Tras un tortuoso camino, el 31 de enero de 2020 se consumó el Brexit. Sin embargo, la salida oficial no coincide con la salida «de facto», pues se estableció un período transitorio, hasta el 31 de diciembre de 2020, durante el cual Gran Bretaña todavía pertenece, en la práctica, a la UE y cumple las reglas europeas, mientras se aclaran definitivamente los términos del «divorcio». La incursión del COVID-19 podría trastocar esta agenda, generándose un nuevo retraso. En el siguiente post explicamos el impacto del Brexit y el COVID-19.
En primer lugar, por una cuestión práctica: las negociaciones están paralizadas, incluso algunos de los responsables de las mismas han tenido síntomas o incluso han pasado la enfermedad —como el propio Primer Ministro inglés, Boris Johnson—, y los distintos gobiernos concentran sus esfuerzos en la lucha contra esta crisis sin precedentes.
Otro aspecto que podría verse afectado tiene relación con los cambios ocasionados en el futuro por la pandemia. Es posible que el virus obligue a replantear grandes áreas, desde el comercio internacional o el propio funcionamiento de las fronteras, al transporte de viajeros, o el turismo en general. ¿Es buen momento entonces para negociar un acuerdo que podría verse afectado por este tipo de circunstancias?
En tercer lugar, el elevado impacto que supone el coronavirus, no solo en el ámbito sanitario, sino también en el económico. Si el Brexit ya tenía un significativo efecto en la economía europea, ¿cuál podría ser el impacto combinado de estos dos cisnes negros?
El impacto del Brexit en diferentes sectores, en Europa y en Reino Unido
Gran Bretaña ingresó en la Unión Europea en 1973. En aquella época, todavía era la Comunidad Económica Europea, básicamente un club de negocios, una alianza de países para favorecer el comercio.
Poco a poco, la Comunidad fue haciendo más cosas, avanzando en el terreno jurídico y en el legislativo, hasta llegar a la Unión Europea establecida con la entrada en vigor del Tratado de la Unión Europea (también conocido como Tratado de Maastricht) el 1 de noviembre de 1993, y la creación del euro, que comenzó su andadura como moneda el 1 de enero de 2002.
Durante todo este tiempo el Reino Unido siempre ha preferido mantener ciertas distancias, salvaguardando algunas particularidades: recuperaba parte de sus aportaciones a la Unión a través del llamado «cheque británico», mantuvo la libra como moneda y estaba fuera del espacio del Tratado Schengen, que permite la libre circulación de ciudadanos, aunque sí coopera en algunos aspectos del tratado.
Podría parecer entonces que la salida del Reino Unido de la Unión Europea no tendría por qué tener un elevado impacto para ninguna de ambas partes. Pero una relación de casi 50 años ha creado muchos enlaces a uno y otro lado, y no solo el famoso Eurotúnel que une a Francia con el Reino Unido, inaugurado en 1994.
Siete países de la Unión se encuentran entre los diez primeros destinos de las exportaciones británicas. Según datos de la OCDE, el primer destino es Estados Unidos, y a continuación están Alemania, Países Bajos, Francia y China. Y por el lado de las importaciones, su primer proveedor es Alemania, seguida de China, Países Bajos, Estados Unidos y Francia.
El comercio entre Reino Unido y la Unión Europea podría verse lastrado con aranceles mutuos, lo que supondría una gran reducción del mismo; un mercado que supone decenas de miles de millones de euros. Como ejemplo, las exportaciones españolas a Gran Bretaña durante 2019 superaron los 18.000 millones de euros, siendo el quinto país al que más se exporta.
Pero no solo eso, sino que el efecto en diversos sectores podría ser similar al de las fichas de dominó cayendo. El sector automovilístico en Gran Bretaña tiene una gran raigambre, y allí se sitúan diversas fábricas, no solo de marcas tradicionalmente británicas, como Rolls Royce, McLaren, Jaguar o Mini, sino también de otras extranjeras como Honda, Toyota o Nissan.
El sector automovilístico necesita una logística ágil, que le proporcione las piezas just in time, justo a tiempo. Hay que pensar que una fábrica produce miles de coches cada día, y necesita una gran cantidad y variedad de componentes.
¿Qué pasaría si las fábricas no pueden recibir esos componentes con la periodicidad necesaria, por retrasos en diversos trámites o atascos en la frontera? Por eso, algunas de esas compañías automovilísticas ya están preparando los planes para salir del Reino Unido.
