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Saca el asesor financiero que llevas dentro

En este post se pretende acercar el mundo del asesoramiento al público en general en el afán por divulgar una cultura y educación financiera en la sociedad.

Cada vez hay más medios y alternativas a nuestro alcance para poder gestionar de manera autónoma nuestro dinero y es bueno conocer una serie de premisas o consejos que se podrían seguir para una gestión más eficiente de las inversiones.

La gestión y el asesoramiento financiero no es fácil: no es una ciencia exacta y los profesionales del ramo nos equivocamos (siempre digo “quien trabaja se equivoca”) en las inversiones y decisiones que se toman. No es un trabajo que se pueda tomar a la ligera.

Primeramente se debería distinguir inversión de especulación. La inversión se podría considerar como una forma de adquirir activos para conseguir unos beneficios en forma de ingresos que se puedan predecir a largo plazo. La diferencia con la especulación es básicamente el periodo en el que se obtiene la ganancia. Para un especulador la ganancia que quiere obtener es a corto plazo.

Dicho esto, veamos unos consejos a tener en cuenta al enfrentarnos a las decisiones de inversión.

Comúnmente se tiene la idea de que la recomendación de una inversión se realiza sobre la base de “cuánto me da”, y aunque la rentabilidad esperada es una variable a considerar, no es la única.

Ante esta pregunta lo primero que se tiene que venir a la mente es el refranero popular. Refranes como “la avaricia rompe el saco” pueden aplicarse cuando nos ciega la rentabilidad de un valor y creemos que nunca caerá, o el antiguo “nadie da duros a pesetas” podría saltar a las mentes cada vez que una entidad nos ofrece una gran rentabilidad en alguno de sus productos.

Y es que al final, en el asesoramiento de las inversiones el sentido común es una parte importante.

Así para empezar lo primero que tiene que primar es el sentido común, y partiendo de ahí se tienen que combinar dos variables que están íntimamente unidas de manera inversa: la rentabilidad y el riesgo.

Sentido común

En cuanto al sentido común, en los últimos años están en auge las finanzas conductistas. Los conductistas creen que el mercado no es racional y clasifican ese comportamiento irracional debido a cuatro factores (que son los que se deben evitar) :

Parece ser que a la hora de invertir somos a menudo nuestro mayor escoyo, con lo cual habría que comprender lo vulnerables que somos y reconocer las debilidades. No se debería seguir al grupo, limitar el número de transacciones, vender los perdedores y no los ganadores. No tiene sentido aferrarse a valores con pérdidas esperando a que recupere, se debería poner límites a las pérdidas que se está dispuesto a asumir, ya que una pérdida sobre el papel es tan real como una realizada.

No invierta en lo que no entienda por seguir una moda, un rumor o a un grupo. Los beneficios y los riesgos que conllevan las recomendaciones propuestas deben quedar claros para el inversor, así como las características de los instrumentos en los que invertir.

Rentabilidad y riesgo

La rentabilidad y el riesgo, más asociados a la teoría tradicional de gestión de carteras, están íntimamente unidos. La rentabilidad vendrá medida entre el valor final de la inversión y su valor inicial respecto a ese valor inicial. Al inicio del periodo no sabemos con certeza la rentabilidad que nos va a reportar esa inversión, cada activo, con lo que tendremos una rentabilidad esperada a la que se le asocian unas probabilidades de que se consiga.

Aquí pues entra en juego el riesgo asociado a esa inversión, que se puede definir como el grado de incertidumbre acerca de su rentabilidad esperada: la fluctuación de la rentabilidad del activo respecto a su rentabilidad esperada.

Para un inversor particular el riesgo es simple y llanamente la posibilidad que existe de perder dinero. Se pueden diferenciar dos clases de riesgo: el de mercado y el específico de cada tipo de activo en el que se invierte. Este último riesgo es el que puede modular el inversor. La diversificación es fundamental. Para ello se tendrá en cuenta la correlación (dependencia) de los distintos activos que componen una cartera con el índice de referencia (o el mercado) y la correlación que existe entre dichos activos.

Así pues, conocer nuestras limitaciones, qué es lo que estamos dispuestos a arriesgar, qué rentabilidad se quiere obtener y en qué periodo de tiempo son a modo de resumen las premisas que se tendrían que tener en cuenta para iniciar el camino de la autogestión de nuestras inversiones.

“Al invertir dinero, la cantidad de intereses que desee debería depender de si quiere comer bien o dormir bien” J. Kenfield Morley.

 

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