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Las grandes burbujas de la historia: por qué los inversores caen en los mismos errores

La explosión de liquidez que han vivido las economías en los últimos años ha llevado a algunos expertos a advertir de los precios que se han alcanzado en el mercado de acciones y en el de bonos.

El Dow Jones, por ejemplo, ha triplicado su cotización en los últimos 9 años, pasando de 8.000 a 26.000 puntos, y últimamente, las criptomonedas, como el bitcoin o el ethereum, son noticia por sus elevadas revalorizaciones, que posiblemente tengan un fuerte componente especulativo: el bitcoin multiplicó su valor por 15 durante 2017, mientras que el ethereum sube más de un 2.000% respecto a su cotización del año 2015.

La pregunta que se hace todo inversor —o que debería hacerse— es hasta qué punto el precio de un activo está relacionado con su valor real. En muchos casos, se compran activos al calor de una burbuja que provoca que el precio tenga una tendencia siempre ascendente… hasta que de repente la burbuja se pincha dejando atrapados a muchos inversores.

No es algo nuevo, ha pasado muchas veces y en todo tipo de mercados, pero, como se suele decir, quien no conoce la historia, está condenado a repetirla. A continuación te refrescamos la memoria con algunos de las burbujas más conocidas.

La tulipomanía, o como un tulipán valía más que una casa

Una de las más conocidas burbujas, quizás la primera de las grandes de la que se tiene constancia, ocurrió en Holanda, en el siglo XVI. En 1559, los tulipanes llegaron a este país procedentes de Turquía. A causa de un virus, las flores adquirieron formas y colores extravagantes y se convirtieron en objeto de deseo para muchos.

A principios del siglo XVII, los tulipanes ya alcanzaban precios increíbles, que multiplicaban por seis o siete el sueldo medio de la época, e incluso llegaban a intercambiarse mansiones por una flor.

Finalmente, como otras burbujas, explotó de repente. En 1637 salió a la venta un lote que no encontró comprador y la cotización de los tulipanes comenzó a caer. Mucha gente se había hipotecado para comprar futuras cosechas y obtener un beneficio, y trató de vender esos derechos rápidamente, provocando el desplome de los precios.

Comercio de esclavos y colonias

Ya en el siglo XVIII, otros dos países europeos vivieron sus particulares burbujas. En Inglaterra, la Compañía de los Mares del Sur consiguió el monopolio del tráfico de esclavos con las colonias, a cambio de la compra de bonos del Tesoro por valor de 10 millones de libras.

El “negocio” no prosperó como se esperaba, pero la compañía se encargó de propagar lo contrario, y para reforzar esta apariencia, hizo una compra de otros 10 millones en bonos, lo que hizo que el valor de sus acciones se multiplicase por 8 en poco tiempo.

Al año siguiente, en 1721, una inspección descubrió que todo era un montaje, y que la compañía apenas tenía actividad, provocando el derrumbe de las cotizaciones. Incluso el insigne físico Isaac Newton perdió una gran cantidad de dinero.

Por las mismas fechas, el rey francés estaba en bancarrota, y un escocés llamado John Law le propuso a Luis XV crear un banco para absorber la deuda, fabricando unos pagarés que servían como billetes para pagar.

Como nadie se fiaba excesivamente del rey (puesto que era la tercera bancarrota consecutiva), los pagarés se aceptaban por un valor aproximado del 60% de su nominal. Law prometió garantizarlos al 100% si se utilizaban para comprar las acciones de su propia compañía. Gracias a esa promesa, la gente compró sus acciones y éstas empezaron a subir.

El escocés invirtió el dinero conseguido en aliviar la deuda del rey, consiguiendo que le diera el monopolio para explotar Luisiana, que por aquel entonces era una colonia francesa. Aunque el actual estado norteamericano era un territorio en el que no había grandes riquezas naturales, Law hizo correr el rumor de que había oro y plata (cosa que era falsa), con lo cual las acciones de su compañía siguieron subiendo y subiendo.

Sin embargo, en 1721 —al igual que en el anterior ejemplo— se destapó el pastel cuando un rival de Law quiso cambiar varios millones en acciones por su valor en plata, y Law no pudo canjeárselo. Además, algunos colonos regresaron a Francia y contaron que las supuestas riquezas naturales de la colonia no existían.

Después de diversos tumultos, Law fue desterrado por el rey, y murió en Venecia, pocos años después.

El crac de 1929 y la Gran Depresión

Quizás es la burbuja más famosa, porque es más o menos reciente, y afectó al paradigma del capitalismo. En los (felices) años 20, todo parecía ir bien. Tras la I Guerra Mundial, la economía se había recuperado y las bolsas subían sin parar, hasta un 500% en siete años. Sin embargo, la riqueza estaba muy mal distribuida, y millones de personas habían invertido en la Bolsa no sólo sus exiguos ahorros, sino que se habían endeudado.

