Todos los países dedican una parte importante de su presupuesto anual a construir y a mantener la inversión en infraestructuras que sostienen su desarrollo. Sin embargo, en situaciones en las que las finanzas públicas no permiten alegrías, se ha de recurrir a la colaboración privada: concesiones a las empresas privadas para que construyan y mantengan ciertas infraestructuras que el Estado no puede acometer.
Es indiscutible el impacto de la liberalización de la red ferroviaria de RENFE y la necesidad de las empresas de telecomunicaciones de realizar grandes inversiones para la implantación de la tecnología 5G, por lo que es el momento más adecuado para repasar los aspectos que influyen en la inversión en infraestructuras.
Conviene empezar recordando que las grandes inversiones públicas en infraestructuras impulsan la economía de un país en el corto y en el medio y largo plazo porque generan empleo y riqueza desde el momento en que se inician y, posteriormente, gracias a que facilitan el comercio, el turismo o la llegada de nuevos o mejores servicios a más lugares.
Y aunque la economía global se ralentice, el mantenimiento y la creación de nuevas infraestructuras no se detiene. Para un ahorrador que quiere invertir en empresas de infraestructuras es conveniente desarrollar este tema.
Hay tres motores en la industria de las infraestructuras actualmente:
- La falta de inversiones en ciertos sectores y áreas geográficas desde el punto de vista público.
- El crecimiento económico global que precisa de inversiones en infraestructuras para mantenerse.
- El aumento de la población global (mayor clase media) junto a la migración hacia las grandes ciudades.
¿Qué tipos de infraestructura existen y quién es su dueño?
Hay dos grandes grupos de infraestructuras: las físicas (hard) del tipo redes de transporte, energéticas, de telecomunicaciones o de otros servicios (agua, residuos…) y las no físicas (soft) del tipo instituciones públicas (gobierno, leyes, emergencias…).
Por lo general, son los gobiernos los que más invierten en ellas dado que se trata de un bien o servicio público que ha de ser garantizado. Sin embargo, debido a su elevado coste de construcción y mantenimiento, los gobiernos suelen privatizarlos (los venden a empresas privadas), y de forma paralela, acaban con algunos antiguos monopolios estatales, como RENFE.
El papel de los gobiernos es fundamental porque no solo pueden ser inversores directos, sino que de ellos dependen las decisiones que faciliten o compliquen (regulación) la entrada de capitales privados en nuevas infraestructuras o sectores. Y este aspecto es muy importante para un inversor.
La mayor parte de las infraestructuras que se privatizan son físicas, y en los mercados, cuando se habla de invertir en empresas de infraestructuras, se piensa más en las compañías que construyen y operan activos de este tipo, como son las empresas de ingeniería y construcción, donde destacan tres grandes categorías, especializadas en infraestructuras de: transportes, de materias primas y de datos.
Entre las empresas de infraestructuras de transportes, tanto en España como en el resto del mundo, destacan las especializadas en aeropuertos (Aena), autopistas (Atlantia), sector ferroviario (RENFE) o puertos (Brookfield); mientras que en las de materias primas podemos hablar de electricidad y gas (Iberdrola), agua y residuos (American Water Works) o petróleo y gas (Enbridge). Por último, en servicios de datos nos referimos a centros de datos (Equinix) o torres de telecomunicaciones (American Tower).
¿Por qué invertir en infraestructuras?
El coste de las infraestructuras es tan elevado que ni siquiera EE.UU. podría cubrir con capital público todas sus necesidades (en 2018 la brecha fue de 3,6 billones). Así, los gobiernos buscan cada vez más la colaboración de la empresa privada, bien privatizando activos de forma directa o indirecta (concesiones) o bien creando entidades mixtas o PPPs (alianzas público-privadas).
Australia y Brasil han sido muy activos en las primeras medidas, y EE.UU. en las segundas, pues Trump desveló en 2018 un plan diseñado para actualizar las infraestructuras del país que tenía un coste cercano a los 1,5 billones de dólares.
Y no podemos olvidar las inversiones necesarias para implantar el 5G en los primeros cuatro países que tienen previsto tenerlo operativo a corto plazo (China, Japón, Corea del Sur y EE.UU.) o para cumplir con los objetivos medioambientales de cero emisiones en la Unión Europea para 2050, y que afectan a nuevas fuentes de energía limpias, vehículos eléctricos, viviendas, etc.
Sin embargo, ningún inversor debe obviar que hay riesgos asociados la inversión en infraestructuras como son la influencia de los gobiernos, los sobrecostes y las dificultades del acceso a capitales para poder financiarlos. Una fórmula de diversificación podría consistir en buscar empresas que no dependan de un solo proyecto (público) y que sean capaces de obtener la financiación en los mercados de capitales, por ejemplo.
¿Cómo invertir en infraestructuras?
La mayor parte de las grandes empresas de infraestructuras son privadas y cotizan en los distintos mercados mundiales. Como referencia, se pueden observar las diez más grandes del índice S&P Global Infrastructure: Transurban Group, Aena, Enbridge, NextEra Energy, Atlantia, Duke Energy, TransCanada, Kinder Morgan, Iberdrola y Getlink.
También hay fondos de inversión especializados en infraestructuras como el RARE de Legg Mason, el DWS Invest global Infrastructure o el Morgan Stanley Investment; o ETF como el SPDR S&P Global Infrastructure, el iShares Global Infrastructure, el Alerian Energy Infrastructure o el Invesco S&P Global Water.
La operativa con productos cotizados está dirigida a inversores que deben tener experiencia y conocimientos financieros suficientes para invertir en ellos. La inversión en estos productos requiere una vigilancia constante de la posición ya que comportan un alto riesgo y se puede perder el 100% del capital invertido.
Antes de efectuar cualquier contratación, es recomendable informarse legal, regulatoria y fiscalmente sobre las consecuencias de una inversión.
Las decisiones que cada inversor adopte, tanto de inversión como de nivel de delegación y asesoramiento, son su responsabilidad.
Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.
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