Con la tecnología más presente que nunca cada minuto de nuestra vida no es descabellado aventurar que nos adentramos en décadas de grandes cambios. Porque en este mundo superconectado está todo por inventar. Tantas novedades surgidas a la vez nos hacen vaticinar un ecosistema de transporte radicalmente nuevo, donde tener un automóvil en propiedad no siempre será necesario.
Un sector por reinventarse
Ya está pasando. Los avances tecnológicos están rompiendo esquemas en el sector del automóvil. Los diseños rompedores de cada nuevo modelo vienen acompañados de sistemas de seguridad integrados y un consumo más eficiente. Los fabricantes nos ponen la miel en los labios con vehículos eléctricos o híbridos muy tentadores donde el componente verde es el reclamo, y a la vez nos tientan con la amplitud y comodidad de preciosos SUV que nos llevan a olvidar su menor eficiencia energética.
Ese sentimiento de propiedad tan característico de un coche pasa a un segundo plano cuando dejamos de comprar un coche para los próximos cinco o diez años. Como ya ocurría en Estados Unidos, las actuales propuestas de buy-back (recompra) y leasing, facilitan la decisión pues, al fin y al cabo, nos permiten disfrutar de conducir un coche nuevo cada poco tiempo.
Pero paremos un momento. ¿Necesitarán en las mismas cirscuntancias un coche en propiedad las próximas generaciones? Porque la movilidad diaria ya no se limita a coche, moto, bus, metro o taxi. Uber, Cabify y similares han ampliado los servicios del taxi, y los coches de alquiler por minutos, como Share Now, junto con los patinetes y motocicletas eléctricos, ponen en entredicho la utilidad de un vehículo en propiedad, al menos para viajes dentro de la ciudad. E incluso es discutible para viajes interurbanos desde que está ampliamente extendida la economía compartida mediante apps de ridesharing, como BlaBlaCar.
Aunque no hay consenso sobre cuál será la fuente de alimentación que se impondrá en el futuro: electricidad o hidrógeno —u otra por descubrir—, los nuevos modelos prescindirían cada vez más del combustible fósil.
Hay cabida para el debate y la especulación. Si no, quién hubiera imaginado todas estas opciones de movilidad hace apenas unos años. De lo que no cabe duda es que tenemos sobre la mesa elementos capaces de revolucionar el sector si en el futuro son capaces de conjugarse en un mismo vehículo: conectividad, economía compartida, energía renovable, y conducción autónoma.
Nivel 5: conducción plenamente autónoma
Elon Musk sorprendió a todos con su Tesla Model X. Es el modelo más avanzado de la compañía estadounidense y la referencia actual en cuanto a implementación de conducción autónoma. Viene equipado con Autopilot, un paquete tecnológico que permite que el coche conduzca por sí mismo durante períodos limitados de tiempo.
La combinación de múltiples cámaras y sensores con la inteligencia artificial a bordo le hacen capaz de comprender el entorno del vehículo y tomar decisiones para conducirnos con seguridad desde la puerta de casa hasta el destino. Eso sí, por ahora, se requiere la presencia del conductor delante del volante. Este modelo de Tesla es el más próximo a alcanzar la conducción autónoma de nivel 5.
¿Y qué es esto del nivel de conducción autónoma? Pues la categorización más aceptada por la industria (SAE J3016), propuesta por la Sociedad de Ingenieros de Automoción. Hay seis niveles:
- donde en el nivel 0 el conductor conduce siempre,
- en el nivel 1 cuenta un elemento de asistencia (crucero o guiado en carril),
- en el nivel 2 con ambos,
- en el nivel 3 ya existe la conducción automatizada revisada por el conductor,
- en el nivel 4 la conducción es totalmente autónoma solo en lugares concretos y
- en el nivel 5 el vehículo conduce automáticamente en cualquier escenario.
En un futuro no tan lejano: taxis autónomos y coches por suscripción
En un futuro no tan lejano, cuando la integración de los elementos anteriores sea una realidad, los expertos de la industria plantean un cambio de paradigma, donde el automóvil deje de ser un elemento de propiedad para convertirse en un servicio de transporte con dos variantes:
Taxis autónomos o robotaxis
Con vehículos que no requieran conductor para circular el concepto de taxi —y VTC— se fusionaría con el de vehículo alquilado por minutos (Share Now y similares). Estaríamos ante un nuevo servicio más eficiente, por formar parte de una red de transporte interconectada donde se optimizan las rutas, más económico al no requerirse conductor y más versátil pues permitiría elegir el tipo de vehículo en función de la necesidad (un evento, un viaje fuera de la ciudad o al centro urbano…).
Coches por suscripción
Donde cada usuario paga una cuota mensual por acceder a una flota de vehículos que tendría a su disposición, eso sí, sin ser ninguno de su propiedad. Resultaría altamente eficiente poder elegir un vehículo elegante para acudir a una reunión de trabajo en el distrito financiero, un descapotable para ir a tomar algo al bar de moda en la playa, o un SUV para explorar una zona rural. Para que fuera un servicio asequible en términos económicos, sería necesaria una red interconectada y una conducción autónoma para así prescindir de personal e infraestructura (como todavía requieren las empresas de Rent-a-car).
La tercera vivienda será el coche
A pesar de que hemos incidido en la posible transformación del concepto de coche a un mero servicio de transporte, la opción de tener un coche en propiedad en el futuro nunca debería descartarse. De hecho los nuevos modelos podrían ver disparado su valor cuando integren todas las vitaminas de los coches autónomos superconectados.
Fin del commuting: subir al coche será equivalente a sentarnos en la oficina. Si el vehículo nos lleva por sí mismo al trabajo, podemos aprovechar el viaje en un entorno conectado a la red de la oficina, como si estuviésemos físicamente allí, para comenzar con las tareas o asistir a alguna reunión por videollamada.
Servicio de transporte privado: un vehículo autónomo podría ser perfectamente el chófer de la familia. Sale solo del parking, nos lleva al trabajo, vuelve para recoger a los niños y dejarlos en el colegio, acude al click and collect del supermercado a por la compra, nos recoge del trabajo y vuelve a enchufarse al puesto de recarga en el parking cuando no se le necesite.
Mayor tiempo para el ocio: con coches que se conducen solos podríamos salir de noche hacia el destino de vacaciones a varias horas de distancia y dormir durante la ruta. Igualmente podríamos apurar hasta última hora el regreso, pues descansaríamos en el camino de vuelta.
Como una tercera vivienda: en vehículos totalmente autónomos la distribución interior actual dejaría de tener sentido. Dentro de una red donde todos los vehículos están interconectados la seguridad al circular sería máxima, dejando de ser necesaria la disposición actual de los asientos y abriéndose la posibilidad de reconfigurar el interior a medida, como si de una casa o un barco se tratase. Con ello, estaríamos ante un nuevo mercado, con cabida para elementos de lujo, confort y total personalización. Todo ello, previsiblemente reflejado en un precio mayor, pues no se pagaría solo por el transporte, sino por un bien equivalente a una tercera vivienda.