El sector de la alimentación también podría verse muy afectado, especialmente en la parte británica, que depende más de las importaciones de productos foráneos. Algunas grandes empresas del sector en Gran Bretaña ya han advertido de que podrían verse significativos incrementos de precios e incluso desabastecimiento de algunos productos. El 61% de sus importaciones de alimentos procede de la Unión Europea.
El sector turístico sería otro de los grandes afectados, con mayores limitaciones y costes adicionales a la hora de trasladarse de uno a otro lado. En el caso de España, podría tener un gran impacto, porque Gran Bretaña es nuestro primer mercado como emisor de turistas, con aproximadamente un 20% del total.
También guarda cierta relación con el anterior el tema de la residencia. ¿En qué condiciones podrán vivir los trabajadores españoles en el Reino Unido (se calcula que hay unos 150.000) o los británicos que residen en España (entre 300.000 y 400.000)?
Según el informe Brexit: Balance de situación y perspectivas publicado por el Banco de España, un Brexit con acuerdo comercial podría tener un efecto reducido en la economía española, implicando una reducción de solo el 0,02% del PIB al cabo de 5 años, mientras que si no llegase a un acuerdo, la reducción sería del 0,5% pasados esos cinco años.
El impacto del COVID-19: ¿2020, un año perdido?
El impacto del COVID-19 parece hoy en día más fuerte que el del Brexit. El PIB de Francia se redujo un 5,8% durante el primer trimestre —teniendo en cuenta que el impacto del coronavirus solo tiene efecto en marzo—, y se estima que cada quincena de confinamiento resta 1,5% puntos al PIB. Por su parte, España cayó el 5,2% e Italia el 4,7%.
2020 es un año que se considera perdido, en general. Alemania calcula que la caída en el segundo trimestre será peor y rondará el 10%, el ministro de finanzas francés ha calculado un 8% de caída para todo el año, y España, en el plan de estabilidad enviado a Bruselas, calcula una caída del 9,2%.
Según el informe realizado por el Banco de España, el PIB español caería entre un 6,8%, en el escenario menos pesimista, hasta un 12,4% en el más pesimista, situando el descenso en el escenario central en una cifra parecida a la que ha presentado el gobierno, del 9,5%.
Esta situación provocará además un gran incremento del paro, como ya sucediera durante la Gran Recesión, la crisis financiera comenzada en 2007-08. De hecho, a la crisis del COVID-19 ya se le empieza a llamar la Gran Reclusión, en paralelismo con la anterior.
Por otra parte, las finanzas públicas volverán a resentirse, con un gran aumento del déficit y de la deuda pública, al soportar los estados los costes sanitarios, de mantenimiento al ralentí de la economía y de reactivación de la misma, así como un mayor número de personas cobrando algún tipo de prestación. Y ello, en un momento en el que la deuda pública se sitúa ya en un nivel elevado, sobre todo en algunos países como España, Francia o Italia.
¿Cuál puede ser el efecto combinado del coronavirus y el Brexit?
El impacto del Brexit depende del tipo de acuerdo al que se llegue finalmente: cuanto más se parezca el acuerdo final a la situación actual, menor será el efecto.
Posiblemente el impacto en Gran Bretaña sea mayor que en sus socios europeos. Según un estudio de Standard & Poor’s (S&P), la economía británica ha crecido desde el referéndum del Brexit en 2016 un 3% menos de lo que lo que podría haberlo hecho, lo que supone una reducción de unos 77.000 millones de euros.
Una posibilidad sería la integración del Reino Unido en el Espacio Económico Europeo (EEE), al que pertenecen los países de la Unión y algunos otros que están en la Asociación Europea de Libre Comercio (Islandia, Liechtenstein y Noruega). El Espacio Económico Europeo se instauró en 1994, y permite a estos países participar en el mercado interior de la Unión sin pertenecer a ella, por tanto, no participando en el gobierno de la UE.
Sin embargo, si al Brexit le unimos el impacto del COVID-19, los efectos sobre las economías son mucho más contundentes. Como hemos visto, el impacto de la pandemia podría reducir el PIB europeo considerablemente. Pero, además, podría tener consecuencias en las propias negociaciones del Brexit, de manera que estas podrían alargarse en exceso, atascarse o incluso derivar hacia una ruptura menos amistosa.