Es fundamental que seamos conscientes de la importancia de administrar adecuadamente nuestra economía. La diferencia entre una óptima gestión de la economía y otra no tan buena puede ser muy significativa. Hay personas a las que parece que el mismo dinero les cunde más, y esto tiene mucho que ver con la manera de utilizarlo.
Una parte muy importante de la administración de las finanzas personales es la que corresponde al ahorro. Podemos establecer diversos objetivos en este sentido. Quizás queramos utilizarlo para abonar en todo o en parte una gran compra, como por ejemplo, un automóvil o una casa. También es posible que lo utilicemos para adquirir equipamiento tecnológico o para ir de vacaciones.
Pero además de estas finalidades, deberíamos ahorrar una parte de nuestros ingresos para tener un importe disponible para cualquier imprevisto. Todos podemos sufrir algún contratiempo: una multa, un accidente con el coche, un electrodoméstico estropeado, una enfermedad, etcétera. Además, posiblemente tengamos que afrontar algún gasto extraordinario que no depende totalmente de nosotros, como por ejemplo, cuando un hijo se va a estudiar a otra ciudad, una derrama en la comunidad, etcétera. También puede suceder que nuestros ingresos se reduzcan de repente, por una bajada de salario, un ERE, un despido, etcétera.
Por todo ello, resulta interesante contar con cierta cantidad de dinero que nos permita hacer frente a esa situación con más tranquilidad y sin tener que recurrir al endeudamiento. Uno de los objetivos de nuestro plan financiero es establecer un fondo de emergencia, ahorrando mensualmente una cantidad que, como orientación, se puede cifrar en el 10% de los ingresos.
Este colchón tiene que ser independiente de las inversiones y gastos que queramos afrontar (no debería ni ser utilizado para adquirir un coche o pagar unas vacaciones) y no puede considerarse como parte de nuestro plan de ahorro. Estos matices son importantes, cuanto mejor planifiquemos nuestra economía, menos imprevistos tendremos, y el fondo de emergencia debería ser utilizado únicamente para afrontar los contratiempos, y no para cuestiones que deberíamos prever con antelación.
Cómo crear el fondo de emergencia
La mejor forma de hacerlo es transferir automáticamente el importe que hayamos establecido hacia una cuenta separada. Por ejemplo, si cobramos 1.500 euros al mes, traspasaremos 150 a esa cuenta aislada. Cuando lo hagamos, instintivamente empezaremos a actuar como si cobrásemos 1.350, ya que solemos acomodar nuestro nivel de gastos a los ingresos que tenemos.
También podemos analizar si tenemos alguna posibilidad de generar ingresos adicionales para construir nuestro fondo (realizando algún trabajo extra, vendiendo cosas que ya no usamos…).
Este colchón necesitamos tenerlo, en general, con una disponibilidad inmediata. Por ello, quizás la mejor opción sea tenerlo en una cuenta corriente, apartada del resto de nuestra gestión (sin recibos domiciliados, etcétera). Podemos incluso obtener una pequeña rentabilidad por nuestro dinero y ahorrarnos comisiones. También se puede invertir, al menos en parte, en depósitos bancarios, aunque en ese caso debemos considerar el plazo al que tenemos que poner el dinero y si cuenta con ventanas de disponibilidad, o cuáles son las comisiones por gestión y por cancelación anticipada.
¿Cuánto dinero deberíamos tener en este fondo?
La medida serán los meses de libertad financiera que nos proporciona, y depende de los gastos que tengamos habitualmente. Por ejemplo, si consumimos una media de 1.200 euros al mes, con 12.000 euros tendríamos cubiertos diez meses.
Esta manera de analizarlo tiene además otra utilidad, y es que si logramos rebajar los gastos habituales, conseguiremos más libertad financiera automáticamente (por ejemplo, si reducimos el consumo a 1.000 euros mensuales, los 12.000 euros nos llegarían para doce meses). Lo mejor es comenzar a formar este colchón cuanto antes e irse fijando objetivos intermedios (tener un mes de tranquilidad, dos meses, tres…).
Una cifra entre tres y seis meses puede ser suficiente para la mayoría de las personas y situaciones. Evidentemente, cuanto mayor sea el colchón que tengamos, mayor seguridad tendremos (por ejemplo, si afrontamos una pérdida de empleo, estaríamos más tranquilos con un fondo de un año).
Debemos evitar su utilización en la medida en la que sea posible, usarlo únicamente si no nos queda más remedio (es decir, no debemos recurrir a él sin considerar antes otras opciones). En el caso de que nos veamos obligados a utilizar el fondo en todo o en parte, comenzaremos a recomponerlo lo antes posible para estar tranquilos y poder afrontar cualquier otra circunstancia que nos surja en el futuro. Además, analizaremos para qué lo hemos empleado y si realmente es una circunstancia excepcional o es un gasto que deberíamos haber tenido previsto en nuestro presupuesto.