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Carbón en el siglo XXI: la fuente de energía que nadie quiere y la que todos necesitan

En pleno debate sobre el cambio climático y en búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles, la Unión Europea tiene como objetivo ser neutral en emisiones de carbono en el año 2050, y un tercio de los 1,8 billones que tiene presupuestados el plan de inversiones Next Generation EU está destinado a políticas «verdes».

No obstante, esta transición no resulta sencilla, y a principios de 2022, la UE incluyó como energías verdes la nuclear y el gas natural, una posición no exenta de polémica, pero motivada por la dificultad de realizar una transición rápida hacia un mix energético no contaminante.

Otra fuente energética habitualmente denostada, pero que todavía continúa jugando un importante papel es el carbón. Pocos quieren hablar de carbón pero muchos países siguen necesitándolo. ¿Cuál es la importancia del carbón en el mundo?

Qué es el carbón mineral

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El carbón es una roca sedimentaria, formada por descomposición de vegetales, madera, hojas, etcétera, que se fueron depositando en zonas húmedas no muy profundas. La falta de aire en ese hábitat y la acción de las bacterias anaerobias provocan que estas materias pierdan otros elementos de su composición, hasta quedar un concentrado muy rico en carbono, a través de un lento proceso de millones de años.

Esta composición le permite poseer un notable poder calorífico, por lo que su uso principal es como combustible, pudiendo haberse iniciado su utilización hace unos 2.000 años, tanto en China como por parte del imperio romano.

Cuáles son los usos del carbón

En el siglo XIII ya se transportaba en Inglaterra para producir calor en otros lugares, y el crecimiento de las ciudades provocó su empleo a gran escala a partir del siglo XVII, y especialmente desde el XIX, con la revolución industrial y el desarrollo del ferrocarril.

Existen diferentes tipos de carbón en función de su composición, grado de humedad y potencia calorífica, siendo los más conocidos la antracita, el lignito, la turba y la hulla.

Además de su uso como combustible, el carbón se emplea en la siderurgia para enriquecer el hierro, haciéndolo más resistente y elástico, y en diversas industrias químicas.

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Qué países usan más carbón

A pesar de ser una fuente denostada por la elevada contaminación que produce, la utilización del carbón continúa siendo masiva a nivel mundial; tras una breve reducción en su consumo a causa de la pandemia de coronavirus, en 2021, la demanda subió un 6% y en 2022 se prevén cifras récord.

Con un consumo mundial que ronda  8.000 millones de toneladas, China concentra un 52% del mismo e incluso ha puesto en funcionamiento en los últimos años centrales eléctricas que producen energía mediante este combustible.

Detrás de China se sitúa la India con un 11%, otro enorme país, tanto en extensión como en población, en el que la producción eléctrica derivada del carbón supone aproximadamente las tres cuartas partes del total.

En la lista de los diez mayores consumidores de carbón hay varias economías avanzadas, como Estados Unidos, Japón, Corea del Sur o Alemania.

Por qué se continúa usando masivamente el carbón en los países avanzados

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A pesar de todo el plan de descarbonización de las economías, o de ambiciosos objetivos como el de la Unión Europea, el carbón todavía sigue siendo una parte importante del mix energético, incluso en las economías punteras.

Así por ejemplo, en Estados Unidos representa el 14% de la producción energética y el 92% del carbón consumido en el país es destinado a la generación eléctrica. No obstante, desde hace unos años, la economía estadounidense  ha reducido tanto la producción como el consumo: ambos superaban 1.100 millones de toneladas anuales en 2008, mientras que en 2019 la producción apenas superó 700 millones y el consumo se quedó por debajo de 600.

Alemania es otro ejemplo de cierta dependencia de esta materia prima. En el contexto en el que la guerra de Ucrania encarece otras alternativas y la llegada del gas procedente de Rusia queda en entredicho, el Gobierno alemán  ha afirmado que estudia suspender el cierre de algunas centrales eléctricas de carbón.

El estado centroeuropeo lleva años cambiando su modelo energético, con el aumento de la participación de las renovables y el cierre de las centrales nucleares. Sin embargo, la crisis energética, unida al deseo de prescindir del gas y el petróleo rusos, han hecho que Alemania lidere las emisiones de CO2 en el viejo continente.

A finales de 2021, Alemania adelantó a 2030 el fin del uso del carbón como energía, pero este país con importantes cuencas mineras todavía produce un 26% de la electricidad a partir de esta materia prima.

Cómo será en el futuro: con o sin carbón

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La progresiva reducción de combustibles fósiles en todo el mundo está en marcha; según el estudio del think tank Ember, la energía eólica y la solar son las que más rápidamente están creciendo, alcanzando ya un 10% de la producción eléctrica mundial en 2021, o un 38% si se considera la suma de todas las energías limpias.

A medida que mejora la tecnología se consiguen mejores rendimientos en los paneles solares, que alcanzan una eficiencia muy superior a la que había hace algunos años y el desarrollo de la energía eólica marina puede aportar un fuerte empujón a este tipo de generación.

No obstante, el cambio de modelo no resulta sencillo y esta dificultad varía en función de los países, dependiendo en parte del grado de progreso económico de los mismos; esta transición es más factible en las economías avanzadas que en los países en vías de desarrollo.

Una pata importante del nuevo sistema puede ser el desarrollo de plantas de producción de hidrógeno, y especialmente de hidrógeno verde, creado a partir de fuentes de energía renovables, ya que permite almacenar la energía, algo que ahora mismo limita el uso masivo de fuentes como la eólica y la energía solar.

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