El coronavirus nos ha cambiado la vida de forma radical y absoluta. Incluso el coronavirus nos ha cambiado el patrón de consumo. Hemos perdido la libertad en pos de la salud y, por desgracia, muchos, su trabajo. La situación derivada de la pandemia de Covid-19 en todo el mundo es histórica e inigualable, pues en la historia moderna no se recuerda nada similar y las consecuencias aún están por determinar.
Aunque hay una que ya podemos empezar a analizar: el impacto en el consumo. Durante el confinamiento, soólo se sale a la calle para lo esencial: acudir al puesto de trabajo, sacar al perro o hacer compras básicas, como compras limitadas a alimentos y fármacos. Por lo tanto, son esos dos sectores los únicos que se están ‘beneficiando’ -por decirlo de algún modo-, de la situación.
Pero, más allá de eso, no solo hablamos del cambio que ha tenido nuestra ‘cesta de la compra’, sino también de cómo la llenamos, pues, al final, hemos vencido esos miedos e inquietudes que hasta hace mucho nos provocaba el consumo online y ahora nos hacemos con casi todo por esta vía.
Así, en apenas un mes el consumo ha dado un giro de 360º que no va a ser temporal, pues cuando pase la pandemia, previsiblemente muchos de estos hábitos continuarán con nosotros. Vamos a verlo.
Consumir en la era del Covid-19
Como decíamos, el sector de la alimentación es uno de los mayores beneficiados de esta crisis, sino el principal. Es de los pocos comercios que continúan abiertos y sus ventas, además, se han disparado ante el temor de los españoles a quedarse sin provisiones.
Los primeros días se sembró el caos en los supermercados por el miedo de la gente a quedarse desabastecida y por un efecto llamada nunca antes visto. Así, según datos de Nielsen, en la primera semana de confinamiento las ventas de gran consumo se dispararon un 71% respecto a la misma semana de 2019, mientras que en la segunda la subida ya era del 74%.
Unos datos sin precedentes que muestran hasta qué punto esta pandemia ha generado una psicosis colectiva y unas nuevas rutinas de alimentación. Se hacen compras tipo ‘bunker’ o supervivencia, con una mayoría de productos no perecederos (pastas, legumbres, arroces…) y también de higiene, para desinfectar todo bien.
Pero, además, el sector de la alimentación ha visto cómo por fin el consumidor español abrazaba el canal online, al que se ha resistido en este segmento hasta la fecha. Las ventas por Internet han crecido más del 50%. Es fácil comprobarlo al hacer pedidos en algunos supermercados, pues apenas hay turnos libres en semanas y algunos tienen lista de espera.
Además, hemos empezado a comprar productos que antes no eran muy utilizados, ya que con tanto tiempo libre nos ha dado por meternos en la cocina y dar rienda suelta a nuestra vena de chef. Sobre todo, para hacer repostería. Las ventas de la levadura se han disparado un 233% y las del papel de horno, un 123%. Y, como no tenemos bares, ahora nos tomamos las copas en casa, además en modo videollamada con los amigos. En concreto, las bebidas de baja graduación suponen ya el 70% del consumo en el hogar.
La bolsa como termómetro
Pero, además del consumo de alimentación, hay otros sectores que están ganando, mientras otros pierden. Evidentemente, el farmacéutico, con ascensos en bolsa muy acusados, mientras se derrumban los mercados. Sobre todo, en el caso de empresas que están anunciando estudios para una futura vacuna o fármaco que cure el Covid-19.
Igual sucede con las compañías de productos de higiene, que se han disparado estos días por su aumento de ventas y el potencial que tienen a largo plazo, pues la crisis del coronavirus parece que va para largo y la gente seguirá usando durante mucho tiempo productos de este tipo.
Mientras tanto, firmas de moda, de automoción o financieras lo están pasando peor, al igual que el mercado de la vivienda. Porque un consumidor confinado solo adquiere productos de primera necesidad. Y así seguirá siendo durante algún tiempo…
Sin duda, el consumo ha sido modificado por esta crisis. Nada volverá a ser igual. Compraremos mucho más por Internet para evitar aglomeraciones en tiendas. Seremos mucho más cautos en el gasto, como consecuencia de la crisis económica. Se está empezando a aprender a vivir con menos, lo que perdurará un tiempo en el carácter de la gente.
Aunque aún está todo por ver, es evidente que esta crisis mundial sin precedentes va a sentar cátedra y el consumo se verá afectado en muchos sentidos. Tendrá que reinventarse y acoplarse a los nuevos ritmos de una sociedad que está viviendo el mayor trauma que se pueda imaginar.
Pero no solo será el consumo lo que vivirá probablemente un antes y después. Los cambios serán más amplios, que no nos quepa duda. Así, por ejemplo, el confinamiento al que se ha visto sometido la sociedad de la noche a la mañana puede considerarse ya el mayor experimento laboral de los últimos años; muchas empresas que no concebían la viabilidad del teletrabajo lo han tenido que hacer realidad en unas pocas jornadas. ¿Volverá la vida en las oficinas, en los bancos, en los talleres….a ser la misma? ¿O habrá supuesto esto el germen para una mayor flexibilidad a la hora de decidir cómo y dónde trabajar?
Y lo mismo podríamos decir de otras muchas rutinas que eran un mantra en nuestra sociedad. ¿Cambiará la forma en la que nos movemos por las ciudades, nuestros hábitos de higiene, la forma de consumir ocio, nuestra manera de relacionarnos, el sistema educativo…? Entramos en una era de cambios, de adaptación, de olvidar lo ya sabido y aprender reglas nuevas,.. Una era para reinventarnos.
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