A la hora de buscar valores para incorporar a nuestra cartera de acciones podemos basar esa selección en diversos procesos de análisis que nos permitan ver con claridad qué títulos nos interesan y cuáles no.
Dentro del análisis fundamental existen múltiples ratios que sirven para realizar comparaciones entre empresas de un mismo sector basándonos en sus estados financieros. Uno de esos indicadores es el retorno de la inversión (ROI, por sus siglas en inglés).
El ROI se obtiene por el cociente entre el EBIT, los fondos propios y la deuda financiera. Concretamente:
ROI = EBIT/ (fondos propios + deuda financiera)
El EBIT es el resultado de explotación de una empresa antes de intereses e impuestos, y podemos obtener su valor en la cuenta de pérdidas y ganancias de los estados financieros de la empresa. Lo que nos indica el EBIT es la capacidad que tiene la empresa de generar beneficios.
Los fondos propios son la suma de la parte del capital social que es aportado por los socios más el resultado de explotación (beneficio o pérdida) obtenido en el ejercicio correspondiente. Se calcula como la diferencia entre los activos totales y la deuda de la empresa.
Por último, la deuda financiera hace referencia a todas las deudas que tiene la empresa con terceros, ya sean préstamos a pagar, deudas con proveedores, Hacienda…
La mejor forma de ver cómo se combinan estos conceptos para calcular el EBIT es a través de un pequeño ejemplo práctico.
Supongamos una empresa con las siguientes cifras:
Fondos Propios: 10.431 millones de €
EBIT: 3.198 millones de €
Deuda financiera: 758 millones de €
El cálculo del ROI a partir de estos datos es sencillo, sólo debemos aplicar la fórmula descrita más arriba:
ROI= 3.198/ (10.431+758) = 0,285
Así pues, el ROI de esta empresa será del 28,5%
La información que nos da esta cifra es que el capital invertido por la empresa genera una rentabilidad del 28,5%.