En numerosas ocasiones escuchamos o leemos noticias sobre patentes y las luchas que hay por su autoría. Detrás de los inventos hay un gran negocio. Porque idear cosas, y que estas triunfen, reporta miles de millones a sus creadores, lo que justifica esas luchas encarnizadas por la autoría de ciertos inventos.
En concreto, una patente es un conjunto de derechos exclusivos que un Estado concede a un inventor (persona física o jurídica) de un producto nuevo o de una tecnología que permite explotarlo comercialmente. El registro de la patente supone la creación de una especie de monopolio que se enmarca dentro de la propiedad industrial. Es decir, el inventor tiene la exclusividad para lucrarse de su creación.
Este derecho se concede por un periodo de tiempo determinado, que suele rondar los 20 años. Cuando concluye, hay que renovarlo o se corre el riesgo que otro se adelante y se quede con la patente del invento.
El primer Estado en reconocer las patentes fue el francés, a través de la Asamblea Constituyente de 1791, que señalaba que era el Rey el encargado de concederlas. En España están reguladas por la Ley 24/2015, que sustituye a la anterior, de 1986. En Europa cabe distinguir dos tipos de patentes: las nacionales y las europeas, de forma que una persona puede tener la patente para la explotación en un país y otra correspondiente a la UE.
Esta múltiple regulación y espacio de aplicación ocasiona múltiples conflictos por la propiedad de las patentes, que en función del éxito del producto, pueden convertir al inventor en millonario.
Lo que mueven las patentes
Aunque las patentes generan un gran negocio, su registro también tiene un precio. En Estados Unidos se calcula que se mueven en una horquilla de entre 3.500 y hasta 10.000 dólares. En España, esa cifra baja a los 75 euros solo por la tasa de solicitar una patente, aunque además requiere aportar mucha documentación e información.
Japón es a día de hoy el país rey de las patentes, con más de 185.000 anuales. Hay que tener en cuenta que actualmente la mayoría de patentes proceden de aparatos tecnológicos, donde el país asiático es el principal productor indiscutible. Le sigue Estados Unidos, con 134.000 patentes, Corea del Sur, con 63.300 y Alemania, con 48.700 registradas.
En Europa tendríamos unas 150.000 patentes nuevas cada año, de las que el 75% corresponderían a empresas tecnológicas y de software. Esto supone que a día de hoy son los inventos relacionados con la tecnología los que triunfan en el mercado de patentes y los que más dinero pueden generar.
Aunque no hay datos oficiales al respecto de cuánto dinero mueven las patentes en todo el mundo, fácilmente podrían alcanzar varios miles de millones. Como ejemplo cabe destacar que en el año 2011 se filtró que por cada teléfono HTC que se vendía en el mundo, Microsoft cobraba 5 dólares por concepto de patente. Además, en 2013, Microsoft habría percibido de Samsung 1.000 millones de dólares por usar sus patentes.
Solo el mercado de falsificaciones movería unos 100.000 millones de dólares al año. Hablamos, pues, de productos que tienen patente que se copian y se venden falsos. Si fueran los patentados, no falsificaciones, moverían más del doble de esa cifra en todo el mundo. Ante tales cantidades en juego, surgen numerosos enfrentamientos por la autoría de los productos, ya que la apropiación indebida de una patente puede costar miles de millones.
Litigios más famosos
En el terreno de las patentes ha habido todo tipo de litigios, y como se puede patentar de todo, las ‘guerras de marcas’ se han dado en casi todos los ámbitos del consumo y los servicios. Lo más habitual es que sucedan entre empresas tecnológicas.
Así ocurrió en el año 2007, cuando la estadounidense Oracle demandó a la alemana SAP porque ésta había descargado software y materiales de su propiedad. Algo que la alemana acabó reconociendo tras siete años en los tribunales y por lo que tuvo que pagar a Oracle 357 millones de euros.
Una de las luchas más cruentas fue la que mantuvieron Apple y Microsoft, los dos grandes gigantes tecnológicos, en 1998. Cuando la firma creada por Steve Jobs presentó su ordenador Macintosh, licenció parte de su interfaz a Microsoft para que pudiera utilizarla en Windows 1.0. Si bien cuando salió a la luz la segunda versión de Windows se añadieron otras características patentadas por Apple que no habían sido cedidas, lo que les condujo a un litigio de seis años. Acabó ganando Microsoft y no trascendieron los términos económicos.
La guerra de patentes más grande en el ámbito tecnológico fue la que libraron en 2012 Apple y Samsung, los dos mayores rivales de la industria. Los enfrentamientos empezaron tras el lanzamiento del primer iPhone, cuando la firma de la manzana demandó a Samsung por infracción de siete patentes en su Galaxy S. Aunque en un principio se determinó que tendría que compensar a Apple con 1.000 millones de dólares, las sucesivas alegaciones rebajaron la cantidad a 400 millones. Posteriormente la Corte Suprema de EEUU revocó la decisión, con lo que el caso ha vuelto de nuevo a una corte federal y todo volverá a juzgarse.
En el sector del lujo también ocurren este tipo de cosas. Por ejemplo, en 2009 Gucci demandó a la firma Guess por haberle copiado una línea de zapatos, además de acusarle de competencia desleal y falsificación. Finalmente se celebraron dos juicios: uno en Nueva York que ganó Gucci y por el que Guess pagó 4,7 millones de euros en daños y perjuicios, y otro en Milán, que acabó ganando la segunda.
La mítica suela roja de los zapatos de la marca Louboutin también se han dirimido en los tribunales. La firma demandó a Yves Saint Laurent por poner este color en la suela de sus pares. El diseño está registrado en Estados Unidos desde 2008, por lo que será en este país dónde se determine quién tiene la razón en este caso.
Así, vemos cómo patentar una idea o un invento puede ser un negocio muy rentable, a la vez que una satisfacción, que nadie debería pasar por alto, ya que hay muchos millones en juego.