Aunque el uso de las tarjetas de crédito está ampliamente extendido, no es infrecuente encontrar usuarios que nunca las han utilizado. “No quiero pagar intereses” o “No me interesa aplazar mis compras” son algunas de las razones esgrimidas para ello.
Pero… ¿qué es una tarjeta de crédito?
Estos pequeños plásticos nos permiten realizar numerosas operaciones del día a día, como sacar dinero de los cajeros, pagar en los comercios – ya sean físicos o por internet – o hasta financiar un gasto imprevisto.
La principal característica de la tarjeta de crédito, y que a su vez la diferencia de la de débito, es que podrás hacer pagos u obtener dinero en el cajero sin necesidad de tener dicha cuantía en la cuenta en ese mismo momento.
Es posible que aquí ya nos surjan las primeras preguntas.
“¿De verdad? ¿No tengo que tener dinero en la cuenta para poder pagar la compra del mes en el supermercado?” No, no es necesario. Por eso es una tarjeta de “crédito” y no va directamente contra el saldo de la cuenta como ocurre con las tarjetas de débito.
“Pero, ¿puede entonces gastar todo el dinero que quiera?” No, toda tarjeta cuenta con unos límites.
El límite dependerá de varios factores, como la política de riesgos de la entidad, tus características personales, la antigüedad en la entidad o tu solvencia económica. Existen además distintas categorías de tarjeta (las más comunes son plata y oro) que autorizan límites más o menos elevados.
Cada mes, el banco pasa el cobro del total de la cantidad gastada el mes anterior al cliente y ese límite fijado vuelve de nuevo a cero.
“¿Cuándo tendré que devolver al banco ese crédito que he usado con la tarjeta?”. Lo que muchas personas no saben es que tener una tarjeta de crédito no es sinónimo de “aplazar el pago con intereses”.
El cliente tiene dos opciones: Pagar toda la deuda de una sola vez o aplazar los pagos fijando una cuota mensual. ¿Lo vemos con un ejemplo?
Llega el mes de septiembre y nos enfrentamos a los siguientes gastos:
La reparación del coche: 300€
La vuelta al cole: 500€
Una boda a la que no puedes decir que no: 200€
La suma de todos estos imprevistos asciende a 1.000€.
Si todos estos gastos los hemos ido pagando con nuestra tarjeta de crédito, a principios del mes de octubre llegará el pago de la deuda y ese será el momento de decidir cómo queremos hacerle frente:
- Pagando todo de una vez
Si disponemos de esos 1.000€ en nuestra cuenta, podemos saldar toda la deuda en un mismo pago. La entidad nos pasará el cargo a la cuenta asociada y veremos reducido nuestro saldo en 1.000€.
En esta modalidad de pago el cliente no tiene que pagar ni intereses ni comisiones, ya que está pagando toda su deuda en la fecha fijada.
- Aplazando los pagos
Si la cantidad a pagar nos supone un esfuerzo o simplemente preferimos pagarlo cómodamente en varios meses, negociamos con el banco en cuántas mensualidades queremos liquidar la cantidad financiada.
Para fijar la mensualidad se establece una cantidad fija o un porcentaje del total de la cuantía. Normalmente, el banco establece una cantidad mínima, que será la mayor de las dos.
Por ejemplo:
Si me he gastado 600 euros y quiero aplazar la deuda al 10% y mi entidad estipula un mínimo de 80 euros al mes, la cantidad a pagar serán esos 80 euros, no los 60 euros que a mí me hubiera gustado, ya que es menor que el mínimo pago autorizado.
Hay que tener en cuenta que si escogemos esta forma de pago tendremos que abonar mensualmente no solo la deuda adquirida sino también los intereses correspondientes a dicha deuda.
Las tarjetas de crédito van asociadas a una cuenta corriente, normalmente.
En este tipo de plásticos lo primordial es buscar y comparar entre los tipos de interés que cobran las distintas entidades a la hora de financiar una compra. El cobro suele ser mensual y el tipo se expresa en términos TAE. Si no tenemos una nómina domiciliada, en muchos casos el tipo de interés es más caro, pudiendo superar el 20%.
En cuanto a las comisiones más frecuentes de estas tarjetas son la cuota anual, la de renovación y solicitud de tarjeta adicional. No olvides que estas tarjetas pueden tener aparejado un coste fijo, que se pagará únicamente por poseer esta tarjeta aunque no llegues a utilizarla. Busquemos bien, porque hay entidades que no te cobran ni un euro de comisiones.
Además, con la contratación de este tipo de tarjetas podremos disfrutar de servicios asociados como seguros de viaje o de vida.