Gastar cada año un poquito más que el anterior, ¿es inevitable?

Vivimos en la llamada sociedad de consumo (se calcula que aproximadamente dos tercios del PIB corresponden al consumo). Tenemos tendencia a gastar lo que ingresamos y nos cuesta ahorrar. Esta propensión al gasto provoca que, en muchos casos, aunque aumentemos nuestros ingresos, no consigamos ahorrar. ¿Por qué sucede esto?

La inflación en el estilo de vida

Cuando nos iniciamos en el mundo laboral nuestras vidas dan un importante cambio. Comenzamos a tener ingresos propios, y normalmente esto lleva aparejado un significativo aumento de los gastos. Algunos están relacionados con el propio hecho de trabajar (transporte, vestuario, relaciones de trabajo…), mientras que otros sólo lo están indirectamente, o simplemente los incrementamos porque ahora podemos hacerlo (me compro este vehículo o este otro, adquiero una vivienda, gasto más en ocio y viajes, en regalos, etcétera).

Algo similar sucede cuando tenemos un ingreso con el que no contábamos, recibimos la paga extra o conseguimos un aumento de sueldo. La tendencia habitual es la de incrementar nuestros gastos. Si el ingreso es puntual, el aumento del gasto también lo es, pero si nuestros ingresos crecen de modo constante, los gastos también lo harán de la misma manera o incluso en mayor proporción. Incluso en muchos casos, cuando comenzamos a tener unos ingresos regulares, gastamos más de lo que en principio podríamos, ya que nos endeudamos para adquirir artículos con un coste muy superior al de nuestros ingresos, como un coche o una vivienda.

Imaginemos ahora que, después de unos años trabajando, hemos conseguido progresar y subir nuestros ingresos de 1.000 a 1.500 euros. ¿Significa eso que ahora podemos ahorrar 500 euros mensuales? Teóricamente debería ser así y, sin embargo, pocos lo consiguen. Solemos dedicar ese aumento a “mejorar nuestra calidad de vida”: más ocio, un coche mejor, una casa más grande, etcétera, porque “nos lo merecemos”.

Este incremento del nivel de vida conlleva otra importante cuestión: además de que seguimos sin ahorrar, de alguna manera “nos obligamos” a mantener el nuevo nivel de ingresos que tenemos, para poder pagar los nuevos gastos en los que incurrimos. De manera que, si sufrimos un descenso en los ingresos que percibimos, podemos tener problemas para afrontar los gastos que antes asumíamos con un sueldo menor.

¿Cómo se puede combatir la inflación en el estilo de vida?

En nuestra sección de ahorrando, puedes encontrar muchas pautas que te ayudarán a evitar gastar más de lo necesario y te enseñarán a ahorrar. Para luchar contra la tendencia “natural” al gasto, debes:

  • Elaborar un presupuesto personal: es la mejor manera de controlar nuestras finanzas. Hacer un presupuesto básico no es complicado, en cuestión de media hora puedes tener preparada una herramienta que te facilitará enormemente el control de tus gastos e ingresos.
  • Establecer prioridades: la economía consiste en la gestión de los recursos de los que disponemos. ¿Realmente necesitas cambiar de móvil? ¿Es imprescindible que adquieras un vehículo tan caro? Tanto en las grandes como en las pequeñas decisiones que tomamos cada día, tenemos capacidad de elección, y debemos ser conscientes de ello.
  • Priorizar el ahorro: hay gastos que son imprescindibles y otros que no lo son. Una de las mejores maneras de evitar estos últimos es anteponer el ahorro. Establece un porcentaje de tus ingresos para esta partida (como orientación, puede ser el 10%), y quítalo del dinero disponible para tus gastos, verás como así te resulta más fácil ahorrar.
  • Prestar atención a las señales que te pueden indicar un gasto excesivo: ¿Usas en exceso la tarjeta de crédito? ¿Pides microcréditos? ¿Te cuesta más ahora llegar a fin de mes? ¿Gastas más que otras personas con ingresos similares a los tuyos? ¿Realizas compras compulsivas?
  • Mirar para ti mismo en lugar de para los demás: uno de los aspectos que más influyen en nuestro nivel de gasto lo constituye nuestro entorno. Si nuestros amigos y familiares gastan más, tenderemos a hacer lo mismo. Si vivimos en un barrio o en un edificio donde el nivel de gasto es elevado, difícilmente nos escaparemos a ese influjo. Si los compañeros de trabajo tienen automóviles de alta gama, tendremos cierta “presión” para adquirir uno. Cada persona tiene sus circunstancias, y lo mejor es que gestionemos nuestras finanzas de acuerdo con nuestra capacidad y prioridades, y no en función de lo que hagan o lo que puedan pensar los demás.