Una de las decisiones más importantes que debemos tomar como inversores es ponderar los activos de nuestra cartera porque, en gran medida, determinará la rentabilidad que obtendremos a largo plazo. Aunque se trata de algo muy personal, hay una serie de nociones generales muy útiles a la hora de plantear nuestra estrategia.
¿Qué es el asset allocation?
La estrategia de asignación de activos, conocida en inglés como asset allocation, tiene como objetivo obtener una buena relación riesgo/rentabilidad en nuestra cartera de inversión. Para ello busca asignar porcentajes de activos para cada inversor en función de sus objetivos, tolerancia al riesgo y horizonte temporal. Las tres categorías principales de activos (renta variable, renta fija, y liquidez) tienen diferentes niveles de riesgo y rentabilidad estimada, por lo que es natural que evolucionen de forma distinta a lo largo del tiempo.
No hay ninguna fórmula mágica que obtenga la ponderación adecuada para cualquier inversor. Pero sí que hay cierto consenso entre los asesores financieros profesionales en que la ponderación de activos es una de las decisiones más importantes que debemos tomar como inversores. Algunos estudios indican que el Asset Allocation explica en 85% del éxito de una cartera, y no tanto la selección de fondos o valores concretos dentro de cada clase de activo. Por tanto, es fundamental dedicar tiempo a pensar sobre ello e intentar estructurar nuestro patrimonio en consecuencia. O dicho de otra forma: decidir en qué empresas invertir es menos importante que decidir qué porcentaje de nuestra cartera debe estar invertida en acciones, bonos o en liquidez.
Nuestras circunstancias y el día a día deben ser considerados a la hora de establecer una asignación de activos en nuestra cartera de inversión. Si, por ejemplo, tenemos previsto comprar un coche nuevo en el próximo año, lo razonable probablemente sería invertir el dinero que hemos previsto para ello en alguna combinación conservadora de liquidez o renta fija a corto plazo. O en el caso de otro inversor, con su jubilación a años vista, tal vez deba perseguir una asignación de activos más ambiciosa, sobreponderando la renta variable, ya que tiene capacidad para sortear mejor la volatilidad a corto plazo del mercado.
El carácter y temperamento de cada inversor también repercuten a la hora de escoger una estrategia de inversión: la mejor estrategia es aquella que se es capaz de seguir. De nada sirve tener un plan bien definido si, cuando llega el momento, no somos capaces de implementarlo. Las emociones tienen mucha influencia en cualquier estrategia de inversión, y deben ser tomadas en cuenta. Así, por ejemplo, un inversor que no esté cómodo invirtiendo en renta variable por su volatilidad, incluso puede que obtenga mejores resultados a largo plazo invirtiendo de manera más conservadora.
Asignación de activos basada en la edad
Como orientación general, la renta variable se recomienda para plazos de inversión de cinco años o más. La liquidez y los fondos monetarios son aconsejables para periodos inferiores a un año. Y la renta fija se sitúa en algún punto intermedio.
Esa orientación considera que los activos con alta volatilidad podrían haber fluctuado fuertemente cuando sea necesario recuperar el dinero invertido. Y si la fluctuación ha sido negativa, si no tenemos liquidez suficiente, nos veremos obligados a vender ese activo a precio deprimido. En cambio, si no tenemos prisa en vender y nuestra estimación del valor es superior, podremos esperar a que su precio se recupere.
Una de las reglas que recomiendan algunos asesores financieros para discernir qué porcentaje de renta variable debería tener cada inversor es la regla de la edad. La forma más simple es restar la edad del inversor al número 100, el resultado será el porcentaje que deberemos asignar a renta variable. Por ejemplo, un inversor de 40 años, según esta regla, debería de invertir un 60% en renta variable y un 40% en renta fija. Si el inversor tiene 25 años, la regla aconsejaría una cartera de 75% renta variable y 25% renta fija.
Tras esta regla está la idea de que los inversores jóvenes tienen un horizonte temporal más largo de acumulación e inversión de patrimonio: están más dispuestos a soportar el ruido del mercado y la volatilidad. Analizando datos históricos, se observa que en ningún periodo largo (décadas) de la historia la renta fija ha superado a la renta variable y, por tanto, parece un criterio razonable.
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