La deuda buena: Cómo aprovechar el dinero prestado para hacer crecer nuestro patrimonio

En nuestra sociedad tener deudas tiene una connotación claramente negativa, de la misma forma que operar apalancado en bolsa la tiene. Pero tenemos que separar el trigo de la paja. Decía un economista que si debes 100 € a un banco por una tarjeta de crédito tienes un problema, pero si le debes 1 millón de euros al banco, el que tiene el problema es el banco.

Por otro lado, en el ámbito empresarial se considera que una empresa sin deudas, en general no está bien gestionada, puesto que implica que los dueños asumen la carga de las inversiones y la empresa no aprovecha el efecto apalancamiento que genera la deuda (incrementando el retorno de las inversiones, que es lo que mide el ROE).

Inversión vs Gasto

La diferencia entre inversión y gasto es uno de los elementos clave para posteriormente determinar cómo lo financiamos. Es importante tener claro qué es cada cosa para no incurrir en errores que pueden comprometer nuestra situación financiera.

La inversión supone una salida de caja que se aplica para activos o servicios, que posteriormente incrementarán nuestro patrimonio o ingresos. Un ejemplo de inversión sería la compra de un piso, de una plaza de garaje, de acciones de bolsa o la remodelación y mejora de algo que ya tengamos (una casa por ejemplo).

El gasto es una salida de caja que no incrementará nuestros activos. Puede ser necesario, pero no por ello nuestros activos valdrán más. Para poner un ejemplo, pagar el Adsl o pagar la comida no hará que nuestros activos valgan más.

¿Pedimos dinero para invertir?

Conceptualmente, tendríamos que pedir dinero asociado a los ingresos que esperamos recibir por una inversión; es decir: deberíamos ajustar los flujos de caja que nos generará la inversión y los gastos que pagaremos por la deuda. Pero eso es muy teórico, en la práctica pocas veces coincide.

Lo que sí debería coincidir es la tipología de deuda, y financiar a largo plazo las inversiones a largo y financiar a corto plazo las inversiones a corto.

Pero si yo no soy una empresa y sólo quiero comprarme un piso, ¿cómo valoro si mi deuda es adecuada?

Deberíamos centrarnos en dos aspectos. Por un lado, nuestra capacidad de pago, y por otro el valor de lo que vamos a financiar, en este caso la vivienda.

Tradicionalmente se considera que el importe de los pagos por las deudas no debería superar el 40% de nuestros ingresos, mientras que el valor máximo de la inversión a financiar sería un 80%. Pero estos parámetros siempre hay que considerarlos con cautela, puesto que el valor del bien puede ser muy relativo, en especial si es inmobiliario, dado que el tiempo ha demostrado que las tasaciones no han tenido una fiabilidad muy elevada, al menos en cuanto a valor a largo plazo se refiere.

Con ese dinero que nos deja el banco, cuando acabe el pago de la hipoteca tendremos un patrimonio mayor que en el inicio, aunque tenemos que tener claro el coste de los intereses para evaluar si nos conviene o no la inversión. No es lo mismo los tipos al 0% que los tipos al 20%.

¿Pedimos dinero para gastar?

En general, no deberíamos pedir dinero prestado para financiar gastos, aunque siempre hay excepciones. En el mundo empresarial, ese dinero para financiar gastos ordinarios suele tomar la forma de cuenta de crédito y se utiliza para corregir los ciclos de generación de caja negativos derivados de la propia actividad de la empresa. Un ejemplo fácil es que si yo tengo una empresa de helados y concentro mis ingresos en 3 meses al año, es posible que necesite financiar la actividad ordinaria los otros 9 meses, porque muchos gastos son continuos y mis ingresos no.

A nivel personal, si cobramos una nómina cada mes puede sucedernos algo similar cuando el mes se acaba si no hemos gestionado bien nuestros gastos. Si no tenemos gastos extraordinarios, financiarlos puede ser indicio de que, o estamos gastando demasiado, o tenemos un problema estructural en nuestras finanzas.

¿Y las vacaciones? Pues no deberíamos financiarlas, porque los créditos al consumo o el pago aplazado con tarjeta tienen un coste muy elevado. Sería mucho más aconsejable hacerlo a la inversa, ahorrar de septiembre a junio para pagarnos el viaje en verano.

¿Y con las inversiones qué hacemos?

Una premisa básica es que no deberíamos invertir aquello que no tenemos. Pese que hay productos como los CFD’s o los futuros que nos permiten comprar contando únicamente con un porcentaje pequeño del importe invertido, no deberíamos usarlo para invertir dinero que no tengamos. Eso no quiere decir que no podamos usarlo. Lo que quiere decir es que si yo pongo en riesgo 50.000€ con un futuro, pero sólo me piden 5.000€ en garantías, si sólo tengo 6.000€ en total, podría tener un problema grave si el mercado se gira en mi contra.

En cambio, si yo pongo en riesgo 50.000€, pero tengo un patrimonio de 500.000€, puede ser muy interesante aprovecharme de los futuros o CFD’s, ya que sólo me piden 5.000€ por hacerlo, y los otros 45.000€ los puedo tener en una cuenta de ahorro generando interés. Ahora mismo esto no es muy significativo por los bajos tipos, pero si volviéramos a las cuentas remuneradas al 4% la cosa cambiaría mucho.

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