¿Cómo afrontar el riesgo en las inversiones?

Desde el momento en que invertimos nuestro dinero en los mercados financieros a través del producto que consideremos oportuno, estamos asumiendo el riesgo de que dicha inversión no salga como habíamos previsto y, por lo tanto, estaremos expuestos a la posibilidad de perder parte de nuestro capital.

Uno de los objetivos que deberíamos marcarnos como inversores es el de no asumir un riesgo excesivo en relación a la rentabilidad que queremos obtener. Debemos ser conscientes de qué tipo de inversor somos y qué riesgos estamos dispuestos a asumir, por lo que es aconsejable afrontar las decisiones de inversión  en función no de cuánto  podemos ganar sino de cuánto podemos llegar a perder.

Cuando hablamos de riesgos financieros debemos diferenciar entre dos tipos de riesgos, y debemos saber cómo afecta cada uno de ellos a nuestra cartera de inversión. Concretamente debemos tener clara la diferencia entre riesgo sistemático y riesgo no sistemático.

Por riesgo sistemático entendemos aquel riesgo que afecta a todos los activos del mercado, como puede ser  el efecto que puede tener  en las cotizaciones  una subida de tipos  interés,  una elevada inflación, o una recesión económica…  Es un riesgo inherente al mercado y sobre el que tenemos un reducido poder para mitigarlo.

El riesgo no sistemático es aquel que recoge el conjunto de factores fundamentales que afectan a una empresa (solvencia, rentabilidad de su negocio…), por lo que con una adecuada diversificación de nuestra cartera se puede reducir significativamente.

Por lo tanto, a la hora de invertir en los mercados financieros nuestra cartera de inversión se va a ver afectada tanto por el riesgo sistemático como por el no sistemático. Como hemos dicho, nuestra capacidad para mitigar el riesgo sistemático es muy reducida por lo que como inversores debemos centrarnos en adoptar medidas que reduzcan lo máximo posible  el riesgo no sistemático de nuestra cartera.

ALGUNAS MEDIDAS PARA REDUCIR EL RIESGO DE NUESTRA CARTERA

Para reducir el riesgo que asumimos en nuestra cartera a la hora de invertir en los mercados financieros es importante tener en cuenta una serie de ideas e instrumentos que nos pueden ayudar a estar más protegidos ante un posible revés en el mercado.

Algunas de las estrategias e instrumentos más utilizados para controlar el riesgo son las siguientes:

1.- Realizar una correcta diversificación

Al crear una cartera de inversión es parte fundamental realizar una correcta diversificación para reducir el riesgo al que estará expuesta nuestra cartera.

A la hora de seleccionar los activos que van a formar parte de nuestra cartera de inversión, debe tener un peso muy importante en el proceso la correlación que existe entre ellos. Por correlación entendemos el grado de relación que existe entre dos activos financieros.

Así, cuanto mayor sea el grado de correlación entre dos activos, más parecido será el comportamiento de sus cotizaciones (se moverán en la misma dirección). La clave de una buena diversificación está en crear una cartera de inversión con activos altamente descorrelacionados, una cartera en la que cuando la cotización de unos activos caiga, la de otros se mantenga o suba. Una cartera bien diversificada se verá menos afectada que la media del mercado cuando éste se vea afectada por algún acontecimiento negativo.

2.- Utilización de stop-loss

Una de las primeras lecciones que se enseñan en el mundo de la inversión financiera es que debemos limitar nuestras pérdidas. Un mecanismo muy útil para conseguir esto es la utilización del llamado stop-loss.

Este stop-loss no es más que una orden automática de venta de nuestras acciones que nuestro intermediario (sociedad de valores, banco…) ejecutará cuando el precio de éstas baje hasta un determinado nivel. En el momento en el que la cotización de la acción toca el precio en el que tenemos situada nuestra orden de stop-loss, automáticamente nuestras acciones se venden y se corta así nuestra pérdida.

Así, si compramos acciones de una empresa X a un precio de 15€/acción, podemos establecer nuestro stop-loss , por ejemplo, en los 12,5€, lo que significa que si el precio de la acción se mueve a la baja, estamos dispuestos a soportar una pérdida máxima de 2,5€ por acción.

3.- Estudiar la volatilidad

Tanto si invertimos directamente a través de acciones como si lo hacemos a través de fondos de inversión, en ocasiones puede resultarnos complicado apreciar si estamos asumiendo poco o mucho riesgo. Una de las magnitudes que se utilizan como medida aproximada del riesgo de cualquier activo es la volatilidad.

La volatilidad nos muestra las desviaciones que sufre la rentabilidad de un activo en relación a su media histórica. Cuanto mayor sea la desviación de dicha rentabilidad mayor será el riesgo  que presenta, puesto que nos indicará que las rentabilidades obtenidas han sido poco estables ya que su cotización ha sufrido fuertes fluctuaciones.

Para valorar correctamente la volatilidad de un activo en comparación con otro, es importante que tomemos activos de igual naturaleza. Es decir, que hay que comparar peras con peras y manzanas con manzanas. Así, no tendría mucha lógica comparar la volatilidad de un fondo monetario con otro de la categoría de renta variable emergente y concluir que el primero es mejor porque su volatilidad es más reducida; lo será, claro está, debido a los activos en los que invierte, pero obviamente también las rentabilidades esperadas serán muy inferiores. Es bueno fijarse en la volatidad de un activo (ya sea un fondo, una acción…) pero siempre hay que ponerlo en contexto con la rentabilidad que esperamos del mismo. Si nuestro objetivo es ir a la caza de suculentas rentabilidades, no habrá otro remedio: posiblemente estaremos expuestos a una volatilidad elevada.

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