Hay personas que tienen la idea de que para invertir dinero en bolsa hacen falta cientos de miles de euros. La realidad es que a medida que ha avanzado la tecnología, invertir se ha convertido en algo perfectamente factible para la mayoría de personas. Simplemente hace falta algo de dinero y una cuenta en un broker para comprar y vender acciones o fondos.
Un aspecto importante a tener en cuenta es que el dinero que invirtamos no lo vayamos a necesitar a corto plazo, ya que invertir de forma prudente exige estar dispuesto a mantener una inversión cierto tiempo hasta que dé sus frutos. Una de las diferencias entre especulación e inversión es la capacidad de mantener firme nuestra opinión, a pesar de los vaivenes a corto plazo del mercado.
Cuánto dinero necesito como mínimo para tener una buena cartera
Se puede empezar a invertir desde pocos euros, comprando cualquier acción o suscribiendo un fondo que no requiera una gran aportación mínima. Sin embargo, dado que una buena cartera implica tener cierta diversificación, probablemente necesitemos como mínimo 6.000€ para empezar a crear una buena cartera de inversión.
Proceso de estructurar una cartera
Podemos pensar en 3 pasos y decisiones importantes a la hora de estructurar nuestra cartera:
- Clases de Activos
- Tipo de Gestión
- Vehículo de inversión
La primera decisión que debe tomar un inversor no es qué acción o fondo suscribir, sino qué tipo de activos quiere tener en su cartera. Cada tipo de activo tiene una serie de características y un perfil de riesgo diferente, por tanto el riesgo de nuestra cartera estará vinculado al tipo de activos que tenemos.
Uno de los errores que cometen los inversores noveles es confundir el vehículo de inversión (una acción, un fondo, un ETF…) con la clase de activo (activos inmobiliarios, renta fija, empresas petroleras, etc.).
Diferentes clases de activos y expectativas razonables
Cualquier inversión implica una apuesta probabilística, lo cual quiere decir que no podemos tener la certeza de nada, pero sí que podemos formar unas expectativas racionales basadas en la naturaleza de los activos y sus resultados históricos. Algunos ejemplos de clases de activos genéricos son:
Activos inmobiliarios
A un nivel básico, la mayoría de personas hemos tenido contacto con el mercado inmobiliario. Sabemos cómo pueden oscilar puntualmente los precios, aunque también tenemos la percepción de que a muy largo plazo la vivienda se suele revalorizar al menos al nivel de la subida de la inflación, ya que en general el precio de la vivienda suele mantener una relación con el poder adquisitivo de los trabajadores. Igualmente existe una relación entre lo que se puede ingresar por alquiler de una vivienda y su precio de compraventa. Históricamente la rentabilidad por alquiler residencial suele situarse entre 3 y 4% (hay variaciones dependiendo en el tipo de activo inmobiliario). Por tanto si invertimos en activos inmobiliarios, la expectativa razonable será de un 3 o 4%, más la revalorización que a largo plazo debería aproximarse al crecimiento de la inflación.
Activos de renta fija
Basados en el concepto de prestar dinero a cambio de obtener unos pagos concretos, podemos encontrar todo tipo de variantes de instrumentos de renta fija. Desde Deuda Pública hasta bonos high yield. Cada uno tiene sus características, aunque en un entorno de tipos de interés históricamente tan bajo como el que estamos viviendo no es fácil encontrar rentabilidades interesantes.
Activos de renta variable
La mayor parte de inversores que piensa en hacerse una cartera de inversión, piensa en comprar acciones de empresas. Sin embargo también hay todo un rango de clases de empresas y sectores, cada uno con sus características: más defensivos, más cíclicos, etc.
La diversificación, una buena herramienta de control de riesgo
Cuando no tenemos mucha experiencia y no estamos seguros de cuál es la mejor alternativa, la mejor opción es diversificar. Esto significa no apostar todo a una carta, sino repartir las apuestas. Algunas saldrán bien, otras saldrán mal, pero la media nos evitará males mayores. Cuando no diversificamos y concentramos nuestra inversión, más vale que tengamos muy clara nuestra hipótesis y que el mercado nos termine dando la razón.
Tipo de gestión
Una vez tenemos una idea del tipo de activos que queremos tener en nuestra cartera, debemos decidir si queremos gestionar nosotros el dinero o preferimos contratar un fondo de inversión mediante el cual un gestor profesional se encargará de seleccionar las mejores opciones dentro de una categoría.
Por ejemplo, si queremos invertir en empresas norteamericanas pero no sabemos cuales representan la mejor relación precio-potencial de revalorización, una buena opción puede ser contratar un fondo que compre empresas norteamericanas. Este fondo estará gestionado por un gestor profesional que a cambio de una comisión de gestión (normalmente entre un 1 y 2% anual), seleccionará e invertirá por nosotros en las que considere las mejores empresas norteamericanas del momento.
Vehículo de inversión
Finalmente el inversor tiene que decidir cómo quiere tener exposición a las diferentes clases de activos. Si quiere que le gestionen el dinero profesionales, probablemente tendrá que recurrir a fondos o fondos cotizados (ETF). Sin embargo si prefiere gestionar él mismo su propia cartera, las opciones son casi ilimitadas.
Empezando por la simple compra de acciones el inversor con tiempo y ganas de obtener buenos resultados tiene infinidad de herramientas a su disposición. También existen algunos vehículos de inversión específicos para algunas clases de activos, como por ejemplo las Socimis para invertir en activos inmobiliarios.
Ejemplo básico.
Para aquel inversor novel que ya tiene claro que quiere invertir en bolsa, pero que todavía no sabe qué empresa o activo es mejor, probablemente la mejor opción sea un fondo que replique algún índice mundial con comisiones bajas. Se beneficiará de la evolución de los mercados mundiales mientras aprende y se forma para poder seleccionar sus propias inversiones.
Si quisiéramos invertir 6.000€, una posibilidad para una cartera conservadora sería por ejemplo:
- 30% Renta Variable (algún fondo muy diversificado)
- 60% Renta Fija (algún fondo o una parte en depósitos)
- 10% Otros (inmobiliaria, materias primas…)
Para un perfil equilibrado la asignación de activos podría ser de un 50% en renta variable (acciones) y otro 50% en renta fija (bonos y depósitos). Si el perfil es más agresivo y se está dispuesto a aspirar a lograr una mayor rentabilidad a cambio de asumir más riesgo, el inversor debería tener mayor proporción en renta variable.
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