Ya estamos en pleno verano, y con el calor la mayoría nos vamos de vacaciones. Sin duda es una época en la que tenemos que disfrutar de esas semanas de descanso que nos hemos ganado durante el año, pero no por eso es necesario que los siguientes meses sean una penitencia financiera.
Para ello, vamos a centrarnos en tres consejos para que el verano no sea una fuente de problemas económicos futuros.
Consejo 1: Disfruta ordenadamente
Como hemos comentado, las vacaciones se disfrutan en la época del año en la que damos rienda suelta a aquello en lo que disfrutamos ya que pasamos más tiempo con nuestra familia y amigos.
Normalmente comemos más fuera de casa, gastamos dinero en transporte, hacemos actividades poco habituales, etc. Por definición, relajamos “nuestros controles”, y para eso es esta época, claro, pero sin perder el norte.
Está bien improvisar para disfrutar de lo que surja, pero debemos mantener un cierto control, para que la factura final del verano no sea una pesada losa.
Para ello es importante que tengamos cierta planificación de lo que vamos a hacer, dejando siempre margen a cierta improvisación.
Aunque tampoco es necesario llevar una lista de cosas previa, como la lista del supermercado, por ejemplo, sí que estaría bien fijar algunas directrices de gasto, para que luego no tengamos sorpresas desagradables.
Consejo 2: Presupuesto
Si en general recomendamos la planificación de los gastos familiares vía presupuesto familiar, en verano no puede ser menos.
De hecho es un trabajo que empieza mucho antes, ya que deberíamos establecer un ahorro para pagar nuestras vacaciones. Debemos huir de pagarlo endeudándonos vía préstamos o tarjetas de crédito, asumiendo unos tipos de interés que sin duda lastrarán nuestras finanzas.
Una vez que hemos fijado el presupuesto para nuestras vacaciones, como hemos comentado en el punto anterior, es recomendable fijar unas líneas de gasto para las principales fuentes de gasto del verano: alojamiento, transporte, compras, … Siempre dejando una partida de libre disposición, para poder darnos algún capricho que otro.
Y tan importante como elaborar un presupuesto es ir monitorizando su evolución.
Es evidente que hay gastos como el alojamiento o los principales transportes, que los podemos prefijar con mucha antelación. De hecho es lo recomendable para intentar reducir esas partidas.
Habrá otros que nos costará más, pero debemos ser conscientes de nuestras limitaciones. Pongamos un ejemplo:
Si nos vamos dos semanas de vacaciones a la playa, y fijamos un presupuesto de 500 euros para comidas, no sería razonable que los dos primeros días nos gastemos 250 euros. Porque eso implicaría que, en dos días nos hemos gastado el 50% del presupuesto.
Consejo 3: Seguimiento relajado
Ya hemos comentado que el verano es una época para dejar en casa el estrés habitual y no llevarlo todo milimetrado. Eso incluye nuestra rutina diaria, que en muchos casos es frenética, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y también el control de lo que hacemos.
Siempre es bueno tener controlados nuestros gastos, y hoy en día, la tecnología nos puede ayudar mucho en ese sentido, como aplicaciones creadas sólo con esa finalidad e incluso utilidades de nuestros bancos, que nos apoyan en esa línea.
Sin embargo, no es necesario que vivamos obsesionados con ello. No hace falta que auditemos hasta cuándo vamos a comprar una barra de pan, pero sí tener presente las grandes salidas de dinero, y llevar cierto rigor en los pequeños gastos; como se suele decir, el diablo se encuentra en los detalles.
Por ello, una vez establecido el presupuesto, y si hemos hecho los deberes reservando con tiempo los principales gastos del verano, sólo nos queda hacer un seguimiento mínimo. Quizá una vez a la semana sería suficiente para comprobar cómo vamos respecto a lo esperado.
De lo que se trata no es de llevar un exhaustivo y cansino control de lo que hacemos, que puede hacer que disfrutemos menos de nuestras vacaciones, sino de evitar que ese disfrute a corto plazo descontrolado pueda derivar en un problema a nuestra vuelta de vacaciones cuando nos lleguen los cargos de las tarjetas de crédito y de esa forma, en escasos días pasemos de la más absoluta felicidad a un problema financiero, que puede alargarse semanas o incluso meses.
Por ello, debes disfrutar del verano sin que eso sea un problema para el otoño o el invierno.