrategia de inversión en función del riesgo que se quiera asumir) o la reducción de la base imponible del IRPF, que permite pagar menos impuestos.
A continuación, veremos qué hay de cierto en esto, porque la realidad es que, en los planes de pensiones, no es oro todo lo que reluce, sino que hay afirmaciones que pueden no ser engañosas, ser medias verdades o, cuando menos, ser ampliamente discutibles. Veamos algunas de ellas.
Es Imprescindible abrir un plan para complementar la pensión pública
Para empezar, nadie conoce el futuro. Es verdad que es recomendable ahorrar y tener un colchón financiero. También es cierto que la población envejece, ya que cada vez se vive más años, y, debido a la estructura poblacional española (como consecuencia del baby boom de los años sesenta y setenta), se prevén millones de jubilaciones en la próxima década.
Pero nadie sabe cómo va a evolucionar la economía española (quizás vaya muy bien y haya muchos más cotizantes, aunque tengan que venir de fuera). Y, además, existen diversas alternativas a los planes de pensiones, que pueden resultar tanto o más ventajosas que éstos. No conviene ceñirse a una única opción, sino que siempre hay que mirar más posibilidades.
Los planes de pensiones son flexibles
Se suele hacer hincapié en algunas de las ventajas citadas al principio, pero lo cierto es que también presentan algunas rigideces que los limitan considerablemente; en especial, el momento en que se puede rescatar el dinero, ya que sólo puede hacerse en circunstancias muy concretas: jubilación, enfermedad grave, invalidez, desempleo de larga duración, dependencia severa, gran dependencia o fallecimiento del partícipe.
Son rentables
Muchas veces se informa de la rentabilidad en un período amplio de tiempo (10 años, 30 años…). Si se calcula cuál es la rentabilidad anual del plan, se reduce a un porcentaje en muchas ocasiones inferior al IPC, con lo cual, de hecho, se está perdiendo valor. Además, muchos de ellos tienen unas comisiones elevadas, aspecto que deberemos tener en cuenta a la hora de considerar la contratación de un plan. Y como hay muchos tipos de planes de pensiones, debemos recordar que las rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.
Si te decides a buscar productos de este tipo (o de otro), es bueno que te informes con una entidad independiente que te proporcione información para que seas tú quien escoja, sin forzarte a invertir en un producto que no te interese.
Es posible que puedas encontrar otras alternativas de inversión más rentables y/o con menores gastos. Como siempre, es mejor no ser perezosos y trabajar un poco por nuestras finanzas, analizando, comparando…
Me dan un regalo
Los regalos pueden ser muy variados, desde un aparato tecnológico o un electrodoméstico, a alguna aportación extra por parte de la entidad al plan que se abre, pasando por dinero en efectivo. Esto no debería ser una razón para considerar esta alternativa de inversión. Si el plan no es tan rentable como otras opciones y, además, tiene otros inconvenientes como los que estamos detallando, el “caramelo” del regalo no debería hacer que lo contratáramos.
Son fiscalmente ventajosos
Éste es posiblemente el mito más extendido. Año a año, las aportaciones que realizamos al plan de pensiones nos permiten reducir la base imponible, de manera que pagamos menos impuestos. Hasta ahí, la parte más conocida, o la que se suele destacar. El problema viene cuando rescatamos el plan.
Debemos saber que al jubilarnos pagaremos por el importe rescatado como rendimientos del trabajo, lo cual puede elevar considerablemente el tipo marginal al que tributamos, de manera que es posible que el ahorro fiscal que hayamos tenido en los años precedentes lo paguemos con creces.
Antiguamente, había una reducción del 40% aplicable a las prestaciones cobradas en forma de pago único, pero ésta fue eliminada a partir de 2007 (aunque se abrió un período transitorio para los que tuviesen planes anteriores a ese año). Pero el hecho es que, hoy en día (ya que no se pueden descartar cambios tributarios en el futuro), la fiscalidad de los planes de pensiones no es buena en el momento del rescate.