Con la llegada a la presidencia de Herbert Hoover, la Reserva Federal aconsejó a los bancos que no concedieran créditos para invertir en Bolsa. Unos meses después, en octubre de 1929, comenzó la debacle: el miércoles 23 se vendieron seis millones de acciones (que, en esa época, representaban un volumen importante) a precios cada vez menores. Al día siguiente, en el famoso “jueves negro”, se vendieron 12 millones, y al lunes siguiente, otros nueve millones.

El pánico se había instalado en la Bolsa, y todo el mundo pensaba en vender: el “martes negro”, 29 de octubre de 1929, se colapsó el sistema.

Tras la caída de la Bolsa de Nueva York, el pánico se extendió por el resto del país, y la gente acudió a los bancos masivamente a sacar su dinero. Pero, como es sabido, ningún banco tiene liquidez para devolver todo el dinero, ya que, a su vez, tienen gran parte del mismo invertido o prestado. Esto provocó la quiebra de muchos bancos y el colapso económico, que cerró miles de empresas y llevó al paro a millones de estadounidenses.

Pero no sólo afectó a ese país, ya que la inquietud, las dudas y la parálisis económica se extendió por medio mundo. Economías como la británica, la alemana, la brasileña, la mexicana o la argentina, se vieron muy afectadas.

La burbuja de las punto com

Finalizando el siglo XX, se vivió otra burbuja muy famosa, la de las compañías vinculadas a Internet, las llamadas “punto com”. Internet y la nueva economía estaban en auge, el mundo descubría esta nueva herramienta surgida del ámbito militar, y las empresas vinculadas a Internet —todo lo que sonara a algo relacionado— vivieron un ascenso espectacular. Algo que tiene cierto paralelismo con lo que se vive actualmente con las criptomonedas.

Sus valoraciones estaban relacionadas con las expectativas generadas por el crecimiento, y no en datos reales. Es más, en muchos casos, eran empresas ruinosas, que perdían grandes cantidades de dinero, pero de las que se esperaba que en el futuro ganarían mucho más.

La burbuja punto com comenzó en el año 1997, y el tecnológico índice Nasdaq, como reflejo de lo que sucedía, multiplicó por cuatro su valor en poco tiempo, pasando de 1.200-1.300 puntos a más de 5.000 en marzo de 2000. Un año después, había caído por debajo de los 2.000, arrastrando incluso a las empresas que sí tenían resultados positivos, como Intel o Cisco.

En España también hubo burbuja tecnológica, y su paradigma fue Terra, compañía dedicada a los contenidos en Internet, que tuvo un comportamiento similar al de muchas empresas norteamericanas, pero aún más acelerado: el 17 de noviembre de 1999 salió al mercado, a 11,81 euros, y ese día multiplicó su cotización por más de tres, cerrando a 37 euros. En febrero de 2000 llegó a superar los 150. En sólo tres meses había logrado entrar en el selectivo IBEX 35 y colocarse entre las 10 primeras empresas españolas por capitalización bursátil. Tras el estallido de la burbuja, la acción se desplomó, y ya en 2005, valía menos de 3 euros. Finalmente, en junio de 2017, se terminó cerrando la compañía.

La burbuja inmobiliaria en España

Aunque en otros países también contaron con su particular versión (también en Estados Unidos, con las subprime, uno de los gérmenes de la Gran Recesión), en España esta burbuja nos ha acompañado muchos años, y los efectos de su estallido aún afectan a nuestra economía.

La burbuja inmobiliaria comenzó en el año 1997, y se prolongó hasta 2007-08. La construcción en España se convirtió en uno de los pilares de la economía, que permitió que la tasa de paro bajara y los sueldos subieran. Esto retroalimentó la burbuja, ya que la demanda de pisos aumentaba, merced a ese crecimiento de la economía.

Los precios de los inmuebles subían constantemente, y todo el mundo invertía en ladrillo. Ya no sólo se compraba para tener una vivienda —que también— sino para especular. Muchas personas hacían una reserva de un piso —o de varios— y los vendían antes de escriturarlos, obteniendo un gran beneficio. Se decía que “los precios de los pisos siempre suben” y así parecía, con subidas anuales del 17%.

Finalmente, tras el estallido de la crisis subprime en Estados Unidos, comenzó la caída del mercado, produciéndose el efecto contrario. Millones de personas se fueron al paro, la economía entró en recesión, y se dejó de construir en España (cabe recordar que se estaban haciendo más de 600.000 viviendas al año, más que en Francia, Italia y Alemania juntas). Ya nadie quería comprar una casa, y los precios se desplomaron.

Qué se puede aprender de todas estas burbujas

Como se puede apreciar, hay varios denominadores comunes en todas ellas:

 

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