Seguramente, muchas veces has tenido que escoger una opción de entre varias disponibles, y a la hora de tomar la decisión has sido consciente de lo que estabas dejando de ganar por el simple hecho de haber tenido que descartar las otras opciones disponibles.
Para entender el concepto de coste de oportunidad hay que comprender que se trata, ni más ni menos, del valor de la mejor opción descartada de entre las disponibles. Es decir, es el coste que tiene renunciar a algo.
A la hora de valorar una inversión, hay que tener en cuenta lo que hemos ganado. Pero…¿y lo que hemos dejado de ganar?
Veámoslo con un ejemplo:
Decido invertir 1.000 euros en un depósito de 2 años a plazo fijo, que me deja un 5%. A priori estoy contento con la rentabilidad que me da, pero, ¿qué ocurre si pasados unos meses veo otro depósito al 6%? Teniendo en cuenta que no puedo sacar mi dinero porque lo tengo que mantener 2 años, está claro que mi inversión tenía un coste de oportinidad, que es el de no poder invertir ahora en otro depósito más rentable.
Otro ejemplo sería el siguiente:
Si disponemos de 300 euros sobrantes tras el cierre mensual de nuestras finanzas personales, la asignación de los mismos siempre tendrá un coste de oportunidad. Es decir, si finalmente optamos por gastarnos esos 300 euros en un viaje de fin de semana en lugar de invertirlos en un producto financiero que me renta al 1%, el coste de oportunidad será precisamente ese 1% que estoy dejando de ganar por haber escogido el viaje.
A la hora de decidir entre varias opciones disponibles, siempre es importante tener en consideración el coste de oportunidad asociado a cada una de ellas, para poder optar así por la alternativa que minimice nuestro coste de oportunidad. Y ya no únicamente en el ámbito más puramente económico, sino también en lo personal y subjetivo.
La correcta evaluación del coste de oportunidad tiene una especial relevancia en nuestras decisiones financieras, especialmente cuando se trata de seleccionar una inversión, pues al fin y al cabo lo que buscamos en ese escenario siempre es maximizar la rentabilidad de nuestros ahorros. En esa situación no se pueden asumir costes de oportunidad elevados, porque inciden directamente en el rendimiento obtenido en nuestras inversiones.
En otras palabras, evaluar el coste de oportunidad de una inversión sería, por ejemplo, realizar el clásico cuadro de ventajas e inconvenientes que tantas veces hemos hecho en el que consideraríamos para cada opción disponible sus implicaciones en cuanto a rentabilidad, plazo, riesgo asociado, liquidez, etc.
No sólo se trata de una simple evaluación de la rentabilidad, sino que hay que ponderar también el resto de factores que entran en juego. Otro claro ejemplo de evaluación del coste de oportunidad es cuando hay que decidir entre comprar o alquilar una vivienda.